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Los cinco pecados de Oltra

Oltra, en El Arcángel | ÁLVARO CARMONA

Paco Merino

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Se va con una hoja de servicios en la que hay anotados algunos récords y un puñado de penas. José Luis Oltra ya no es el entrenador del Córdoba, al que llegó -después de un largo casting- con el fin de reconstruir un equipo que había perpetrado una temporada infame en Primera División. El valenciano deja atrás 62 partidos oficiales, con un balance equilibrado en las cifras: 25 triunfos, 15 empates y 22 derrotas, con 80 goles a favor y 79 en contra. Esos números le valieron para llevar al Córdoba al quinto puesto en la Liga 15-16 y a jugar las semifinales del play off, siendo eliminado por el Girona en Montilivi con un gol en la prórroga.

En el presente curso, un periodo negro -nueve jornadas sin ganar- se lo ha tragado. La derrota ante el Getafe (1-3), la bronca de la afición -que le salpicó, tras mucho tiempo de indulto- y un inquietante puesto clasificatorio -décimo sexto, a dos del descenso- fueron los detonantes para que Carlos González, que lo ratificó -“seguirá pase lo que pase”, dijo- la semana pasada, optara por ponerle en la calle. El día 22 de diciembre, González se irá para dejar el puesto en el palco a su hijo Alejandro. A él le tocará lidiar con una situación a la que le encaja la etiqueta de crisis. ¿Qué pecados cometió Oltra para terminar fulminado?

Pedir una plantilla corta (... y que se la dieran)

Cuando llegó se encontró con un vestuario en desbandada. Los que no se habían ido estaban deseando de coger la puerta. Nivel de implicación cercano al cero. Hizo una pretemporada kafkiana en Campoamor en verano del 2015. Con un Córdoba remendado bajo el signo del low cost y con el club en shock después del ridículo en Primera, logró construir la mejor primera vuelta de la historia del club en Segunda. Después... Los golpes de la competición hicieron mella. El grupo estaba justito, sobre todo en defensa, y tuvo que manejar como un prestidigitador el asunto de la polivalencia de los jugadores. El buenismo de Oltra terminó dañándole. Con él al frente, el equipo ha mantenido una imagen digna y competitiva hasta donde ha podido, que ha sido bastante lejos si se tiene en cuenta el material humano con el que ha contado.

El filial, un vivero para ocasiones especialesocasiones especiales

El contar con una estrella local en el equipo siempre ha sido una buena medicina para templar ánimos en el cordobesismo y crear expectativas. Ocurrió en épocas anteriores con Javi Flores o con Fede Vico. Durante la etapa de Oltra, numerosos jugadores del filial han entrenado con el primer equipo. Lo de jugar partidos oficiales es otra cosa. Sólo en bolos de verano, algún duelo de Copa y poco más. El último en debutar fue el delantero Alberto Quiles, que jugó un puñado de minutos ante el Getafe en el último día de servicio de Oltra. El único hombre del filial que ha cuajado ha sido el congoleño Jonathan Bijimine, directamente beneficiado por la lesión de Deivid, la baja forma de Rodas y la ausencia de otras opciones. Moha, Galán, Vázquez, Sebas Moyano o Vera han estado en convocatorias. Si las piezas justas del primer equipo eran para promocionar canteranos, el resultado no ha sido apreciable.

El mercado de invierno, ese periodo tan molesto

Ha quedado entre el cordobesismo la sensación generalizada de que la pasada campaña se desperdició una enorme oportunidad. El equipo, exprimido al máximo, llegó como líder al invierno. Unos cuantos repuestos hubieran venido de fábula para mantener el tono competitivo hasta el final, cuando llegaran las curvas. Rivales directos así lo hicieron. El Córdoba no fichó porque “los técnicos no querían”, según dijo González en una de sus clásicas tournées por los medios nacionales. Oltra no reclamó nada. Al menos, en público. Le trajeron a un mediocentro más, Eddy Silvestre, que no aportó. Emilio Vega, el director deportivo, explicó que se le frustraron unas cuantas operaciones. La cuestión es que las piezas se desgastaron o se rompieron y el Córdoba llegó al play off en la reserva.

La salida del tridente sin repuestos

Lo mejor que tuvo el Córdoba la temporada pasada fue su tridente ofensivo: Florin, Xisco y Fidel. Se aliaron para marcar 43 goles. Eran la mejor vanguardia de la categoría. Era evidente que se iba a romper, pero nadie esperaba que se dinamitara por completo. Y, sobre todo, que no se encontraran repuestos de un calibre similar. A Florin lo vendieron al Depor por 4'5 millones de euros, a Fidel al Almería por 0'5 y a Xisco le abrieron la puerta tras terminar su contrato para que se fuera a Tailandia. Sus sustitutos fueron Juli, Alfaro y Rodri. El primero, un veterano de 35 años que llegaba de ser titular con el Alavés y ascender a Primera, ha jugado todos los minutos de todos los partidos. Su papel es irreprochable. Alfaro y Rodri venían de un curso irregular en el Valladolid, donde no lucieron. El onubense, un jugador fetiche para Oltra, no acaba de destaparse pese a ser cambiado de posición. Rodri ha firmado cinco goles, con dos dobletes y un par de penaltis. Desde que dejó de marcar, el Córdoba no gana nada.

La mala cara en El Arcángel y la deserción de la afición

La imagen de los finales en los últimos partidos ha sido cruelmente reveladora. Menos de la mitad de los espectadores se mantenían en sus asientos para ver perder a su equipo. Quienes se quedaban expresaban su descontento con cánticos hirientes. Siempre hacia el propietario, a veces hacia algún jugador y casi nunca contra Oltra. Hasta el domingo, en el que el estallido de frustración alcanzó a todos los estamentos. Incluso se detectaron discusiones entre los propios seguidores. El declive en los resultados ha deteriorado el ambiente en el cordobesismo, donde late un irritante sentimiento de miedo ante el futuro. En la temporada pasada, el Córdoba engarzó cinco derrotas consecutivas en casa durante la segunda vuelta que lastraron sus opciones de ascenso directo. En el curso actual, el equipo blanquiverde sólo ha ganado tres de sus ocho citas en casa y ha perdido claramente en sus dos últimas comparecencias ante el Mallorca (0-2) y el Getafe (1-3). Pese a que los números en El Arcángel no han sido nada brillantes, la afición siempre ha respetado la figura de Oltra entendiendo que no era el (único) culpable de una situación que puede ser reversible... si se hace ahora lo que no se hizo con el valenciano al frente.

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