Bruce Weigl, poeta y exveterano de Vietnam: “Estoy avergonzado de cómo mi país se comporta con el pueblo palestino”
Aunque la primera pregunta no va por ahí, Bruce Weigl se presenta a sí mismo como un hijo de la working class. Y no es un detalle que se deba pasar por alto -los hijos de los ricos no van a la guerra- a la hora de acercarse a la mirada y a la poesía de este exveterano de Vietnam, que está estos días en Córdoba presentando en el festival Cosmopoética la traducción al español de su primer libro, Canción de napalm (Cántico, 2024), un poemario basado en su experiencia en la guerra nominado al Pulitzer en 1988.
Nacido en Lorain, Ohio, cinco años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, su destino, como el de muchos otros cientos de miles de jóvenes hijos de la clase trabajadora, cambió cuando se alistó en el ejército. Buscaba una fórmula para poder tener educación universitaria. Aquella decisión le cambió la vida. Y, aunque no se arrepiente, confiesa que, si sólo pudiera cambiar una cosa de todas cuánto ha hecho en sus 75 años de vida, sería no haber ido nunca a la guerra.
“En casa no había dinero para la universidad. El ejército me ofreció esa posibilidad, pero el precio fue Vietnam”, recuerda este escritor, que, con 17 años, aterrizó en un país que difícilmente habría podido ubicar en un mapa, y con el que ha acabado estableciendo un vínculo de por vida. Un vínculo que, aunque le ha provocado “50 años de pesadillas”, también le ha permitido abrirse a la poesía. “Esa experiencia me cambió de una forma tan profunda que nada ha tenido un impacto tan grande en mí”, confiesa Wiegl, ganador, entre otros, del Premio Robert Creeley, el Premio Literario Lannan de Poesía, el Premio de Poesía Paterson y el Premio Poeta Laureado de Ohio.
Con un tono pausado y reflexivo, el exveterano reconoce que la guerra de Vietnam fue “tanto una maldición como un regalo”. Aunque reconoce el inmenso dolor que le ha causado, también afirma que sin esa experiencia no habría encontrado la poesía. “La poesía me salvó la vida”, asegura, antes de añadir: “Escribo para estar vivo. La guerra fue un caos, un horror sin control. Pero en la poesía, puedo dominar ese horror, darle forma, incluso belleza”.
Un poemario que tardó 20 años en obtener reconocimiento
Wiegl reflexiona sobre esto último. ¿Es difícil aspirar a buscar la belleza poética narrando el horror de la guerra? “Hace años me vino la idea de que si lo que quieres expresar, lo expresas con claridad, siempre existe la belleza. La belleza está en decir la verdad sin tener miedo a las consecuencias”, apunta el autor de Canción de Napalm, un poemario pionero en el sentido de que, a finales de los 60, cuando lo escribió, quienes escribían sobre Vietnam no eran los veteranos, sino los poetas que no habían ido a la guerra.
De hecho, reconoce con cierta ironía que cuando publicó sus primeros poemas sobre la guerra más compleja de la historia reciente en Norteamérica, apenas hubo interés por parte de los editores americanos. “Escribí Canción de napalm en 1968, pero no fue hasta los años 80 y 90 cuando la opinión pública empezó a interesarse por la poesía de los veteranos”, explica, asombrado y honrado de que, casi 40 años después de ser nominado al Pulitzer, aquella obra se haya traducido al español.
Confiesa entonces Weigl su amor por la poesía española. “España es el país de Juan Ramón Jiménez, y aquí la gente ama la poesía de una manera que en mi país no lo hace”, dice con cierta nostalgia, vinculando, además, este respeto por el género con el que se le profesa a la poesía en Vietnam, un país al que viaja a menudo, invitado por sus autoridades.
Volver a Vietnam
En estos viajes ha sido testigo de la transformación del país que una vez fue un escenario de muerte y destrucción. “Al principio, no entendía por qué me trataban tan bien. Pensaba que me odiarían, pero la gente había pasado página”, recuerda con sorpresa. Para Weigl, este proceso de sanación ha sido crucial para manejar sus propios traumas. “Los psiquiatras dicen que volver al lugar del trauma puede ayudar, y en mi caso fue así”, asegura, apuntando que, donde antes sólo había recuerdos de “destrucción y horror”, pudo generar imágenes de “niños jugando en la calle, seguros, sin bombas ni helicópteros sobrevolando el país”.
A pesar de haber encontrado cierta paz al regresar a Vietnam, Weigl admite que el trauma de la guerra nunca desaparece por completo. “Sabemos ahora que lo que le ocurre a una persona traumatizada por la guerra nunca se va. Solo podemos aprender a vivir con ello”, afirma. Sin embargo, Weigl también se muestra resignado: “No pienso si mereció la pena, pero sé que si pudiera cambiar algo en mi vida, no habría ido a la guerra”.
Avergonzado por la postura de EE.UU. con el pueblo palestino
Además de sus reflexiones sobre Vietnam, Weigl no oculta su indignación por la política exterior actual de Estados Unidos, especialmente en relación con los ataques de Israel a los territorios de Palestina. “Estoy avergonzado de cómo mi país se comporta con el pueblo palestino”, declara con vehemencia. En este ámbito, Weigl critica la masiva ayuda militar que Estados Unidos proporciona a Israel, afirmando que “todo ese dinero va a armas”, lo que perpetúa una “pesadilla” en la región.
Para Weigl, la única forma de detener esta situación es que el gobierno estadounidense corte la ayuda a Israel si no detiene su ofensiva contra los palestinos. “Israel depende del dinero de Estados Unidos”, dice, sugiriendo que Washington tiene el poder de frenar la violencia, pero no lo hace.
Esta postura crítica también se extiende hacia el presidente Joe Biden, a quien Weigl culpa de no haber hecho lo suficiente para detener el conflicto. “Sé que no es popular decirlo, pero es lo que siento”, confiesa el poeta, que concluye que es “totalmente inmoral quedarse quieto y mirar la masacre del pueblo palestino. La impresión es que no se puede hacer nada”.
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