El agua del Guadalquivir que no va al mar: un sistema de bombeo aprovecha la última crecida
No, no toda el agua del río Guadalquivir acaba en el mar. De hecho, gran parte de la crecida que ha experimentado el río grande de Andalucía durante estos días tras las intensas lluvias asociadas a la borrasca Nelson es aprovechada durante su lento discurrir hacia Sanlúcar de Barrameda.
En la provincia de Córdoba existen tres embalses cercanos al cauce del Guadalquivir que disponen de un moderno sistema de bombeo que logra capturar parte de la riada para aprovechar el agua sobrante del río. Los bombeos logran impulsar hasta un hectómetro cúbico de agua al día al interior de estos embalses, que reciben otras aportaciones también por las habituales escorrentías. Los tres pantanos que disponen de este sistema son La Breña II, el Arenoso y San Rafael de Navallana.
Según el último informe de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), el pasado domingo, que es cuando el río bajaba más crecido, La Breña II llegó a bombear 0,052 hectómetros cúbicos de agua. Fue la presa que menos agua retuvo. Pero en cambio, el Arenoso bombeó 0,3 hectómetros cúbicos y San Rafael de Navallana prácticamente 0,4 hectómetros. En jornadas anteriores, La Breña II ha llegado a bombear hasta medio hectómetro cúbico al día.
Gracias a estos bombeos se puede aprovechar el agua del Guadalquivir en momentos de escasez. Estos tres embalses, de hecho, siguen teniendo margen tras el paso de Nelson, por lo que el agua que siga fluyendo por el río seguirá siendo aprovechada. La Breña II está al 24% de su capacidad. En su interior retiene prácticamente 200 hectómetros cúbicos de agua. Está recibiendo aportaciones de varios ríos y arroyos. Si dependiese en exclusiva del Guadalquivir necesitaría de 1.200 días de bombeo para llenarse.
San Rafael de Navallana es, quizás, el embalse que mejor aprovecha todos los recursos disponibles. Con el bombeo activo, recibe agua del Guadalquivir. Pero también de sus propias escorrentías. Y ahora, del desembalse del Guadalmellato. Es decir, a San Rafael de Navallana entra agua por casi todos los sitios. Por eso, el lunes se convirtió en el embalse de la provincia que más creció, con un incremento superior a los nueve hectómetros cúbicos. Navallana se aproxima ya al 70% de su capacidad.
Mientras, El Arenoso dispone también de una estación de bombeo que le permite crecer. Este embalse está por encima del 61% de su capacidad, con margen para seguir captando agua. Sus dimensiones lo permiten. Actualmente, retiene ya más de 100 hectómetros cúbicos, aunque tiene capacidad para otros 64 hectómetros más.
La crecida del río es aprovechada de diferentes maneras. En El Carpio, por ejemplo, está la presa de El Salto, una central hidroeléctrica construida en 1922. La fuerza del Guadalquivir en una caída de 12 metros activa sus turbinas, que generan energía eléctrica limpia y sostenible. Se calcula que es electricidad suficiente como para alimentar las necesidades de 3.000 viviendas.
La riada, además, deja limos y sedimentos en las tierras anexas al cauce, que se convierten en uno de los mejores abonos para las tierras del Guadalquivir. Y contribuye a mejorar el ecosistema de un río que hace unos meses apenas si llegaba a fluir y ponía en riesgo su propio caudal ecológico, con miles de especies que dependen de este surco de agua.
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