Hermano mayor, pero dentro del armario: “Todo el mundo normaliza que la Iglesia y las Cofradías nos discriminen”
Para Antonio Muñoz Tapia, su vida cofrade tiene un antes y un después de su matrimonio. Tras décadas dentro del armario, este vecino de Doña Mencía, se casó por lo civil con su marido. Su decisión pública le abrió algunas puertas y le cerró otras. Las que que se cerraron, curiosamente, habían estado abiertas durante décadas. Todo estaba bien mientras ocultara su condición sexual.
El caso de Antonio ha saltado a la palestra esta semana, después de que, presuntamente por orden del vicario general de Córdoba, Antonio Prieto, se retirara de la circulación la revista cofrade El Rezaor que incluía un artículo suyo en el que pedía igualdad de trato para las personas LGTBI en las hermandades y en la propia Iglesia.
El artículo censurado, publicado íntegramente por este periódico, era una llamada a la igualdad. Días después, Antonio Muñoz mantiene lo dicho palabra por palabra, y critica la normalización con la que todo el mundo acoge “que la Iglesia y las Cofradías sigan discriminado a las personas LGTBI”.
“Yo sólo pretendía llamar la atención sobre algo que todo el mundo ha normalizado, que la iglesia y las cofradías sigan discriminando. Y parece que nadie se queja. Y es curioso, porque, al mismo tiempo, en el pueblo, todo el mundo me ha dado muestras de apoyo. Pero luego, esto se admite”, afirma Muñoz cuando atiende a Cordópolis.
Antonio cuenta su caso, que cree que es extrapolable a cientos de cofradías y hermandades de toda la geografía nacional. Él fue uno de los fundadores de la Cofradía del Cautivo, de la que fue hermano mayor durante más de 20 años. Tras dejar el cargo, mantuvo su devoción por la Cofradía. Todos aquellos años, cuenta ahora, era un hermano mayor dentro del armario. Y no tuvo ningún problema.
Tras abandonar el cargo, se casó con su marido. Y, desde ese momento, comenzaron los vetos. Desde entonces, se le ha cortado el acceso a la junta directiva de la Cofradía que ayudó a fundar o se ha impedido que llegara a ejercer de pregonero de la fiesta que con tanta devoción vive. “A mí me han dicho claramente que no puedo ser pregonero por haberme casado”, asegura Antonio Muñoz, que acaba de vivir un nuevo veto, esta vez en forma de censura.
El artículo, que llegó a imprimirse, fue retirado de la circulación, y la Iglesia pagó -esta vez de su bolsillo- una segunda reimpresión con el nuevo número, ya sin las opiniones del exhermano mayor del Cautivo. ¿Qué se perdieron los lectores? Un cuestionamiento que iba a la base misma de la fiesta: “El gay viene de maravilla en las cofradías si es para poner flores, arreglar las imágenes, bordar el palio, montar un altar, ¡que la Imagen vaya preciosa!, ¡que la Iglesia quede estupenda! Para eso no hay problema. Para eso estamos todos encantados seas lo marica que seas. Para eso da igual que tu pluma sea más grande que la del casco del romano, porque interesa. A ver cómo iban a salir la mayoría de las cofradías sin todos esos gays a los que después se les desprecia. Para eso sí, pero para tener los mismos derechos que los demás, ¡está claro que no! Y todos callados”, escribía en el artículo retirado.
A mí me han dicho claramente que no puedo ser pregonero por haberme casado
Para Antonio, “es muy hipócrita que todos tengamos claro que toda la labor del colectivo LGTBI supone una parte muy importante de la fiesta, y después todo el mundo aceptemos que se discrimine y que nadie diga nada”. Ese silencio y acatamiento de lo injusto es lo que más perturba al autor del artículo. “Lo curioso del tema es que todo el mundo lo ha aceptado. El propio colectivo cofrade sabe que se discrimina, y lo acepta como algo que hay que asumir”, explica, antes de aclarar que, para vetar el acceso, siempre se buscan “mil excusas”.
“Todos sabemos que si eres gay públicamente y practicante, por decirlo de algún modo, no vas a poder llegar arriba”, afirma este vecino de Doña Mencía, que lamenta que la vinculación entre una fiesta popular como es la Semana Santa y una institución como la Iglesia sea tan firme como para que se acepte esta “discriminación”, que puede llegar a hace mucho daño.
En este sentido, recuerda que hay gente “que trabaja todo el año por su cofradía y que siente que no tiene los mismos derechos que los demás”. “Esto es durísimo”, señala, antes de apuntar que es posible que haya muchos hermanos mayores que son gays y que, sin embargo, no puedan decirlo públicamente. “Yo creo que, ahora me impedirían ser hermano mayor”, confiesa tajante.
A su juicio, la solución pasa por dos líneas de acción: por un lado, que el propio colectivo LGTBI empiece a exigir la igualdad dentro del mundo cofrade; y luego que sean “las propias cofradías las que empiecen a reclamar la igualdad y no toleren que se discrimine a parte de sus hermanos”.
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