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El recuerdo de una fiesta única en Las Tendillas

Celebración del ascenso a Primera del Córdoba Futsal | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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Es verdad que no son tantos como en otras ocasiones. Poco importa. Reunir un buen número de seguidores en un lugar como éste ya es motivo suficiente de orgullo. Sobre todo en una ciudad tan dada al desapego emocional con lo suyo. Además, la razón de la celebración llena de sobra a quienes son los artífices de la misma. Quizá sean mil o unos cuantos más los que ante la efigie ecuestre del Gran Capitán se congregan con elásticas en blanco y verde. Son quienes después vitorean a los héroes de una gesta con escasos precedentes. La capital -y también la provincia- vuelve a tener un equipo en la máxima categoría del fútbol sala español. Se llama Córdoba CF Futsal y asalta la Primera División con sólo seis años de existencia y desde la más absoluta humildad, con gente de la tierra. Nada más es necesario para que Las Tendillas por una vez se olvide del césped, al fin.

Del 2 de junio de 2019 a idéntica fecha de 2020. Este martes se cumple el aniversario del gran festejo de los amantes del fútbol sala de la ciudad, que en realidad son más de los que entonces decidieron acudir al merecido recibimiento a los autores del hito. Tanto la capital como la provincia volvían a tener un representante en máxima división después de tres décadas. En categoría masculina, claro está, pues sólo una década antes el Deportivo Córdoba reinaba en la División de Honor femenina. El éxito lo logró una banda -si se permite la afectuosa expresión- de jugadores de la tierra dirigidos por un entrenador de la tierra bajo la presidencia de otro hombre de la tierra. No existe la más mínima redundancia posible en este caso.

Sólo un día antes, el Córdoba CF Futsal -que así se denominaba entonces- alcanzó la gloria en Mengíbar, localidad cercana de la próxima Jaén. Había derrotado a un rival, a priori, superior. Aunque venía de hacer lo propio ante el Real Betis, esa temporada un titán en Segunda. El camino no resultó fácil y se tiñó de épica. Lo cierto es que aquel club que nació apenas seis años antes encontraba un hueco entre los todopoderosos Movistar Inter, ElPozo Murcia o Barça. Era de justicia que el Gran Capitán fuera parte de la celebración. Y allí estuvo, impertérrito sobre su caballo aunque con la faz de otro personaje. Como también lo estuvo el millar de aficionados, personas arriba o abajo, que no quiso perderse una cita especial y desconocida.

Hasta entonces, la plaza de Las Tendillas había vestido de blanco y verde tan sólo en las escasas celebraciones del Córdoba futbolístico. El céntrico espacio acostumbra de esta forma a poca algarabía alegre. La última vez que se llenó fue en 2014. El 22 de junio de ese año en realidad se empapó de éxtasis por un ascenso no menos histórico: el del conjunto blanquiverde a Primera después de 42 años. Esta vez, tras el descenso de la entidad de El Arcángel a Segunda B, el turno era para otro equipo. El liderado en la presidencia por José García Román y desde el banquillo por Miguel Ángel Martínez Maca. Aquellos chavales de la provincia que jamás cambiaron su vocación por esta disciplina y que venían de jugar en Segunda B e incluso en Tercera -con contadísimas excepciones- habían alcanzado lo difícilmente imaginable.

Ya en Primera por méritos propios, la plaza de Las Tendillas albergó una fiesta única e irrepetible -o quién sabe-. La pista se hacía hegemónica ante el césped. Era lógica la borrachera de felicidad de los Manu y David Leal, Lolo Jarque, Pakito, Koseky, Juanra y compañía. También del propio Maca, siempre prudente y sereno pero por una vez en grado máximo de euforia. Así como de José García Román, que lució rapado en su cabeza para recordar que era un hombre de palabra. Prometió el extremo corte si los suyos ascendían de categoría y cumplió. Suya fue la expresión que por siempre va a perdurar como muestra de lo que significó aquella hazaña deportiva. “¡Mirad lo que hemos hecho! ¡Somos gente de Córdoba, de esta gran ciudad!”, exclamó el presidente del ahora Córdoba Patrimonio de la Humanidad. Doce meses después, la celebración continúa porque el cuadro califal sigue en la élite.

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