El triunfo del trabajo constante, del sacrificio, del esfuerzo y de la superación. La protagonista de este Ateneas ha cumplido el sueño de muchas de las futbolistas que hoy comienzan su carrera deportiva en las categorías inferiores, empezando desde lo más bajo para llegar a tocar el cielo de fútbol sala español, ascendiendo a Primera División y recibiendo la llamada de la selección española, y ya en reiteradas ocasiones. Siempre con los pies en el suelo, con la cabeza amueblada, con los objetivos claros y teniendo presentes sus raíces, aplicando todos y cada uno de los consejos que ha recibido a lo largo de su trayectoria, y logrando así asentarse como una de las mejores y más prometedoras porteras de toda España.
Cristina García (Córdoba, 1995) recibe a CORDÓPOLIS en el lugar donde todo comenzó, donde sentó los cimientos de quién es hoy en día: el Colegio Córdoba. Integrante de una familia con un claro amor por el fútbol sala -sus dos hermanos son futbolistas, y su primo, Bebé, uno de los jugadores más destacados en el panorama nacional del fútbol sala masculino, y también asiduo a la selección española-, Cristina tuvo claro desde un primer momento que su lugar se encontraba en la pista de 40x20, y más específicamente en la portería. Tras comenzar entrenando y jugando con el equipo masculino del colegio, la cordobesa dio, con tan solo trece años, el salto al Deportivo Córdoba, equipo en el que daría sus primeros pasos y se afianzaría como una gran portera de futuro.
Lo cierto es que, los más puros inicios de Cristina García no están ligados con el fútbol sala, sino con el flamenco. Sin embargo, una lesión le obligó a detener la práctica. Desde ese momento, la cordobesa comenzó a insistirle a su madre con la idea de jugar a fútbol sala, hasta que finalmente acabó cediendo. “Yo a mi madre le decía que quería jugar a fútbol sala”, afirma García, “ya que mi hermano mayor era portero, y yo lo veía jugar y, para mí, ha sido siempre uno de mis referentes. Por ello, yo decía que quería ser portera, que quería ser como mi hermano, y que quería jugar al fútbol sala”. A base de insistir e insistir, “un poco por dejar de escucharme”, como reconoce ella misma, finalmente acabó entrando al equipo masculino de fútbol sala de ColeCórdoba, con apenas ocho años. Miguel, por aquel entonces su profesor de Educación Física y entrenador del equipo, fue el que le insistió para que probase, y acabó siendo todo un éxito. “Cada vez que vengo aquí, me siento como si estuviese en casa. Parece que no ha pasado el tiempo”, reconoce emocionada, recordando tiempos pasados en ese patio de colegio.
Con ocho años comenzó su trayectoria en el fútbol sala, y tuvo que hacerlo en el equipo masculino ante la falta de equipo femenino menor de 16 años. Quizás se acusó un poco la falta de apoyos a las categorías base femeninas, aunque Cristina también recuerda que era “un colegio humilde y no muy grande”, por lo que comenzó a entrenar y jugar con los chicos hasta los 13 años. Por suerte, estas bases, cada vez más, se van asentando en todos los estamentos, lo que lleva a que “se está notando que el fútbol sala femenino está creciendo, porque cada vez salen más chicas, y cada vez con más calidad, y llegan muy jovencitas a jugar a Primera o Segunda División”. Ella fue uno de esos ejemplos ya que, con la mencionada corta edad, García dio pronto el salto al Deportivo Córdoba, uno de los grandes equipos de la ciudad, que por aquél entonces peleaba en la Primera División.
“Un día, llegó mi entrenador, que por entonces era Juanma Cubero -actual entrenador del cuadro cajista- y me dijo que al día siguiente tenía que ir a entrenar con las chicas del Cajasur, que eran mayores y jugaban en Primera División”. Así lo cuenta ella, recordando uno de esos momentos que no se olvidan con facilidad. “Yo las veía en los partidos, y para mí eran ídolas: Sarita, Ampi, Sara Portera... y claro, mi primera reacción fue decir que no quería ir porque no me veía preparada para estar allí con esas chicas”, explica. Finalmente, acabó cediendo y yendo a entrenar con el equipo, incluso “siendo una niña”, como ella misma reconoce, hasta que finalmente el equipo decidió ficharla, aunque esa decisión coincidió justo con el retiro del equipo de la Primera División. Pese a ello, la cordobesa lo recuerda “con alegría porque lo pasé muy bien en los entrenamientos. Creo que fue la etapa en la que más aprendí, donde más salto pegué hasta día de hoy”.
Tras la renuncia del equipo cordobés a su plaza en la Primera División, Cristina García tuvo que buscar un nuevo destino para su carrera deportiva, coincidiendo con su paso al bachillerato. Estudiantes de Sevilla fue el equipo elegido, aunque los sacrificios que tuvo que llevar a cabo para poder mantener la dualidad entre estudios y deporte le llevaron a sufrir uno de sus momentos más duros en su carrera profesional. “Para mí creo que fue la etapa más dura, porque con 16 años me fui a Sevilla, tenía que ir en tren a entrenar, pasaba los fines de semana fuera de casa, y a la vez todo eso lo compaginaba con los estudios de Bachillerato”, recuerda. “Creo que fue cuando peor lo pasé en el fútbol sala, e incluso llegué a plantearme el dejarlo”, afirma. Los entrenamientos, cada lunes, miércoles y viernes, sumado a los partidos y al esfuerzo hacían mella en sus estudios, que le llevaron a esa situación.
Sin embargo, volvió a aparecer uno de sus 'ángeles de la guarda' particulares, su madre. “Tengo que decir que gracias a ella no dejé el fútbol sala, porque me dijo que no lo hiciese, que me veía capacitada para seguir hacia adelante”. Y finalmente lo hizo, logró culminar sus estudios, y llegó la oportunidad de partir hacia un destino más lejano, Murcia, pero que le abriría las puertas del deporte profesional, a la vez que le otorgaría la oportunidad de estudiar la carrera que siempre quiso: Ciencias de la Actividad Física y del Deporte.
“Fue un subidón. Puedo decir con la boca bien abierta que, gracias a UCAM, soy la persona que soy hoy en día, porque me han dado estudios y la oportunidad de compaginarlo con el fútbol sala. Para mí ha sido un club que, a día de hoy, me lo ha dado todo”, admite sobre el equipo murciano. La oportunidad de estudiar el grado era golosa -como ella suele decir-, pero también lo era la oferta deportiva, con un club “potente, y grande en el fútbol sala femenino”. “Para mí fue como cumplir otro objetivo más, otra experiencia”, matiza.
Sin embargo, no todo fue positivo en su estancia en UCAM. Llegaba a un equipo que acumulaba nada más y nada menos que cuatro intentos de ascenso a Primera División. Los habían perdido todos. La insistencia se transformaba, poco a poco, en desesperación, y el tan ansiado ascenso tampoco pudo lograrse el año en el que ella llegó. “Sí, se nos resistió, pero el play off es lo que tiene: te lo juegas todo a una carta, a cara o cruz, y si te sale mal un partido, ya sabes que es complicado lograr ese ascenso”. Finalmente, al año siguiente, UCAM llegó a la máxima categoría nacional de la mano de Cristina García, logro que “a nivel grupal es a lo máximo a lo que puede aspirar un equipo”. Además, para ella en particular, “fue una sensación de alegría y de saber que todo el sacrificio, todos los entrenamientos, todas las horas, todo lo que te cuidas detrás, al final tiene su recompensa. Llegar a jugar en Primera División ya es decir que tienes ese nivel para estar ahí, y ya lo difícil era mantenerse ahí”.
Finalmente, las circunstancias llevaron a Cristina a realizar un nuevo cambio de equipo, aunque no sería muy lejos. Alicante sería su siguiente destino, rumbo a un Universidad de Alicante en el que estuvo “muy bien” a pesar de tan solo permanecer durante medio año. “La verdad es que teníamos un grupo de diez, pero entonces llegó la pandemia, y estuve solo seis meses porque no pudimos estar más”. En medio de la irrupción de la Covid-19 llegó la primera llamada especial, y era de uno de los grandes equipos de Primera División, el SVT Roldán FSF. “Era una oferta que no podía rechazar porque era compatibilizar el fútbol sala a un nivel más profesional. Ya era tener un sueldo más estable y, sobre todo, un contrato profesional, que es por lo que estamos luchando”, explica. Abandonar tan pronto Alicante le hizo pasarlo “un poco mal, porque me había dado buenas sensaciones, estaba muy a gusto, pero por otro lado sabía que esa oferta no la podía rechazar”.
La temporada en Roldán fue tal y como se esperaba, con el equipo enganchado en los puestos altos durante toda la temporada, y con una Cristina García en portería haciendo actuaciones muy destacadas. Y tan destacadas que llamaron la atención de Clàudia Pons, seleccionadora del combinado nacional femenino de fútbol sala. “La llamada de la selección, para mí, fue una sorpresa porque, al final, siempre quieres y siempre sueñas con estar ahí, pero sabes que la competitividad y el nivel que hay, más aún en portería, es muy alto”, reconoce la cordobesa. Era la segunda jugadora de la provincia que se vestía la elástica roja, solo por detrás de Sarita, una de sus ídolas de la infancia.
Sin embargo, el caramelo se amargó justo en el último trago. Tras varias sesiones de entrenamiento al mando de Pons, justo en la última sesión, una mala estirada le provocó una microrrotura en el pie que le impedía debutar con la selección española. “La verdad es que lo pasé mal porque claro, iba con la ilusión de jugar, aunque fuese un amistoso, porque ya, el entrenar con ellas para mí era como estar en una nube. Entonces, que justamente antes de debutar con la selección española te digan que no vas a poder jugar porque la lesión no era sencilla, pues bueno…”, recuerda apenada. Pero no había tiempo de lamentos, no quedaba otra que “disfrutar la experiencia al máximo e intentar trabajar para volver a estar”, hecho que se acabó dando al cabo de los meses.
El SVT Roldán acabó finalmente la temporada en segundo lugar del Grupo A de la Primera División, dando así acceso al equipo a la disputa de las eliminatorias por el título de liga. “Teníamos muy marcado que queríamos llegar a esos play off, que queríamos estar entre las cuatro primeras. Creo que hicimos una temporada muy muy buena, pero al final las eliminatorias son a un partido, nos toca Burela, las vigentes campeonas de Liga, y aunque sabíamos que iba a ser un partido muy duro, creo que le supimos competir muy bien”, puntualiza. El partido se les escapó en los últimos minutos de juego, apeando así a Roldán de la lucha por el título, pero cerrando una primera campaña para Cristina García de forma sobresaliente, dejando al equipo en el tercer lugar general de la tabla de la máxima categoría nacional de fútbol sala femenino.
La buena labor de García en la temporada, sumada a la experiencia ya obtenida en abril, llevó a Clàudia Pons a llamar de nuevo a la portera cordobesa, con vistas a una convocatoria en septiembre que culminaría con un encuentro inolvidable contra Portugal. “No fue el debut soñado, pero lo importante es que estuve ahí, que pude disfrutar de la experiencia. Me quedo con eso”, admite. Un error fruto de los nervios le pasó factura, pero, ya más calmadamente, su actuación acabó gustando a los técnicos de la selección, que optarían por volver a llamarla meses más tarde.
Como no podía ser de otra manera, al enfundarse la elástica de la selección española por primera vez en partido oficial se le pasaron muchas cosas por la cabeza. Pero destaca una, de nuevo su madre, ya que, según ella, “es la persona que más me ha sufrido, por así decirlo, porque al final me fui muy joven de mi casa, y luego es una persona que todos los fines de semana, siempre que jugamos en casa, viene hasta Murcia solo para verme jugar. No se ha perdido ningún partido”. También por ser uno de los grandes apoyos de la joven guardameta, impulsándola a “conseguir lo que he conseguido. Es la única que me ha dicho que no tirase nunca la toalla, además de inculcarme muchos valores como los de nunca dejar de trabajar y los de nunca esperar nada de nadie ni de nada, porque al final las cosas te llegan, pero hay que sacrificarse y hay que luchar”.
Tras una temporada 2020-21 de ensueño, la actual campaña no está yendo todo lo bien que se podría esperar, al menos a nivel de equipo. El SVT Roldán FSF, actualmente en undécima posición, no ha logrado encontrar la estabilidad del pasado año, y tendrá que luchar por intentar colarse en ese play off por el título. “Tenemos que ir con pies de plomo porque los equipos se están reforzando, hay muchísimo nivel y este año se está viendo, y creo que el objetivo en realidad es ir partido a partido. Es un poco tópico, pero es que es la verdad. Si no consigues los tres primeros puntos del primer partido, los otros tres tampoco los vas a conseguir”, reflexiona la cordobesa, siguiendo la mentalidad inculcada por el Cholo Simeone.
En el plano individual, sorprendentemente, la selección no se encuentra en el apartado de 'marcas personales' a batir por García. Su estilo de vida y su forma de afrontar el deporte, día a día, entrenamiento a entrenamiento, le impide mirar más allá del próximo compromiso. “Lo de la selección es un objetivo, no una marca personal”, expone, ya que “es un objetivo el estar ahí, el intentar mantenerme, pero creo que, al final, si hago las cosas bien, va a llegar. Y si no llega, eso significa que tengo que seguir trabajando y que tengo que seguir luchando por estar ahí”. Y finalmente ha sido así, puesto que Clàudia Pons ha vuelto a optar por la cordobesa para ocupar uno de los puestos en la portería de cara a una doble cita en Ucrania que tendrá las miras puestas en el Europeo de marzo.
Ese es el futuro más cercano para Cristina García, mientras que el largo plazo aún sigue pendiente de resolver puesto que “el fútbol sala femenino puede dar mil vueltas”. “Yo espero poder seguir jugando a este nivel, profesional, pero también depende de que los clubes nos lo puedan permitir, porque sí que es verdad que, a ciertas edades, ya a lo mejor las prioridades no son las mismas que cuando tienes 26 años”, augura, ya que “cuando llegas a una edad, te tienes que centrar en lo que es el deporte en sí, que es por lo que estamos luchando, por estar en igualdad de condiciones que los chicos. Los chicos tienen su trabajo, que es el fútbol sala, y creo que nosotras también nos merecemos eso, porque entrenamos con esa intensidad, creo que somos igual de profesionales que ellos, y creo que nos merecemos que tanto las instituciones como los clubes deben ayudar a que sigamos creciendo y tengamos esa estabilidad en el deporte”. Una causa justa y lógica, que aún encuentra algunos obstáculos debido a ciertas cabezas reticentes al progreso.
Lo que sí está claro es que el futuro de Cristina García es y será brillante. Nadie sabe qué le depararán los próximos años a la cordobesa. ¿Quizás una vuelta a su tierra? “A mí me haría mucha ilusión”, subraya, antes de añadir entre risas que “cuando hablo con compañeras y amigas que tengo en el Deportivo Córdoba, siempre les digo que tienen que ascender ya”. Pero eso aún queda lejano, al menos en la agenda diaria de Cristina García, que no hace más que añadir línea tras línea de esfuerzo y dedicación a un deporte que ha amado desde pronta edad. Los éxitos y las victorias están ahí, ya han llegado, pero que no quepa duda de que llegarán muchos más. Este tan solo es el inicio del camino para una Cristina García que ya brilla con luz propia en las porterías de toda España. El triunfo del trabajo constante, del sacrificio, del esfuerzo y de la superación.
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