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La primera urgencia del yacimiento de la Ronda Norte: protegerlo de la lluvia

Restos hallados en las catas de la Ronda Norte.

Alfonso Alba

3 de septiembre de 2025 20:04 h

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Antes de que se tome cualquier decisión sobre su futuro, los arqueólogos que han trabajado en la excavación de un complejo monástico mozárabe en las catas de la Ronda Norte piden que los restos se protejan de las lluvias de otoño.

En su informe preliminar, enviado por la empresa Salsum a la Gerencia Municipal de Urbanismo, y que el Ayuntamiento ya ha trasladado a la Delegación de Cultura, los técnicos plantean que el gran riesgo del yacimiento es la lluvia. Y señalan una fecha: otoño. En caso de precipitaciones intensas, la propia construcción original de los restos arqueológicos corre el riesgo de destruirse.

De momento, ni la Junta ni el Ayuntamiento han decidido nada. Los arqueólogos piden una cubierta que les permita seguir trabajando en la zona mientras la Comisión Provincial de Patrimonio de la Junta de Andalucía toma una decisión sobre qué hacer con los restos: soterrarlos o desviar el trazado de la futura Ronda Norte.

La reciente intervención arqueológica en la Ronda Norte de Córdoba ha desvelado un complejo religioso de culto cristiano mozárabe que no solo es excepcional por su tamaño y organización, sino también por la asombrosa variedad y calidad de los materiales empleados tanto en su edificación como en sus elementos decorativos. Este hallazgo, ubicado en un área históricamente dedicada a actividades periurbanas como cementerios y alfares, arroja una luz significativa sobre la historia de la Córdoba emiral y tardoantigua.

Un material sensible

En cuanto a la infraestructura del complejo, que incluye una basílica central y dos monasterios adosados, uno al norte y otro al sur, se observa una evolución constructiva. Las estructuras más antiguas fueron erigidas con una técnica de sillarejo y mampostería de piedra calcarenita trabadas con barro. Sin embargo, la gran mayoría del complejo religioso mozárabe presenta muros con alzado de tapial, una técnica predominante. Estos muros estaban cuidadosamente revestidos con una capa de arcillas amarillentas de unos cinco centímetros de grosor, finalizando exteriormente con una fina capa de mortero de cal pintado a la almagra. En algunas zonas, se detectaron incluso dos capas de arcillas y mortero, indicando reformas posteriores.

Los pilares, que delimitan las naves de la basílica y los pasillos porticados de los claustros, muestran un basamento robusto de sillarejos de piedra caliza o calcarenita, sobre el cual se apoyaban alzados de ladrillo macizo (de 28 x 15 x 5 cm), unidos con mortero de cal y también revestidos con mortero pintado a la almagra. Una estructura cuadrangular en la nave sur, interpretada como un posible pódium, estaba hecha de mortero de cal y conservaba las huellas rectangulares de los ladrillos que conformarían su alzado, también revestida con mortero de cal pintado a la almagra.

Un espacio peculiar, localizado más al este, presentaba muros construidos con un conglomerado de mampostería de diverso tamaño, fragmentos de teja y ladrillo con abundante argamasa de mortero de cal. Lo más notable de este espacio es su revestimiento interior: una gruesa capa de opus signinum con formación de media caña en las esquinas y en la unión con el pavimento. Las reformas posteriores en este mismo espacio incluyeron la construcción de una segunda escalera y bancos de sillarejo y mampostería trabada con argamasa de cal, o de sillares de piedra caliza recortados, todos revestidos con una fina capa de mortero de cal que difería del original.

Más material localizado

Más allá de las estructuras, la intervención ha recuperado un variado inventario de material mueble, que incluye cerámica, objetos de metal, restos de fauna, material lítico, numismática, vidrio, hueso trabajado y terracota. Aunque la cerámica fue escasa, se encontraron ollas características del siglo IX y otras que podrían fecharse entre los siglos VII-VIII, así como fragmentos de cerámica vidriada, posiblemente ataifores, del siglo IX. Los derrumbes del complejo contenían teja curva árabe “alomada”.

Sin embargo, la verdadera joya del hallazgo es el importante volumen de material arquitectónico recuperado, que incluye tres basas áticas (una decorada), tres fustes (dos lisos y uno torsado), diez capiteles o fragmentos de capiteles de periodos romano y visigodo, y un fragmento de transenna. También se han documentado fragmentos de celosías y canceles. La presencia de ladrillos visigodos estampillados reutilizados como simples cascotes en los tapiales es un indicio crucial de la cercanía de un edificio tardoantiguo anterior. La excepcional variedad y calidad de estas piezas, muchas de las cuales son distintas entre sí, sugiere un proceso de reaprovechamiento y una cuidadosa selección de los mejores productos disponibles, posiblemente algunos traídos desde Mérida. Incluso una lauda visigoda reutilizada, fechada en el año 653, fue encontrada en el pavimento del claustro norte.

Este conjunto de materiales no solo proporciona una cronología sólida para el complejo, sino que también subraya la sofisticación y la riqueza artística de las comunidades cristianas en Al-Ándalus durante los siglos VIII y IX. La diversidad de técnicas constructivas y la reutilización de elementos ornamentales de épocas anteriores reflejan una adaptación y un uso ingenioso de los recursos disponibles, ofreciendo una visión profunda de la arquitectura y la vida mozárabe en Córdoba.

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