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Manuel Carrasco se viste de Cupido y la plaza de toros explosiona

Concierto de Manuel Carrasco en la plaza de toros

Alejandra Luque

7 de octubre de 2023 06:00 h

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Anoche, miles de ojillos brillaron en la plaza de toros de Córdoba. El objeto de las miradas era un más que enérgico Manuel Carrasco. Durante más de dos horas, el público ha bailado, saltado, chillado y emocionado al ritmo de un vibrante repertorio en el que ha habido de todo. Pero hay muchas personas que no sabrán que entre el público estaba Elisabeth, una sevillana de 15 años que media hora antes del concierto pudo conocer a su ídolo. Anoche, a todos y cada uno de los asistentes se les cumplió el deseo de ver al onubense en directo. Pero para Elisabeth, la noche fue mucho más que eso.

El artista que se ha abierto en cuerpo y alma para Córdoba, minutos antes estaba haciendo aún más feliz a esta niña en uno de los pasillos de Los Califas. Gracias a la Fundación Pequeño Deseo, Elisabeth ha podido abrazar por primer vez a su cantante favorito. Lo que quizás Carrasco no recuerde es que ella es aquella niña que se desmayó durante un concierto en Isla Cristina en junio de 2022. Tan solo dos días después, le fue detectada una leucemia a la que intenta sobrevivir. En los ojos de Elisabeth, anoche, había algo más que brillo.

Y tras lanzar una flecha de fuego al cielo, símbolo sin duda de su gira Corazón y flecha, la catarsis. Entró como un huracán. A revolverlo todo. Hasta el albero. Suerte para todos que el ritmo del inicio no se mantuvo durante todo el concierto porque no habría cuerpo que lo hubiese aguantado, por mucho que el artista enarbole aquello de Hasta por la mañana. El tema que le da nombre al disco supuso el pistoletazo de salida para luego enlazar con Tambores de guerra y Hay que vivir el momento, tema que escribió durante la pandemia.

Como la mar de su Isla Cristina, el artista sometió al público a sus vaivenes, que se dejó llevar. Viajó de su mano al pasado, con canciones como Yo te vi pasar, Y ahora, Sígueme, Tan solo tú y No dejes de soñar, tema con el que las linternas de los móviles se apoderaron de la plaza. En cada uno de sus conciertos, Carrasco sigue regalando estas canciones. Tal vez sean las que más le ayudaron por aquellos años 2008 y 2013, cuando empezó a hablar, a confesar lo que sentía y, hasta incluso, a hacer bailar el viento.

Uno x uno, Y ahora, Siendo uno mismo o Me dijeron de pequeño sonaron también en la primera hora del concierto, que tuvo como protagonista a la pequeña María, una niña que subió al escenario por la “culpa de una pancarta”. “Lleva una en la que dice súbeme, por favor. ¿Cómo no lo voy a hacer?”, preguntaba el artista al público, que arrancó en aplausos. Este momento fue el elegido por el cantante para dar paso a Coquito, que dedicó a una integrante de su equipo, Lola Cotrina, que este mismo viernes se ha incorporado a la aventura de la maternidad. Bienvenido, Mateo. Aprovechando la ocasión, Carrasco ha dado buena cuenta del “equipazo” que le rodea, comandado por Carlos Espinosa, y bajo la promotora cordobesa Riff Producciones.

En otro envite de su marea, sorprendió a todos con la rumba flamenca Volando Voy, el acabose ya para un público totalmente entregado al que no le hacía falta que le tocasen las palmas. Ya lo hacía él mismo. El flamenco resonó de nuevo con Eres, tema de su último disco, que dejó constancia sobre el escenario con otros como Qué importa o Volviste, este último interpretado entre el público de las gradas.

Y tras esta tempestad flamenca llegó la calma para interpretar al piano canciones tan icónicas como Soy afortunado o Que nadie, acompañado de la corista femenina Pucci. Volvió a quedarse a solas para cantar Mujer de las Mil Batallas, uno de los momentos más emotivos de la noche. La última nota al piano dio paso a un homenaje a Elena Huelva a través de las pantallas dispuestas a ambos lados del escenario. La joven, amiga del artista, falleció el pasado 3 de enero debido al cáncer que padecía.

Con las emociones a flor de piel y con la medianoche casi asomando, el público cantó a voz en grito Fue, también de su último disco, y Ya no, de Bailar el viento. Pero, vaya, nada comparado con el gozo y el deleite que supusieron los primeros acordes de Aprieta, otro de los himnos del artista, que quiso despedirse de Córdoba por todo lo alto: con Hasta por la mañana. Si por el público hubiera sido, allí habría seguido hasta el alba, pero el artista ya tenía preparado el final de la noche. Guitarra en mano se despidió de Córdoba con la canción que ha compuesto expresamente para esta ciudad. Para entonces, la flecha del artista ya había calado de lleno.

Y mientras todo esto ocurría, en el tendido 8 estaba Elisabeth, aún sin creerse que el viaje que esta tarde emprendió con sus padres a Córdoba iba a marcar la cruz de su mapa. En tu maleta, llévate de Córdoba toda la fuerza que puedas, que en dos semanas te espera tu toque de campana.

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