Preocupante impacto visual sobre el Arco del Portillo a causa de un balcón
El Arco del Portillo es una de las escasas puertas históricas que quedan en pie de la muralla de Córdoba y la única del lienzo oriental. Fue abierto a finales del siglo XIV, ya en época cristiana, para comunicar la antigua medina y villa con el barrio de la Axerquía. Se trata de uno de los rincones más bellos y representativos del casco histórico, víctima en las últimas décadas del abandono y la degradación. Uno de los edificios colindantes fue declarado en ruina y derribado finalmente en 2013. Durante estos 11 años, el solar resultante ha proyectado una imagen deplorable sobre el conjunto monumental, denunciado reiteradamente por los vecinos.
El inmueble ha sido levantado nuevamente y enfila su última fase constructiva. La fachada que da al Portillo incluye un balcón en la primera planta que invade aparatosamente la perspectiva visual del conjunto monumental. Se trata, sin embargo, de una terraza preexistente en el edificio desde, al menos, mediados del siglo XX. Desde el punto de vista legal, los propietarios se han limitado a cumplir la normativa vigente, que, además, obliga a reproducir los volúmenes arquitectónicos del edificio derribado.
Así lo indica un escrito de la Gerencia de Urbanismo al que ha tenido acceso Cordópolis. “El edificio preexistente pertenece al conjunto catalogado de la Calle Feria (…) y establece para la fachada un nivel de intervención de conservación estructural”, argumenta el documento oficial. El escrito recuerda que el Plan Especial de Protección del Casco Histórico contempla la “fiel reconstrucción” de la fachada del inmueble.
El proyecto del edificio para dos viviendas y local de la calle Portillo cuenta con la preceptiva autorización de la Delegación de Cultura y Patrimonio Histórico, según indica la notificación municipal comunicada el pasado 3 de octubre. Este escrito se produce en respuesta a una consulta ciudadana relacionada con el “impacto visual” que el balcón provoca en el Arco del Portillo. La demandante pregunta si el proyecto cuenta con los “correspondientes informes de la Junta de Andalucía y de Icomos”, toda vez que el conjunto monumental está integrado en el área declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En ese sentido, la Gerencia de Urbanismo alega que el informe de Icomos “no es necesario” para tramitar la licencia de obras.
La preocupación de la ciudadana reclamante por la contaminación visual del Portillo no es un caso aislado. Muchos vecinos del barrio han mostrado su inquietud por una intervención que perturba claramente una estampa tradicional del casco histórico de Córdoba. Técnicos consultados por Cordópolis sostienen que, pese a la legalidad formal del balcón, el Ayuntamiento y la Delegación de Cultura podrían haber aprovechado la reedificación del inmueble para ordenar la supresión de la terraza por su evidente contaminación visual de un monumento catalogado y bien de interés cultural.
“Creo que no se debía haber autorizado”, asegura el arquitecto Emilio García y ex gerente de Urbanismo entre 2015 y 2019. Y añade: “Es más importante preservar limpia la imagen del Portillo”. La eliminación del balcón podría haber sido negociada con los propietarios como condición de la licencia municipal, argumenta García, pero el proyecto fue aprobado previsiblemente sin una evaluación detallada del impacto visual que iba a provocar el vuelo del balcón.
La Ley de Patrimonio Histórico andaluza ya define, en su artículo 19, la “contaminación visual o perceptiva” como toda intervención que “degrade los valores” de un bien inmueble protegido o que “impida o distorsione su contemplación”. Y obliga a los ayuntamientos a que tomen medidas en su planeamiento urbanístico para “evitar la contaminación visual o perceptiva”. Parece claro que el balcón del inmueble del Portillo encaja perfectamente en esta cautela establecida por la normativa.
Como gerente de Urbanismo, Emilio García centró su intervención en el expediente del Portillo en mantener la huella de la muralla, cuyo trazado atraviesa toda la calle Feria desde Capitulares hasta la Ribera. El edificio precedente, como muchos otros de la zona, ocupaba parte del lienzo histórico oriental y el criterio de la Gerencia entonces se inclinó por liberarlo para que la muralla quedara visible.
Otros expertos consultados, que han preferido mantener el anonimato, también creen que el Ayuntamiento podría haber hecho un “esfuerzo” por intentar corregir una situación “no demasiado acertada”, pese a su legalidad formal. Máxime cuando ese mismo solar a principios del siglo XX ya fue construido sin balcón, tal como certifica la fotografía histórica que se incluye en este reportaje. “Había argumentos sólidos para cambiar el proyecto”, aduce el especialista.
La parcela construida está sometida a “condiciones especiales de conservación de la muralla”, según estipula el artículo 110 del Plan Especial del Casco Histórico. “Como criterio general, y a reserva de un tratamiento individualizado para cada caso”, aduce la normativa, “se procederá a la conservación in situ y puesta en valor de todo elemento emergente o soterrado perteneciente a las fortificaciones históricas de la ciudad”.
El pintor Luis Celorio, cuya casa linda con el Arco del Portillo, señala que los propietarios han actuado conforme a la normativa, pero estima que el Ayuntamiento podría haber “evitado” el impacto visual ocasionado por el balcón. “No se ha corregido por la inoperancia de la Gerencia de Urbanismo”, lamenta. Décadas atrás, la terraza era incluso más larga y llegaba a tocar el Portillo, pero fue eliminada una parte porque era accesible desde la calle.
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