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'La muerte no enterrada' de J.R. Barbancho viaja a Cuba

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Marta Jiménez

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La muerte no enterrada es un proyecto de videoinstalación del artista y comisario cordobés Juan Ramón Barbancho que rinde homenaje a todas aquellas personas asesinadas durante la Guerra Civil en Córdoba (1936-1939) por las tropas franquistas y cuyos cadáveres aun se encuentran en fosas comunes o en los campos, a la espera de que se les pueda dar la dignidad que merecen y que sus familias puedan cerrar el triste ciclo de la muerte.

Un proyecto artístico que se pudo ver por primera vez en noviembre y diciembre de 2016 en la Casa Góngora y que ahora viaja hasta el Festival Internacional de Vídeo de Camagüey, Cuba, que se celebrará entre el 22 y 29 de abril organizado por el Consejo Provincial de las Artes Plásticas y el Circuito para la Exhibición, el Desarrollo y la Investigación de los Nuevos Medios (CEDINM) de el país caribeño.

Entre las motivaciones del autor para realizar este trabajo está el hecho de rendir homenaje a los/as fusilados/as, “porque creo que el arte, el buen arte, ha de ser político y social. Creo y defiendo que el arte debe tener una implicación social/política. El arte, como dice Doris Salcedo, no tiene capacidad de sanación, pero nos hace a todos/as más humanos”, explica Barbancho.

El autor también apela a un duelo que lamentablemente en estos casos no es posible, al no haber cadáver que enterrar, “por tanto es un espacio del sentimiento y de la pena que una no se ha podido llevar a cabo en miles de familias”.

Según algunos estudios de psicología, cinco son las etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Ésta última en el duelo. Este es el recorrido que se transita para sanar la pérdida de un ser querido, pero al no haberse podido llegar a la última el proceso está aún por cerrar, de ahí el título de este trabajo. El duelo significa que todo va a estar bien, pero que ya nada volverá a ser igual.

“Investigué en diferentes lugares y archivos disponibles en internet, hay una enorme lista de fusilados, la mayoría hombres, en las primeras semanas después del golpe del 18 de julio, en la provincia de Córdoba, objeto específico de esta obra. De entre ellos, muchos aparecen como fusilados pero no hay constancia de su entierro en los archivos de los cementerios, por lo tanto aún se encuentran en fosas más o menos identificadas. De todos hice una lista de setenta y uno, con sus nombres, edad, fecha de ejecución y profesión”, explica el artista.

La instalación está compuesta por setenta y una bolsas de plástico transparente, cerradas herméticamente, que contienen en su interior un pequeño cuaderno de pastas negras, como un diario, con todas sus hojas en blanco. Los diarios en blanco hacen alusión a una vida que estaba por vivir y que aún no se ha cerrado, pero están dentro de esas bolsas cerradas, creando una metáfora de la vida no vivida, las páginas están en blanco pero ya no se puede acceder a ellas, ya no se puede recuperar ese tiempo que ha segado la muerte.

Por su parte, la videoproyección muestra a un hombre caminando de espaldas, sin saber lo que tiene detrás, como tantos que hicieron ese terrible y final camino. El vídeo se grabó en dos lugares de las afueras de Córdoba, donde hubo fusilamientos, a la hora del amanecer, en el Arroyo Pedroche y en la Cuesta del Espino.

Una voz en off va repitiendo (con la cadencia de diez segundos, como las campanas que tocan a duelo) los nombres, edad, profesión y fecha de ejecución.

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