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Kitty, la gata de Córdoba que ha sobrevivido a 46 minutos de lavado y centrifugado

Kitty, la gata, después de sobrevivir a la lavadora.

Ramón Gutiérrez

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A Kitty, una gata persa de dos años de Córdoba, la llaman la gata milagro. A los que dicen que los gatos tienen siete vidas, Estrella, la dueña de Kitty le podría contestar que son siete vidas y un programa de lavado. Porque esto último es a lo que sobrevivió esta pequeña felina, que hoy, 48 horas después, parece haber mejorado lo suficiente como para que su familia olvide lo ocurrido el pasado sábado.

Para acceder a la lavadora de Estrella hay que cruzar un patio. Al mediodía, el pasado sábado, en plena ola de calor, ni a Estrella ni a nadie de su familia se le ocurrió que la gata, que llegó a su casa hace dos años, podría tener el más mínimo interés en husmear en el cuarto lavadora. Sin embargo, allí estaba.

“Yo no sé de qué manera la gata pasó por el patio y se metió en la lavadora. Si estaba dentro y no la vi o si se me coló en un descuido”, cuenta Estrella, con el nervio del recuerdo agarrado todavía a su voz. Ajena a que Kitty estaba en el tambor, Estrella cerró la puerta, pulsó los botones y la lavadora arrancó.

Una hora después, fue su hija la que fue a recoger la colada, que consistía en algunos trapos y un par de zapatillas. Cuando abrió la puerta, la gata salió corriendo en dirección a la casa. Había pasado 46 minutos dando vueltas, con un programa de lavado y centrifugado que, afortunadamente -dice su propietaria- era para prendas delicadas. Estrella cree que fue eso lo que ha evitado que muriera, puesto que el agua está a 30 ºC y el centrifugado es en frío y lejos de su máxima potencia.

Su veterinario, sin embargo, no se lo explica. Cree que la lavadora debió detectar algo y no centrifugar propiamente. Cuando le llevaron a Kitty, el sábado, su sorpresa fue el encontrarse al animal bien, con las constantes vitales en buen estado y sólo con algún problema de dificultad respiratoria. Dado su estado, se le administró un antibiótico y se la mandó a su casa a estar bajo observación de la familia.

Kitty llegó hace dos años a la casa de Estrella. Era el deseo de las niñas, aunque, según confiesa, todos están enamorados del animal, una gata persa blanca y marrón que, cuando la pelan, se queda en nada, casi un saco de huesos. Poco después de su llegada, la familia adoptó a un hermano, Copito, con quien la gata está siempre.

Tras el susto del sábado, Kitty parece evolucionar bien. Ha comenzado a comer, ha recuperado el ronrroneo y ha vuelto a pasearse por la casa y, salvo por el problema todavía persistente en los ojos, parece evolucionar muy favorablemente. “Un milagro”, dice el veterinario, que sólo conoce historias como la de Kitty que acaban en tragedia.

Kitty sin duda vivió 46 minutos de tragedia, pero, de algún modo, sólo gastó una vida. Aún le quedan seis para vivirla con su Estrella y con sus hijas. Estas, además, tienen muy claro quién es el único culpable: la lavadora.

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