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Primera recreación del yacimiento de Medina Azahara con la inteligencia artificial

Recreación de Medina Azahara.

Redacción Cordópolis

1 de abril de 2024 10:34 h

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El escritor y creativo digital jerezano Antonio Miguel Moreno Hidalgo acaba de publicar una obra audiovisual en la que ha recreado imágenes del yacimiento arqueológico de Medina Azahara haciendo uso de la inteligencia artificial y de la bibliografía ingente sobre la ciudad palatina.

La obra está narrada con la voz del actor de doblaje Ángel Castillo y hace un recorrido por las características y leyendas de este singular enclave histórico. La obra está enmarcada en el género cultural de la literatura experimental disruptiva, en la cual se combina literatura tradicional con nuevas tecnologías, en este caso, incorporando la inteligencia artificial.

A lo largo del texto literario que acompaña al vídeo de la recreación virtual, Moreno -en la voz de Castillo- cuenta brevemente cómo surgió Medina Azahara, la ensoñación del califa Abderraman III. El primer califa omeya de Córdoba “deseaba erigir una ciudad que no solo fuera una cuna administrativa, sino un testimonio viviente de su grandeza. Así, entre los años 936 y 976, nació la maravilla de Medina Azahara, como si un cuento sacado de las mil y una noches fuera”.

En la terraza superior, que acariciaba las nubes, apunta Moreno, “se entretejían los dominios privados de la familia real y las maquinarias administrativas que dirigían el fulgor del califato. Desde allí, el mundo se extendía como un tapiz inabarcable, teñido por la visión de un líder audaz. En las laderas inferiores, la ciudad desplegó sus encantos. Calles serpenteantes y bulliciosas, edificaciones que se elevaban con la gracia de la topografía circundante. La antigua canalización romana, testigo del tiempo, confería la esencia líquida a este oasis en el resplandor árido. Tres puentes majestuosos, como lazos mágicos, conectaban la ciudad con Córdoba, el puente de los Nogales aún en pie, guardián silente de un pasado esplendoroso. Los materiales empleados no eran meros componentes; eran declaraciones de grandiosidad. Areniscas pulidas, mármoles portugueses resplandecientes bajo la caricia del sol, estanques que duplicaban la majestuosidad circundante. Cada piedra susurraba la historia del deseo del califa de inscribir su impronta en la tierra”.

En el Salón Rico de al-Hakam II, la corte “se sumía en fastuosidad y ceremonia. Un protocolo palaciego, como hilos de seda fina, tejía la elegancia en el aire, mientras los jardines exuberantes acariciaban los sentidos. Las recepciones resonaban con risas, susurros y el tintineo de copas, en un ambiente sutilmente impregnado de opulencia. Medina Azahara dejó de ser una mera ciudad; se erigió como un poema de piedra que contaba la epopeya de un líder visionario. Aunque el tiempo ha pulido sus muros y la historia se ha entrelazado con la tierra, las ruinas de Medina Azahara aún susurran la grandeza de un pasado que una vez fue”.

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