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Martín de Roa, 7: el ejemplo del abuelo a sus nietos

Propietarios del patio Martín de Roa, 7 | ÁLEX GALLEGOS

Redacción Cordópolis

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Una de las historias que ocurren en la casa número 7 de la calle Martín de Roa la prefiguran ya las esculturas de José Manuel Belmonte que hay junto a la entrada de este antiguo patio, en la plaza Manuel Garrido Moreno, desde 2015. En la fachada de la casa un abuelo pasa el testigo de la tradición del cuidado de los patios a su nieto, ambos de bronce, y lo hace de manera fehaciente acercándole una maceta para que la coloque junto al resto de las que hay en la blanca pared. De igual manera, Juan Collado, que nació hace 74 años y se crió también en el barrio del Alcázar Viejo, transmite la pasión por el estilo de vida en un patio a sus nietos, que son también vecinos del número 7.

La casa acoge a cuatro familias. Quien más tiempo lleva viviendo allí es Juan Collado, que llegó hace 40 años procedente de otro patio de la cercana calle San Basilio y que cuenta cómo a su hija le ha gustado el modo de vida que conoció de pequeña y decidió llegado el momento formar su familia también en el mismo patio, en uno de los pisos de arriba. “Igual que le ha gustado a ella, espero que a mis nietos les guste y se queden también aquí cuando crezcan”, explica el alma mater de este patio que tiene ya 300 años de historia, que cuenta con 17 premios en su expediente del concurso popular de mayo y que presenta pozo y lavaderos que a nadie dejan indiferente por la belleza que otorgan al conjunto.

De las cuatro familias que viven en este singular espacio son tres las que colaboran en su mantenimiento porque les gusta y saben bien cómo cuidar de las plantas y del recinto, mientras que la cuarta persona que no participa lo hace porque “por ahora no puede”, cuenta Juan. Las tareas aquí no difieren de las habituales en todos los patios, si bien los hay con particularidades. “Mucha limpieza, barrer el suelo varias veces al día porque se llena de hojas y pétalos que caen, descolgar tiestos, lavar macetas, replantar, abonar, fumigar, quitar la maleza...”, son las actividades que enumera este vecino.

De las tres familias que trabajan para el patio, cada una lleva su fachada y una parte “la compartimos”, señala Juan. No obstante, cuando se acerca la fiesta de mayo son muchos los retoques necesarios y todos se unen, hacen piña y colaboran en cualquier tarea. “Esto tiene que gustar mucho para mantenerlo, porque es muy costoso y tampoco se pueden pagar las horas que se le dedican”, dice este antiguo vecino, quien añade que “el que se quede aquí es porque le gusta, porque quieres tener tu casa con plantas y mantener la tradición, si no, la gente emigra”.

En este patio hay personas de distintas generaciones, dos familias mayores y su hija y otro matrimonio jóvenes. Juan José Romero, que tiene 36 años, es el esposo de ese matrimonio del que habla Juan. Él lleva viviendo en Martín de Roa, 7, con su mujer ya seis años. Tienen un hijo también. Llegó allí porque se lo ofreció la empresa municipal Vimcorsa cuando rehabilitó esta casa. Juan José cuenta que se vive “ a gusto” y considera muy satisfactoria la experiencia, ya que antes habían vivido en un piso. Cuenta que la vida en el patio tiene más ventajas que en un bloque “porque aquí se hace favor por favor, nos llevamos bien los vecinos y en los bloques a veces la gente no se conoce y echas de menos el ”hola“ y el ”adiós“”. Desde que llegó, Juan José ha tenido como “buen maestro” a Juan Collado, quien le ha enseñado las tareas del patio y confirma lo que dice su vecino más joven, que la “convivencia es totalmente buena”.

Los nietos de Collado conocen la historia de los patios gracias a sus abuelos y se sirven del suyo para organizar eventos como los cumpleaños, cuando este recinto se llena con sus amigos, compañeros de colegio y sus padres. También en Nochebuena se reúnen en el patio alrededor de una candela y con el Belén montado. “Eso lo mantenemos de las casas de vecinos antiguas y no se debe perder”, opina Juan Collado. No obstante, ahora la vida común en este patio, de suelo empedrado y que participa en el concurso en la modalidad de Arquitectura Antigua, se hace por gusto y no por necesidad. Esa es la diferencia entre la actualidad y hace varias décadas porque, como recuerda Juan, “antiguamente no había nada dentro de las casas, en la zona común estaban el baño, la cocina y las pilas y ahora no hay necesidad de salir al patio para todo eso”.

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