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“Debemos prepararnos para lidiar con los incendios, porque vamos a convivir con ellos”

Personal del Infoca trabajando en un incendio en Córdoba.

Carmen Reina

24 de octubre de 2025 19:58 h

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Veranos cada vez más largos, temperaturas cada vez más altas y el abandono del monte son el caldo de cultivo perfecto para los incendios forestales que cada año se producen de manera más virulenta y con más frecuencia. Ponen en peligro el monte y a la población, pero no solo tienen una dimensión medioambiental sino también social y económica, cuyo análisis ayuda a comprender qué medidas habría que tomar para que los fuegos produjeran menos daños. De todo ello ha hablado en Córdoba esta semana Elsa Varela, científica titular en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y, en una charla con Cordópolis, aborda algunas de las claves sobre cómo afrontar los incendios.

Porque, producirse, se van a producir. “El fuego es un elemento de nuestro ecosistema, como lo puede ser la sequía o los rayos. No podemos eliminar el fuego y, en algunos casos, necesitamos que ayude a la dinámica del bosque”, expone. Por eso, advierte, “necesitamos saber convivir con ellos, porque va a ser una realidad en los veranos cada vez más largos”. “Se trata de que el fuego pase sin muchos daños, de saber autoprotegernos, evitar que se acerque a las casas, que sea un fuego de baja intensidad, que pase rápido y sin tantos daños; y que las personas y el ecosistema estemos preparados para lidiar con ello, porque vamos a convivir con los incendios”.

En su charla en la sede del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA) en Córdoba, bajo el título 'Paisajes resilientes al fuego: integración de dimensiones socioeconómicas en la mitigación del riesgo de incendios’, Varela analiza precisamente qué ha ocurrido con el monte en las últimas décadas y qué medidas deberían tomarse respecto a lo forestal y a la población, para que tanto las personas como el paisaje sean capaces de resistir y, en cierta medida, adaptarse a los incendios.

“Hablar de incendios es darnos cuenta de que no solo es un problema medioambiental, sino que es también un reflejo de las transformaciones sociales, económicas y territoriales”, advierte esta experta. “Tenemos que abordar esas dimensiones si queremos gestionar mejor los incendios”.

Ese análisis pasa, en primer lugar, por “entender qué le ha pasado a nuestro paisaje. La superficie forestal ha crecido un 60% desde los años 70. Y eso tiene beneficios, cosas muy buenas, pero también otras consecuencias como es una superficie forestal muy continua que provoca vulnerabilidad, porque hay más superficie para arder”.

Entrevista a Elsa Varela

Bosque en zonas de cultivo abandonadas y viviendas en el monte

¿Cómo se ha producido ese crecimiento de la superficie forestal? Varela explica que, mientras la deforestación es un grave problema en países de África, Asia o América, en Europa no se da esa situación: “Europa está en una transición forestal. Hemos dejado de usar el medio rural, hemos abandonado el medio natural, ya no vivimos de él ni en él. En general, nuestra ganadería está desvinculada del territorio, cada vez hay menos agricultores y ya no vivimos de la tierra. La agricultura es más intensiva y se abandonan zonas de cultivo porque no son son rentables. Entonces, en ellas, el bosque ha entrado y ha ido ocupando antiguas zonas de cultivo. Y también ha habido una reforestación desde mediados del siglo pasado”.

Con todo ello, la superficie forestal -y proclive a arder en un incendio- crece. “Y, en algunos casos además, nos hemos ido a vivir cerca del bosque”, ya sea en primera o segunda residencia, formando lugares muy vulnerables ante un incendio y sin que la población esté convenientemente formada para prevenir y protegerse de los fuegos.

“Ese es uno de los temas que más preocupan, las zonas pobladas en el monte”, señala Varela para apuntar a la necesidad de formar a quienes viven en ese entorno, a tomar medidas para prevenir daños mayores ante un incendio y a hacer planes de autoprotección para “cumplirlos y que la administración verifique que se cumpla”, para lo que “no siempre hay medios para cumplir y hacer cumplir” esas medidas.

Más allá de eso, incide en el papel de los ciudadanos: “Tenemos que concienciarnos de nuestra responsabilidad” para saber cómo gestionar esa realidad, manteniendo debidamente el entorno de la vivienda en el monte, protegiendo el perímetro, de manera que a un incendio no le sea fácil alcanzarla a través de árboles o arbustos en el perímetro, sino que esté desbrozado adecuadamente, por ejemplo, y sabiendo cómo actuar ante un fuego próximo.

La experta pone el caso de los grandes incendios de Portugal ocurridos hace unos años, que dieron lugar a iniciar “un programa nacional de pueblos seguros, con mejoras en la protección civil involucrando a la población para saber autoprotegerse, saber ante un incendio qué puntos son más seguros, cómo actuar y dónde protegerse”.

Bomberos actuando en el incendio de julio de 2025 en la Sierra de Córdoba.

Luego, está el papel de los profesionales ante el fuego, los efectivos de bomberos que luchan directamente con el incendio. “En España hemos hecho bien la tarea de extinción de incendios, para proteger a la población. La extinción es muy importante para que la gente y sus bienes no se vean perjudicados. Pero también necesitamos ver otras dimensiones” de los fuegos forestales para poder prevenirlos y atajarlos, cuando además “los incendios son muy virulentos y cada vez hay más simultáneos”.

Recuperar usos tradicionales del monte para prevenir incendios

En esa prevención, Varela reflexiona sobre “cómo integrar los usos tradicionales” del campo, “la agricultura y la ganadería que hemos abandonado. Lo necesitamos para proteger nuestros paisajes”. Por eso apuesta por “contar con la ganadería extensiva, que además de darnos alimentos de calidad, vive de los recursos del monte y mantiene esos espacios con menos biomasa”, menos combustible ante un incendio.

“Tenemos que ver cómo mejorar los mecanismos para involucrar a pastores y ganaderos”, dice, poniendo como ejemplo la Red de Áreas Pasto-Cortafuegos de Andalucía (RAPCA), pionera en su momento y exportada a otras comunidades. Y apunta al papel de las instituciones para “diseñar esas redes de pastoreo dirigido”, que permitan contar con ganaderos y pastores para realizar esas labores de reducción de la biomasa alimentando a sus animales y, con ello, reduciendo el riesgo de incendio.

Esa labor ayudará también a preservar “esos mosaicos” del paisaje, compuestos por zonas de cultivo, pastizal y bosque, “diferentes ambientes para conservar la biodiversidad y que no sean una única extensión de bosque donde el fuego pueda ser más virulento. ”Tenemos que gestionar los bosques que hay y mantener esos mosaicos, no perderlos“.

Entrevista a Elsa Varela

Incentivos para cuidar el monte: el 70% está en manos privadas

Para ese mantenimiento, Varela apunta a la gestión de la superficie de monte. “El 70% de la propiedad forestal en España es privada”. Y, por tanto, señala la necesidad de “tener incentivos públicos para que se haga una buena gestión” de esa superficie forestal privada “porque todos nos beneficiamos de esa gestión. Hay que premiar la buena gestión”. Porque sus beneficios llegan al conjunto de la sociedad previniendo incendios: “No solo se miden por la pérdida de hectáreas, sino por la pérdida de riqueza para la sociedad, en captura de carbono, en sujeción del suelo, en purificación de nuestra agua que no se ve contaminada por cenizas del incendio...”.

“Nos dan muchos servicios a la sociedad, pero la mayoría del terreno es privado”, expone para incidir en que la pérdida que provocan los incendios, más allá de “maderas y frutos, también tiene otras muchas cosas que nos da valores que perdemos cuando el bosque se quema”. Por eso, aboga, “hay que desarrollar incentivos para una buena gestión del bosque y apoyar esos otros usos”.

Recuperar esos usos tradicionales del monte, tomar medidas de protección y prevención, como formas de contrarrestar los fuegos forestales y tener capacidad de resiliencia. “Adaptarnos a lo que hay, para poder reducir su intensidad y poder convivir con ello, porque vamos a tener que convivir con los incendios”.

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