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Álvaro 'Tarik': “Una fábrica de colores es un sitio muy oscuro”

Selfie de Álvaro Tarik. " Ese punto borroso creo que tiene mucho que ver conmigo".

Marta Jiménez

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Con Álvaro Muñoz -Tarik, Rufus T y ex Yacentes- inauguramos esta sección de selfies, interiores y exteriores, de personajes de la realidad. El músico cordobés, uno de los punkis ochenteros más tenebrosos de la ciudad transmutado en gentleman del pop, celebra este jueves en la sala Góngora los 25 años de su banda más famosa, Tarik y la fábrica de colores, aunque junto a músicos que no pertenecieron a aquella (Fernando Vacas, Eric Jiménez y CC Olivas).

PREGUNTA. Como inauguras esta serie de selfies cordopolitas, nos gustaría que la primera fuese una autopregunta. Aquello que siempre quisiste que te preguntaran pero nunca sucedió…

RESPUESTA. ¿Cuál es ese acorde raro que suena en Por La Noche? El segundo acorde de la estrofa.

P. Y la respuesta es...

R. Es Sol 7 mayor, pero el bajo da una nota rara que origina el acorde más inaudito del mundo. Cuando empezamos a ensayar para estos conciertos, tardamos mucho en descifrarlo. Ya no me acuerdo en qué pensaba cuando escribí esa música.

P. ¿España va tan marcha atrás que alcanzaremos 1989, año de 'Tarik y la fábrica de colores'?

R. Sólo faltaría que nos quitaran Internet y el teléfono móvil. Habrá quien piense que aquellos eran buenos tiempos, pero, en realidad, sólo recuerdan que eran más jóvenes y ligaban más. Lo cierto es que entonces había menos acceso a la información, menos música y peor.

P. ¿Qué fantásticas aventuras ocurren dentro de una fábrica de colores?

R. Una fábrica de colores es un sitio oscuro, muy oscuro. De hecho, no se ve nada.

P. ¿Quien te convenció para la celebración de los 25 años de tu primer grupo?

R. Fernando Vacas. Y tardó un año en conseguirlo. Luego se lo comenté a Eric (Jiménez, batería de Los Planetas y lagartija Nick) , y Eric me dijo “Lo hacemos y toco yo la batería o pones una caja de ritmos, pero no puede haber otro batería que no sea yo”.

P. Entonces, ¿por qué?

R. “Si pudieras ver en la oscuridad y darte cuenta de lo que soy cuando estoy en ella...”

P. ¿Te sigue “venciendo el temor y cada vez que cierras los ojos lo sientes fuerte” o eso ya pasó?

R. Es curioso, pero suelo cantar con los ojos cerrados, porque eso me da más confianza.

P. ¿Resulta muy extraño volver a ser el jefe de la fábrica sin Charly de la Mata (guitarrista del grupo fallecido hace unos años)?

R. Resulta muy doloroso. Cuando Charly murió, lo primero que hice fue llamar a mi madre y llorar al teléfono, como un niño, durante cinco minutos, escondido en un rincón de una plazuela para que nadie me viera. Todavía no me lo puedo creer.

P. ¿Qué huellas dejó aquél primer disco?

R. Canciones como Club Lento, Oh Pequeña, Diez Puertas, Esa Extraña Emoción o Entonces, ¿Por Qué? La mejor huella que puede dejar un disco son canciones que aún se puedan escuchar. Y tocar.

P. ¿Eres un nostálgico?

R. Nunca. Me hace gracia como hay quienes no dejan de refugiarse en un pasado que, paradójicamente, en muchos casos, pasó por encima de sus cabezas. Y todos esos inagotables testimonios sobre “La Movida”. Por favor.

P. Cuéntame qué experimentaremos en ese concierto “irrepetible” del jueves en el Góngora

R. E-mo-cio-nes. Eso que ahora parece ser lo de menos cuando se escucha música.

P. Para muchos, tu reencarnación en Rufus T pasará a la historia como el músico que universalizó el himno andaluz en inglés, una idea que vino de un cabreo...

R. Sí. Me dijeron que cantar en inglés significaba una traición a tu lengua. Dios mío, si seguimos así, acabaremos saliendo al escenario vestidos de tunos. Del cabreo, hice una versión velvetiana del himno de Andalucía, cantado en inglés. Y no quedó mal: “May that be for a free Andalucia, Spain and Humankind”.

P. ¿Qué temas hay ahora mismo en tu playlist? ¿Qué andas escuchando que no debamos perdernos?

R. Nowhere, de Chevalier Avant Garde; Mature Themes, de Ariel Pink; Street Light, de John Maus; Optimistic High, de Chris Cohen; Hinterm Horizont, de Udo Lindenberg; De Buena Familia, De Barrio Residencial, de Linda Mirada. Cosas así.

P. ¿Volverías a resucitar a Yacentes (anterior a Tarik y la fábrica de colores)?

R. Yacentes fue una de las experiencias más interesantes de mi vida, pero era un niño que nació muerto —el nombre le venía de perlas—, por eso no es resucitable. En cualquier caso, les debo muchos buenos ratos y millones de charlas interesantísimas sobre música a Cisco (Casado), Alfonso (Tónicas) y Paco (Conde), personalidades imprescindibles y valiosísimas de la escena musical cordobesa, y que ahora portan ese honor en silencio, sin alardeos, sabedores del punto de inflexión que significaron, de la huella imborrable que dejaron, sin necesidad de reivindicarse ahora con ruido estéril.

P. ¿Y a vivir en Córdoba?

R. Córdoba puede ser la mejor ciudad del mundo, como todas las demás; eso depende del cordobés que cada uno lleve dentro. Me encanta la Córdoba de la poesía, de la música, la pintura, la Córdoba sensible, culta y elegante, la Córdoba misteriosa, musulmana, romana y universal. No me gusta la Córdoba aislada, ramplona, envidiosa y alcahueta. Ni la chovinista. Hay vida después del salmorejo.

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