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ENTREVISTA

Belén Gopegui: “Escribir es extraño, como tantas cosas”

Belén Gopegui

Marta Jiménez

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En tiempos de individualismo bárbaro, Belén Gopegui sigue creyendo, pensando y escribiendo en y sobre lo colectivo. Esta tarde viene a presentar en Córdoba su última novela, Existiríamos el mar (Random House) y a encontrarse con sus lectores a las 18 h. en el Centro Social Rey Heredia.

Su nueva ficción ilumina a cinco personas que siguen compartiendo piso a pesar de tener más de cuarenta años, sobreviviendo a la precariedad no solo laboral, también vital y de perspectivas de futuro. Un nuevo recorrido por el universo de la autora madrileña: su forma de mirar alternativa, llena de fe en una cultura de la sostenibilidad y de la justicia social.

Sobre todo ello se explaya en esta entrevista cosida entre varios correos y una llamada.

P. Vienes a presentar Existiríamos el mar a un centro social, el Rey Heredia, de Córdoba. Ningún escritor ni escritora que juega en tu liga y que publica en una editorial como Random House suele elegir un escenario como este ¿Es más coherente dar a conocer una novela sobre la precariedad laboral, vital y de perspectivas de futuro en un sitio como este que en una librería?

R. Sin espacios como el Rey Heredia, muchas personas seríamos diferentes. Me formé en un lugar semejante, la Escuela de la Prospe, he seguido vinculada a otros que han surgido, y parte de lo que se cuenta en mis novelas nace de lo que me ha enseñado el aprendizaje colectivo de quienes siguen dándoles vida. Agradezco un montón a las personas que me pusieron en contacto con el CS, y al CS y a la Tejedora que me acojan.

P. ¿Es esta tu manera de formar parte de la resistencia a lo hegemónico?

R. La presentación de un libro es un acto menor, pero mantener con vida los centros sociales forma parte de algo más que la resistencia, forma parte de la existencia de otra manera de vivir.

P. Esta novela practica la política y la ficción ¿Qué puede aportar la literatura en estos tiempos políticamente tan convulsos?

R. La ficción siempre interviene políticamente porque es imposible escribir y leer ficción sin pensar en las historias que nos pasan y en las historias que nos hacen, y en las que no nos pasan y en las que nos deshacen. En El comité de la noche escribí algo que podría responder a tu pregunta: si el poder de una historia tiende a ser ínfimo, lo cierto es que también resulta incontrolable. Por otro lado, la literatura quizá no provoque los cambios inmediatos y radicales que se necesitan, pero puede, a veces, acompañar a quienes, en muy diversos grados, trabajan para que esos cambios se acerquen.

P. Con tu novela, una no puede dejar de pensar en la fragilidad de las vidas-trabajo sobre las que tan bien piensa Remedios Zafra ¿El sistema ha pervertido tanto nuestra concepción del trabajo que atravesamos la espiral de creer que todo trabajo que no esclavice no es un verdadero trabajo?

R. Creo que no hemos perdido la conciencia de que el trabajo puede ser, y hoy en pocas ocasiones, es, un espacio donde practicar o desarrollar las facultades, además de aportar al común. Sucede que, casi siempre, la aportación a entidades cuyos criterios no se comparten y que poco aportan o, a menudo, restan al común, pesa más que lo primero. Hay también trabajos que aportan al común pero que son muy duros y que deberían estar mucho mejor remunerados y darse en unas condiciones mejores. Lo que sucede ahora es una contracción del excedente del que estaban acostumbradas a disfrutar ciertas zonas del mundo y ciertos grupos sociales de esas zonas. Puede que toda la escasez caiga de nuevo sobre las personas a quienes se les expropia horas de vida, pero quizá se equivocan quienes, desde su comodidad, piensan que nadie dirá: se acabó, basta, y comenzará un proceso imparable destinado a organizar la sociedad de un modo más justo y más igualitario.

P. Muchas de las crisis de identidad personal que son signo de nuestro tiempo ¿están directamente relacionadas con el peso, el lugar y la energía que le otorgamos al trabajo en nuestras vidas?

R. En el excelente libro Cambiar las gafas para mirar el mundo [de Yayo Herrero y Marta Pascual] se habla de cómo la información que no puede usarse se convierte en ruido. Hoy que tanto se celebra el aumento de información, no se menciona cómo ha disminuido la proporción entre la información que circula y la capacidad de aplicarla. El consumo se convierte casi en la única manera de poder hacer algo con los conocimientos recibidos, pero es un algo cuyo fin viene dado de antemano.

La expresión identidad personal es complicada, puesto que la identidad siempre es relacional, aun cuando se mantenga un latido de subjetividad irremplazable, ese latido sería distinto en otro lugar con otras relaciones; en cualquier caso, la crisis que mencionas creo que sobre todo procede de que esa energía no se entrega a unos fines elegidos; sin duda la fatiga también cuenta: no obstante, cuando la fatiga obedece a un fin elegido es de una cualidad muy diferente y mucho menos dañina.

P. Me interesa mucho conocer tu mirada sobre la omnipresente derogación o no derogación de la reforma laboral que se discute estos días y el enfrentamiento de dos ministras de distintas siglas, una al lado de los sindicatos y la otra más cerca de la patronal.

R. La lectura de enfrentamiento entre dos ministras es mediática pero no es, estimo, lo que está en juego. En todo caso habría que hablar de cómo una ministra que representa a unas siglas y se atiene a lo acordado tiene que vérselas con las consecuencias de la tensión dentro del partido socialista, de la diferencia entre las ideas que ese partido dice defender y las presiones que recibe y acata. Lo que se está discutiendo ya había sido aceptado, e incluso aprobado en Bruselas, ¿por qué hoy se quiere dar marcha atrás?

Por otro lado, parece claro que la fuerza de los sindicatos es necesaria en este momento pero no es suficiente, hay que organizarse pronto porque se acercan batallas muy duras y somos más pero hay que evitar que prevalezca la dispersión, impuesta por aquellos a quienes beneficia mediante la amenaza, el despido, la compra, el soborno, la explotación y otras estrategias.

P. Dentro de la izquierda se postula el trabajo garantizado como alternativa a la renta básica. ¿Crees que es preferible? ¿Tienes fe en la renta básica universal?

R. Los límites del planeta, de los recursos, de la energía, ya están aquí, y van a alterar sustancialmente las condiciones de vida. Entiendo que con las reglas del capitalismo ninguno de esos dos proyectos es realmente viable y menos aún en las condiciones de ley de la selva acelerada que generará la limitación creciente. En este sentido, considero imprescindible trabajar por una transición ecológica justa, igualitaria, y para ello será preciso empezar a cambiar las reglas del actual sistema económico. Quién sabe si esta crisis no se convertirá en la espoleta que permita hacerlo, porque las empresas capitalistas luchan entre sí, se equivocan, fracasan, tienen que mantener cada día su espurio derecho a apropiarse de la riqueza común, y va a llegar un momento en que eso resulte intolerable.

P. Te ganaste la vida algún tiempo con el periodismo cultural, cada vez más en precario o excluido en las empresas de comunicación, y ni te cuento el que se realiza “en la periferia” ¿Se trata de una precariedad al cuadrado viendo el deterioro del valor del conocimiento y la falta de respeto por la cultura que existe en este país?

R. Recuerdo siempre aquellos versos de Roque Dalton: y vendrán nuevos hombres pidiendo panoramas, preguntarán qué fuimos, quiénes con llamas puras les antecedieron, a quiénes maldecir con el recuerdo. Ya se sabe que las cosas a veces no están tan claras, pero con respecto a la cultura creo que es preciso distinguir la labor de medios alternativos, de proyectos que luchan por existir en las condiciones más justas posibles, que se plantean a quién sirven y por qué, distinguirlos de voces públicas que han estado en todas las fiestas, que nunca se han preguntado de dónde venía el excedente con que se les retribuía ni quién pagaba sus columnas, sus soniquetes, sus discursos.

Como decía, no todo es claro, no siempre hay blancos y negros, pero a veces sí los hay, o hay etapas, o hay textos y comportamientos que pueden ser analizados, sin entrar en juicios morales, sino, simplemente, en interpretaciones sobre lo que se está diciendo y a quién está sirviendo lo que se dice. Digo esto porque hay una falta de respeto a la cultura que tal vez sea explicable, y que, desde luego, no ha sido causada por quienes hoy padecen la precariedad, que es mucha y se ha elevado, en efecto, al cuadrado, con respecto a los tiempos en que empecé en el periodismo cultural en una revista de teatro, El Público, dependiente del Centro de Documentación Teatral dentro del Instituto de las Artes Escénicas y de la Música y hoy, no es casual, desaparecida.

P. Coescribiste con Ángeles González-Sinde los guiones de La suerte dormida y Las razones de mis amigos, adaptación esta última de tu novela La conquista del aire, que dirigió Gerardo Herrero, para quien también escribiste El principio de Arquímedes ¿te apetece volver a conectar el trabajo del cine con la vida?

R. Sinde escribió el guión de Las razones de mis amigos, de la colaboración informal con ella surgió su ofrecimiento para que participara en el guión de La suerte dormida. Hoy podría pensar en alguna historia que contar en un guión, pero sería siempre al hilo de un trabajo compartido, no me considero guionista.

P. Los personajes de Existiríamos el mar exigen el derecho a hacer con su vida algo que sirva, que les permita mantenerse y que, al mismo tiempo, no los destruya. Por ejemplo, Hugo escribe poemas que se reproducen en la novela y que recuerdan a las letras de Milagros, el coro pop salido de un colegio madrileño -que acompañó a Rosalía en Pienso en tu mirá- y que puso tu nombre a un disco en agradecimiento por tus letras ¿Te gustaría seguir escribiendo canciones?

R. No sé si veo parecidas las letras a los poemas de Hugo, en el caso de la novela pertenecen a la voz de un personaje, en el caso de Milagros son letras que nacen para ellas y desde sus propuestas, aunque tal vez haya ideas comunes. Escribir es extraño, como tantas cosas. En mi caso, suelo partir de un conjunto de situaciones que convergen en algo que pide ser contado. Y que tal vez, de nuevo, sí me gustaría, pida ser cantado.

P. Para terminar con esperanza, algo de lo que también hay destellos en la novela ¿podrías contarme la última forma de actuar buena y enriquecedora para el mundo con la que la vida te haya sorprendido?

R. La palabra no sería sorprender porque tenemos presentes a las personas y colectivos que, decía Adrienne Rich, “siglo tras siglo, con astucia,/ sin poder extraordinario alguno,/ rehacen el mundo”. A veces no solo con astucia, sino dejándose la piel y la vida. A pequeña escala, menciono un acto pero hay miles, y apenas aparecen, y ojalá un día haya una manera de observarlos todos de forma casi simultánea, de mencionarlos todos.

Agradecí inmensamente la manifestación del 24 de octubre contra las casas de apuestas que partió de la plaza de Oporto del barrio de Carabanchel de Madrid. Porque es tan fácil no hacer, dejar que avance lo peor, quedarse en casa y decirse: para qué, si no se va a conseguir nada. Y sabemos que hay personas que no es que no quieran hacer, es que no tienen fuerza o no tienen con quién. Por eso, las personas que construyen el quién colectivo son increíbles. Hay una diferencia radical entre el hacer y el no hacer, entre el fuego y el frío, una diferencia que es fácil olvidar, y solo puede haber gratitud para quienes no olvidan y encienden la llama.

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