El viaje de cinco voluntarios de Córdoba al horror de la DANA: “No entréis, es una guerra”
Daniel reconoce que no ha pegado ojo esta noche. Ya lleva varias horas en Córdoba, pero su cerebro aún está asimilando las imágenes que ha visto en las últimas 24 horas, en las que él y cuatro amigos han emprendido un viaje de ida y vuelta para repartir víveres y ropa a los damnificados por el paso de la DANA el pasado martes.
El viaje de estos cinco voluntarios es solo uno más entre los miles de desplazamientos solidarios que está habiendo estos días a la zona cero de la terrible tragedia que ha vivido la provincia de Valencia. Daniel, Miguel Ángel, Antonio, Virginia y David han recorrido miles de kilómetros en un viaje que probablemente no olviden en la vida.
El promotor fue Miguel Ángel, transportista y cuñado de Daniel López, que anunció a su familia su intención de viajar a Valencia para brindar ayuda a los damnificados de la DANA. Daniel, a su vez, lo comunicó en el grupo de la Centuria Romana Jesús Nazareno para hacer acopio de víveres y, al final, también se acabaron sumando Antonio Aguilera, Virginia y David, quienes llenaron dos furgonetas con ropa, alimentos, linternas y otros bienes donados por vecinos.
La madrugada del viernes al sábado, a las 4:30, salieron desde Aguilar. El camino, desde Despeñaperros hasta Valencia ya fue duro por la niebla espesa y la falta de visibilidad. La niebla se diluyó a su llegada a la Comunidad Valenciana, lo que les permitió asomarse al horror del paso de la DANA: puentes rotos, caminos intransitables y comunidades aisladas.
“Esto es una guerra”
A su entrada a Carlet, se cruzaron con un grupo de bomberos de la UME (Unidad Militar de Emergencias) provenientes de Granada. Daniel recuerda que estaban cubiertos de cortes y heridas visibles. Estaban parados en una gasolinera, intentando conseguir combustible en condiciones desesperadas.
Uno de ellos advirtió al grupo de que andarán con cuidado: “No entréis. Esto es una guerra”, les dijo, explicándoles que, si seguían, iban a toparse con un nivel de devastación que no sólo era urbanística, y que, además, existía un riesgo para cualquiera que ingresara sin la preparación adecuada.
A pesar de ello, los voluntarios, movidos por su deseo de ayudar, decidieron continuar avanzando con precaución. Iban en dirección a Catarroja, aunque no pudieron llegar y fueron desviados hacia Catadau.
Por el camino, fueron testigos de la devastación: cultivos arrasados, postes de luz caídos y calles cubiertas de escombros. En el camino conocieron a un agricultor local quien los guió hasta la Policía Local de Catadau y estos los escoltaron hasta la Asociación de Fallas de Catadau, que estaba centralizando la ayuda y el reparto de suministros.
Eran los segundos, tras una comunidad de regantes de Orihuela, en entrar en esta localidad, situada en la frontera de la zona cero marcada por el paso de la DANA. Aún así, parte de ella había sido arrasada. Daniel recuerda que los vecinos les recibieron con gratitud y los despidieron entre aplausos. También que, al hablar con los vecinos de la localidad, descubrieron que las noticias que circulaban no eran alentadoras.
La necesidad de medicamentos para tratar vómitos y diarreas evidenciaba el colapso sanitario que comenzaba a extenderse. La advertencia de los vecinos era clara: no era seguro para ellos, con familias y niños pequeños, quedarse en un entorno donde la descomposición y las aguas estancadas comienzan a anunciar nuevos peligros.
“Un novio de Córdoba para mí”
También hubo momento para el humor, capaz de brotar en las peores situaciones. Como la de una vecina que bromeaba con si no tenían un cordobés para ella. La vuelta, ya de noche, partió con el sonido de los aplausos de aquellos vecinos, que no conseguía tampoco borrar las imágenes.
“Era como si un tornado hubiera arrasado todo”, explica Daniel, que reconoce que lo que más se le quedó grabado fue la advertencia de los bomberos de la UME, quienes les avisaron que había “cuerpos enterrados en barro, túneles con cuerpos”.
De hecho, a pesar de sus deseos iniciales de volver en un segundo viaje, la realidad de la situación los ha hecho reconsideralo. “Vimos lo que vimos, y decidimos ayudar desde aquí, coordinándonos con Protección Civil y las asociaciones locales”, reconoce Daniel, con la voz quebrada, antes de reconocer que la realidad que han vivido ha sido más dura que la que se habían imaginado antes de partir hacia Valencia.
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