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Ana Romero, paciente cero de Covid en Córdoba: “No se me pasó por la cabeza que pudiera ser positivo”

Ana Romero, paciente 0 de coronavirus en Córdoba

Juan Velasco

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A Ana Romero le cuesta arrancarse. Median tres llamadas telefónicas antes de que, definitivamente, se decida a hacer memoria y a contar su historia. “No le veo nada de especial”, dirá cuando, le avisen desde el Ayuntamiento de Cabra, para el que teletrabaja, que un periódico de Córdoba quiere hablar con ella sobre su caso de coronavirus.

Y tiene razón Ana en que su historia como paciente de Covid-19 no se distingue demasiado de la que han tenido la gran mayoría de afortunadas personas que han superado la enfermedad -contagio, síntomas, diagnóstico, recuperación-. Sin embargo, lo que diferencia a Ana del resto no es el qué ni el cómo, sino el cuándo. Hablamos con quien es, casi con toda probabilidad, la paciente cero del coronavirus en Córdoba o la primera cordobesa que ingresó por esta dolencia en el hospital, hace justo un año.

En los registros oficiales consta, sin embargo, como la tercera. Pero solo porque su resultado positivo se conoció cuando ya había saltado a los medios el caso del primer paciente, aquel ciudadano italiano que estaba de visita en Córdoba. Para entonces, Ana Romero ya llevaba ingresada varios días en el hospital Infanta Margarita de Cabra, además de haber protagonizado un rosario de entradas y salidas previas del centro de salud de la localidad, donde habían confundido sus síntomas con una neumonía e incluso con una tuberculosis. Hablamos, claro está, de la prehistoria oficial. De cómo se miraba todo esto del Covid en Córdoba antes del 10 de marzo.

A Ana no le cuesta nada hacer memoria de aquellos días. Atiende telefónicamente a Cordópolis desde casa de su padre, al que está cuidando desde que éste contrajo Covid, y, como si consultara su agenda, es capaz de recordar fechas, sitios y diagnósticos concretos.

Febrícula, pérdida de olfato y gusto, malestar general, ahogos continuos y tos

Ana es capaz de localizar los primeros síntomas a finales de enero y recordar cómo ahí siguieron durante casi todo el mes de febrero. En aquel entonces, ella misma atribuye este cuadro a la vacuna contra la gripe que le acababan de administrar. Cuando enumera los síntomas que tuvo, parece un anuncio de coronavirus: febrícula, pérdida de olfato y gusto, malestar general, ahogos continuos y tos, un conjunto de avisos que fue creciendo hasta estallar justo el 26 de febrero.

“Lo recuerdo porque era el cumpleaños de mi padre y porque fue miércoles de ceniza. Ese día me encontraba muy mal y al día siguiente fui al médico, que mandó una analítica, una radiografía e incluso la prueba de la tuberculosis”, relata la mujer, que pasó el puente de Andalucía de 2020 confinada en su domicilio con una “tos salvaje”, incapaz de levantarse y con ahogos continuos.

Tras el puente, se sucederán las visitas al médico, puesto que la situación no mejora. Es entonces cuando, tras hablar con su hija, que es médico, ella misma plantea en su centro de salud la posibilidad de que lo que tenga sea esa extraña dolencia que sale en las noticias y que se está expandiendo como la pólvora por Italia. No obstante, los especialistas, como ocurría en todo el país, le quitan hierro al virus desconocido y cierran el asunto recomendando el uso de aerosoles.

“Yo esos días los pasé muy mal. Porque yo nunca me pongo mala y es que me levantaba de la cama y me faltaba el aire. Me faltaban las fuerzas. Así que, viendo que durante la semana no mejoraba, el día 8 de marzo me fui para Urgencias”, recuerda Ana, que se presentó en el Infanta Margarita con el oxígeno totalmente saturado, y que rememora que es entonces cuando le hablan por primera vez de la posibilidad de hacerle la prueba de coronavirus.

Ese “algo extraño” que aparecía en las radiografías

Sin embargo, lo que le hicieron fue la prueba de la gripe y de otros virus, además de diagnosticarle una neumonía. Sin certezas, ya que, tal y como indicaban las radiografías, análisis y placas, la paciente mostraba en sus pulmones “algo extraño”. “Como yo había tenido una neumonía hace mucho tiempo, pensaban que podían ser secuelas”, explica Ana, que igualmente se quedó ingresada en el hospital en una habitación compartida durante dos días, hasta que finalmente le hacen la PCR.

Fue en la mañana del día 11 de marzo. Habían pasado 24 horas desde que había trascendido el primer contagio de Covid-19 en Córdoba. Ana recibió el resultado de la prueba esa misma tarde.

PREGUNTA. ¿Qué sientes cuando te dicen que es Covid lo que tienes?

RESPUESTA. A mí no se me pasó por la cabeza que pudiera ser positivo. Mucha gente me preguntaba: ¿pensaste que te morías? Y la verdad es que no. No lo pensé. Cuando me lo dijeron, la sensación fue muy rara. Porque nos empezaron a hablar de que la UCI estaba preparada y fue raro pensar que pudiera ponerme todavía peor. Pero, he de decir que no estaba muy agobiada. También es verdad que era muy al principio.

P. Nadie sabía qué era todo esto.

R. No. Fíjate, luego sí me he agobiado. Cuando me dieron el alta y me fui a mi casa y encendí la tele sí que me agobié cuando me di cuenta de la cantidad de muertes que había. Pero en ese primer momento no. Yo creo que no lo piensas, porque estás mal, solo quieres recuperarte y salir de allí.

En el audio que Ana Romero grabó para todas las personas que se interesaron por su estado en el pueblo, y que trascendió a los medios cuando le dieron el alta, decía que, durante su estancia en el hospital, no se había sentido sola en ningún momento. Aquel mensaje fue un hilo de esperanza en lo peor del primer golpe de la pandemia, dado que Ana se había convertido para entonces en la primera paciente de coronavirus en Córdoba que recibía el alta hospitalaria.

Hoy recuerda que aquellos días incomunicada los pasó sin televisor, porque estaba roto, y con el móvil como ventana al mundo exterior. Recuerda que, en el último momento, decidió que prefería pasar su estancia en el hospital sola, mientras su familia guardaba cuarentena en su casa. Recuerda que no existía ningún protocolo para pacientes como ella. Recuerda que las enfermeras la llamaban por teléfono para entretenerla. Recuerda como, poco a poco, fue respirando cada vez mejor, y como, finalmente, tras dar negativo dos veces en la prueba, se le mandó finalmente a casa. 

Secuelas físicas y miedo a la reinfección

Cuando llega a su casa, el 18 de marzo, comienza una nueva fase en su lucha contra la enfermedad. Sí, ha abandonado la soledad del hospital; está en su casa, pero el coronavirus sigue presente, a pesar del alta sanitaria. Tarda semanas en recuperar el gusto y el olfato, sigue sintiendo ahogos y, en verano, tiene un cuadro de erupciones cutáneas producto del virus. El alta médica no la recibe hasta abril, pero no volverá a su puesto de trabajo hasta junio. Antes de reincorporarse, se le hará una nueva PCR. En total, en el último año le han hecho cinco pruebas de coronavirus. Y eso que fue una de las primeras personas en desarrollar anticuerpos.

P. ¿Has sentido que podías volver a contagiarte?

R. Sí. Yo he estado confinada tras salir del hospital. A mí me dijeron que daba igual que lo hubiera pasado. Que era igual que tuviera anticuerpos. Ese miedo es verdad que lo tienes porque, como no sabes si sigues teniendo anticuerpos o no… 

P. ¿Cuándo te has hecho la última PCR?

R. A finales de octubre, cuando mis hermanos, mi marido y mi hija dan positivo. 

En esta segunda oleada, además, también se contagia su padre que, al igual que ella, tiene que ser ingresado por complicaciones graves. Desde entonces, Ana vive con él. Teletrabaja y cuida del padre en su casa.

El estado de salud de su padre es, de hecho, uno de los motivos por los que inicialmente se muestra reacia a contar su historia. Aunque finalmente se decide tras consultarlo con su familia y tras dejarse convencer por el periodista, que le insistía en que hacerlo podía ser terapéutico tras un año particularmente duro, pero del que también se pueden extraer cosas positivas.

En este ámbito, Ana reconoce que lo más duro del coronavirus no fueron aquellos días de febrero y marzo. “Las secuelas psicológicas tienen mucho más peso. Pienso también en lo bueno. Lo malo no es que tengamos que olvidarlo, pero yo creo que hay seguir adelante”, reflexiona la mujer, que centra sus peores recuerdos del último año fuera de los hospitales.

“Yo sigo con mi vida más o menos igual. No podemos estar parándonos y estar recreándonos en lo malo”, resume la paciente cero de la Covid en Córdoba antes de despedirse con un deseo:

Hay que lograr que la vida sea lo más parecida posible a lo que era antes de marzo de 2020

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