‘Piedra Escrita’ en su primera noche de Carnaval
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Tras un período de descanso y después de superar una enfermedad, Miguel Amate regresa a las tablas del Gran Teatro con una comparsa que nace “tras una locura” del autor
“Ahora mismo, no. No estoy nervioso”. Miguel Amate aguanta el tipo mientras su equipo se maquilla. Su Piedra Escrita. Con una mano ocupada por su refresco, pasa las horas hasta el momento de su actuación: las 23:30 en el Gran Teatro.
A cuentagotas llegan cada uno de los componentes de la comparsa. “Aquí cada uno viene cuando quiere. Y mira que dijimos una hora”, relata Amate entre risas. La seriedad no existe. Sí cierto nerviosismo que aumenta conforme se acerca la hora. Un ir y venir de personas abrazan a Amate y le desean los mejores augurios. Ídolo de Antonio Martín aunque le asigna a Martínez Ares la revolución del Carnaval. Pero Amate es la leyenda de Córdoba.
Piedra Escrita nace sin pretensión ni alevosía. Pero sí con el objetivo claro de llegar a la final. Surge de un día para otro. “En una de esas locuras que me dan a mí”, cuenta Amate, aunque asegura que “quizás ni lo tenía que haber hecho porque se está más a gusto en casa”. Lo dice riendo porque sabe que esa afirmación no es el del todo cierta. Ama el Carnaval “más que un loco”, afirma.
Por ello su vuelta. Canta Martínez Ares que en mi cara se lucen pinturas de guerra. Y Amate es el fiel reflejo de ello. Durante casi tres años le ha mantenido en vilo un cáncer de garganta, del que se encuentra totalmente recuperado. “La mentalidad te cambia, quieras o no, pero yo sigo siendo el mismo tonto que muere con esto”, dice.
Apoyado en la puerta de la casa donde ya se oyen las cuerdas de una guitarra, Amate cuenta cómo se puso en marcha Piedra Escrita. “José Manuel Aranda, El Pati, me preguntó por qué no hacía la Piedra Escrita. Me dijo que ésa había sido mi fuente y que yo les había servido a ellos. Y, la verdad, me parecía un poco ostentoso por mi parte. Pero al final me convencieron”. Y así fue. Antiguos componentes de La Comparsa de Córdoba se enteraron de la vuelta de Amate. Sin más. Piedra Escrita ya respiraba humanidad.
Ahora faltaba la melodía. Amate explica que “El Pati se encargó de la música de la presentación y del pasodoble; Adrián Fernández, la del popurrí; El Talleguilla, de la del estribillo y los cuplés; y Antonio, de la letra de estos últimos”. Todo lo restante es fruto de Amate, que sabe que el público espera “mi yo que ya se fue”. En sus palabras, “Piedra Escritaes un homenaje a todos los componentes que han pasado por mis comparsas y a todos en las que yo he participado”.
Mientras tanto, uno a uno van pasando por las manos de Adrián Baena El Largo, que se estrenó como comparsista con El Señor del Mar, y que se convierte durante unas horas en el maquillador de Piedra Escrita.
Antes de las 22:00, los componentes de la comparsa empiezan a vestirse. Con la atenta mirada de aquellos que observan de cerca pero que sufren de lejos los nervios que ya afloran en las caras de los protagonistas. Y aquí también hay protocolo: pantalón, camisa, chaleco inspirado en la fuente que lleva el nombre de la comparsa y pañuelo anudado al cuello. Otro pañuelo con una taza típica de metal adorna a estos aguadores del siglo XVIII. Un tipo de El Pati.
Ya sólo queda el sombrero. Bueno, y las polainas. Aunque alguno tiene aún los pies desnudos. “Ponte las polainas, niño. Que todos las llevamos ya puestas. De verdad, qué especial eres”, regaña Amate “al rebelde del grupo” como un padre lo hace con su hijo, pero que se deshace al mirarlo. “Luego me las pongo, se me vayan a romper”, contesta airoso.
Todos listos. “Calienta la voz”. Con vino, que sabe mejor. Y ellos lo saben. En un pequeño cuarto ensayan la presentación y los cuplés. “Ya está bien. Vámonos”. El maestro manda. Y el Gran Teatro espera la actuación de Piedra Escrita. Más de uno ya reconoce los nervios, Amate incluido. Aunque afirma no saber si su vuelta se prorrogará durante más años, sabe que su sitio sigue aún entre bambalinas y camerinos, donde afina su guitarra ante la atenta mirada de quien está siguiendo las gotas de esta bendita fuente.
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