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Dos ideas enhebran la génesis del libro Los novios de Federico, escrito por el periodista Pablo-Ignacio de Dalmases y publicado por la editorial Cántico. Una de ellas era muy conocida: esa imagen de Federico García Lorca como una figura tremendamente seductora que, sin embargo, siempre se enamoró de la persona equivocada. Y otra menos conocida y tremendamente paradójica: que casi todos los grandes amores del poeta al que mató el bando nacional acabaron posteriormente integrados en el régimen franquista.

Esta última circunstancia es el motor que llevó a Pablo-Ignacio de Dalmases (Barcelona, 1945) a escribir la “biografía gay” del gran poeta granadino. Doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona y exdirector de RNE y TVE en el Sáhara español, el periodista se apartó de los temas que solía tratar para penetrar en el mundo íntimo de un poeta universal sobre el que hay multitud de ensayos y biografías, pero que no siempre acertaban a la hora de abordar su compleja sexualidad.

“La riqueza de investigaciones existentes, especialmente las de Ian Gibson, a quien cito profusamente, ofrecen una base enorme y sólida, pero me intrigaba una cuestión que parecía haber pasado un poco desapercibida: la paradoja ideológica en las relaciones sentimentales de Lorca”, explica a Cordópolis el autor de Los novios de Federico, que apunta que, en contradicción con su propia orientación ideológica, cuatro de los cinco grandes amores de Lorca acabaron siendo simpatizantes o integrándose en el franquismo. También apunta que, más allá de los “novios” más conocidos del autor de Poeta en Nueva York, hay una figura sobre la que se había tratado menos y cuya relación constituye uno de los grandes reclamos de este libro.

Cuatro amores carnales y uno platónico

Pero, antes de entrar en ello, Pablo-Ignacio de Dalmases resume brevemente los que fueron los cinco grandes amores de Federico García Lorca y su evolución ideológica. El primero, quizá el más literario y cinematográfico, fue Salvador Dalí. “Conocido por su postura antimonárquica y surrealista, Dalí termina adoptando una posición conservadora, distanciándose de las ideas de juventud”, relata el periodista, que enfatiza la “ambigüedad sexual” del pintor surrealista, lo que plantea interrogantes sobre la naturaleza sexual de su relación con Lorca y su posterior matrimonio con Gala.

Su relación fue profusamente tratada -e inmortalizada-, al igual que también es muy conocido otro de sus noviazgos, el que mantuvo con Emilio Aladrén, un escultor de gran atractivo físico que Lorca conoció a través de Maruja Mallo, y con el que mantuvo una relación bastante desdichada. De nuevo, por encima de ideologías. Aladrén, según Pablo-Ignacio de Dalmases, acabó en la Falange y, después de la Guerra Civil, acabó como escultor de prohombres franquistas.

A Aladrén le sigue, cronológicamente, Rafael Rodríguez Rapún, actor y futbolista al que Lorca llamaba cariñosamente Tres Erres, al que conoció cuando era secretario de La Barraca y que, al contrario de sus amores anteriores y posteriores, mostró congruencia con sus ideales socialistas incluso en tiempos de guerra. Su compromiso con las Juventudes Socialistas y su participación en el Ejército Popular lo acabaron llevando a la muerte en Santander en 1937, en plena contienda y justo un año después del asesinato de Lorca.

El cuarto amor que cita De Dalmases no fue carnal. “Fue un amor por correspondencia, pero nunca llegaron a convivir”, explica. Se trata de Eduardo Rodríguez Valdivieso, un trabajador de banca granadino al que Lorca conoció en 1932, en una fiesta de máscaras, y con el que se estuvo carteando durante un año. “Fue un amor muy puro, muy platónico, pero otro amor casi imposible”, señala el periodista, que, aunque no ha encontrado datos relevantes de su peripecia posterior, todo le lleva a pensar que Rodríguez Valdivieso sobrevivió a la Guerra Civil y se integró en el franquismo -o, al menos, duda de que militara en el antifranquismo-.

Y, aunque a Rodríguez Rapún siempre se le ha considerado el último amor carnal de Lorca, el autor de Los novios de Federico apunta que existió una relación importante posterior. Según su investigación, el último gran amor de Lorca fue el periodista y crítico Juan Ramírez de Lucas, un adolescente de 17 años -por los 37 que tenía entonces el autor de Bernarda Alba-. Es aquel “rubio de Albacete” con el que el poeta inició una relación que se rompió por el rechazo de la familia, y que volvió a evidenciar la paradoja ideológica.

Y es que, según el historiador, tras la guerra civil española, Ramírez de Lucas se unió al ejército franquista y participó en la División Azul, recibiendo incluso condecoraciones por ello. A su regreso, se integró en la sociedad de la posguerra y desarrolló una carrera como periodista, trabajando para medios de comunicación como ABC.

Promiscuidad y poesía

Más allá de estos cinco grandes amores, el libro añade otras relaciones esporádicas, tanto en España como en sus viajes por Latinoamérica. El retrato final que dibuja la obra, pinta a Lorca como “un seductor”, y también como alguien que vivía su sexualidad con una enorme libertad desde su adolescencia. “Según amigos suyos de Granada, sobre todo un compañero suyo de juventud que se llamaba García Carrillo, Federico mantenía relaciones promiscuas de forma muy descarada. Es decir, cuando le gustaba un chico, pues lo perseguía. Y, si había que pagar, pagaba”, explica el autor del libro, que añade que Lorca “no se escondía ni renunciaba al sexo”.

El sexo y el amor, tan presentes en su obra, sin embargo, no son tan fáciles de conectar directamente a sus grandes amores. Algunos autores, de hecho, vinculan a varios de estos hombres con los Sonetos del amor oscuro, unos versos cuya redacción comenzó en 1935, meses antes de ser asesinado, y que permanecieron inéditos durante casi cincuenta años. La mayoría de expertos consideran que ese “amor oscuro” es Rodríguez Rapún, si bien algunos poemas ambientados en Castilla-La Mancha también podrían apuntar a Ramírez de Lucas, natural de Albacete.

El libro que publica Cántico, sin embargo, añade una anécdota que lo niega. Ocurrió en 1984, cuando los Sonetos del amor oscuro se publicaron en conjunto en el diario ABC. Cuenta Pablo-Ignacio de Dalmases que aquella fue una exclusiva que consiguió Luis María Ansón cuando estaba al frente del periódico y que, cuando los publicó, llamó a su puerta Ramírez de Lucas. Allí, en aquel despacho y con la exclusiva sobre la mesa, le contó a su director que él fue el último amante de Lorca.

Ansón le preguntó entonces si esos versos estaban dedicados a él, a lo que Ramírez de Lucas le contestó: “Yo con Lorca siempre tuve un amor tranquilo. Y esos son versos de un amor despiadado”. Todo apuntaba de nuevo hacia Rodríguez Rapún, como indican la mayoría de expertos. Pero el amor no entiende de análisis literario. Y aquel periodista y crítico volvió durante un segundo a ser El rubio de Albacete y sentenció a la expareja de Lorca con otra frase que recoge el libro: “Ramírez Rapún no se merecía el amor de Federico. Era tan cerdo que se acostaba con mujeres”.

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