De regalo de 15 cumpleaños, un trasplante de hígado y riñón en Córdoba
Carmen es una joven malagueña de 15 años que desde muy pequeña ha estado entre su ciudad natal, Sevilla y Córdoba. Nació de forma prematura y con una enfermedad congénica que afectaba tanto a su hígado como a sus riñones. Aunque esta dolencia no era incompatible con la vida, su evolución sí podía llevar a desarrollar insuficiencia renal y problemas hepáticos graves. Pero el pasado 7 de julio, el Hospital Reina Sofía de Córdoba hizo posible el mayor de los regalos, envueltos entre temperaturas heladas y no en vibrante papel de colores. Ese mismo día fue trasplantada de riñón e hígado, empezando con ello una nueva vida.
Ha sido la propia joven la que ha contado este lunes en Córdoba cómo ha sido su infancia, profundamente “feliz”, y cómo es su vida ahora. La historia de Carmen García es un testimonio de la complejidad de las enfermedades genéticas y la importancia de los programas de trasplante infantil en España.
Desde que la joven nació, ha contado su madre -Encarnación Moreno-, han “viajado” siempre con una pequeña nevera que almacenaba las medicinas que debía tomar para evitar en lo posible cualquier complejidad debido a su enfermedad. Fue una niña que no pudo saltar en camas elásticas “por el miedo a que el arnés pudiera dañar” alguno de sus órganos, tampoco comía los famosísimos Aspitos y en el comedor tenía una dieta especial baja en potasio. Medidas banales para un adulto, pero determinantes para la salud de la pequeña, para quien todo aquello era “normal porque siempre” había vivido así.
Al llegar a los 14 años, cuando el filtrado de los riñones disminuyó de manera preocupante, los profesionales médicos la derivaron de Málaga a Sevilla y, de ahí, al Reina Sofía de Córdoba, centro que lleva desde 1994 inmerso en el programa de trasplante de hígado infantil. Tras una evaluación exhaustiva, se decidió que necesitaba un trasplante de hígado y también se determinó que era candidata para un trasplante de riñón. El proceso no fue sencillo. La espera y la incertidumbre generaron momentos de angustia tanto en Carmen como en su familia. “Como madre, cuando te dicen que el fin es un trasplante, se te viene el mundo abajo”, ha comentado su progenitora.
Sin embargo, una vez que Carmen ingresó en el programa de trasplantes, tanto el equipo renal como el hepático se volcaron en su atención. Todas las pruebas se realizaron en un tiempo récord y la espera para el trasplante se redujo a dos meses. El 6 de julio, la menor celebró sus 15 años y sus nuevos órganos llegaron al día siguiente, cuando su madre vivió “la noche más larga” de su vida.
Tras la cirugía, Carmen fue trasladada a la UCI infantil, donde se recuperó satisfactoriamente. En rueda de prensa, la menor ha expresado su gratitud hacia el equipo médico: “Me trataron muy bien, con amabilidad y cariño. Sin los médicos, no estaría aquí”. Ha destacado no solo el trabajo de los médicos, sino también la labor de enfermeras y fisioterapeutas desde el primer momento en la UCI.
Después del trasplante, la vida de Carmen ha cambiado. Aunque sigue necesitando ciertos cuidados, ha recuperado “la libertad” en muchos aspectos. Anteriormente, su dieta era muy restrictiva y sus actividades físicas limitadas. Ahora, puede disfrutar de una alimentación más variada y retomar algunas actividades que antes no podía hacer, como viajar con amigos.
El caso de Carmen también pone de relieve la complejidad de la coordinación entre diferentes equipos médicos, ya que el trasplante de hígado fue realizado por pediatras infantiles, mientras que el de riñón fue llevado a cabo por médicos de adultos.
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