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Crónica de una contaminación anunciada: los vertidos que han dejado sin agua potable a 80.000 personas

Las tuberías que extraen el agua de La Colada para bombearla a Sierra Boyera

Alfonso Alba

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Los Pedroches no es un valle, aunque tradicionalmente así se le ha llamado a esta comarca del norte de la provincia de Córdoba. Y no es un valle por que no tiene un río. Pero sí que tiene un arroyo, el Guadamatilla y su afluente el Guadarramilla, que a su vez desemboca en el río Zújar. Y el Zújar en el Guadiana. Antes, aún en Los Pedroches, se construyó un embalse en el término municipal de El Viso que fue bautizado con el nombre de La Colada. No entró en servicio hasta el año 2006. Ya entonces, los ganaderos de la que es la principal cabaña de vacuno de leche de Andalucía y muchos alcaldes de la zona comenzaron a recibir cartas de la Confederación Hidrográfica del Guadiana. Las misivas advertían de sanciones por la ubicación de algunas explotaciones ganaderas y por los vertidos que procedían de algunos municipios. El agua que bajaba por el Guadamatilla no iba a ser la mejor.

17 años después, el embalse de La Colada está contaminado. El verano pasado, la Junta de Andalucía ya prohibió el baño en sus aguas (para lo único para lo que se usaba entonces) por la alta concentración de cianobacterias. La orden se la dio la propia Confederación. Además de cianobacterias se había detectado una alta concentración de arsénico. La propia Confederación ha reconocido en el Congreso de los Diputados que desde 2019 ha abierto ocho expedientes sancionadores por los vertidos a este embalse.

El norte de la provincia de Córdoba tiene un problema endémico con el agua. Los 80.000 vecinos que viven en las comarcas del Valle del Guadiato y de Los Pedroches dependen de un pequeño embalse, Sierra Boyera, que oficialmente se secó el pasado 9 de abril. En la peor sequía que se recuerda, la de 1995, en la zona vivían más de 100.000 personas. Aquel verano fue el de los camiones cisterna, el de las duchas racionadas y el de la ruina ganadera. Para evitar que volviera a suceder se decidió construir La Colada. Las obras las financió la Diputación. La Junta de Andalucía se comprometió a construir la red secundaria, las tuberías que llevarían sus aguas a la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) de Sierra Boyera. Pero estalló la crisis de 2008 y las obras se quedaron paradas. Aquel año y los que siguieron llovió mucho y nadie se volvió a acordar de que podía volver la sequía. La Colada se llenó de agua... y de vertidos.

El año pasado, el Gobierno decidió de urgencia conectar La Colada con Sierra Boyera. Se acercaba el verano y se comprobaba cómo no llovía lo suficiente como para recargar el principal embalse. Los trabajos consistieron en la construcción de unas tuberías provisionales que bombearían el agua de La Colada a la ETAP de Sierra Boyera a la antigua usanza, con motores de gasoil. Las obras acabaron a principios de marzo, cuando en Sierra Boyera quedaba un mes de agua.

Desde entonces, los vecinos de las dos comarcas comenzaron a notar cambios cuando abrían el grifo de sus casas. El agua había cambiado de color. Muchos dejaron de beber y se pasaron al agua embotellada. También para cocinar. Por eso, la decisión de este lunes alcanzada por la Junta de Andalucía no ha sorprendido: prohibido beber el agua potable. Prohibido usarla para cocinar. Solo es útil para el aseo doméstico y poco más.

El Gobierno reconoció el año pasado que las aguas de La Colada estaban muy contaminadas. A preguntas del diputado de Vox en Córdoba José Ramírez, el Gobierno aseguraba que según un estudio de la Empresa Provincial de Aguas de Córdoba (Emproacsa) que ha contado con dos informes sobre el análisis de muestras de este agua en dos épocas diferentes -marzo y julio- el agua, además de arsénico, contiene otros parámetros que sobrepasan los niveles establecidos en el Real Decreto 140/2003 del 7 de febrero.

Arsénico

La presencia del arsénico, conocido por su toxicidad, se encontraba en la muestra recogida en marzo de 2022 en un nivel seis veces superior al establecido, en 60 microgramos por litro, cuando la recomendación del Real Decreto que regula los máximos en el agua es de 10. Pero en julio del año pasado, el segundo informe demostraba que este había aumentado aún más, a 72 microgramos por litros. En cuanto al total de plaguicidas que se encontraron en la muestra de marzo fueron 2,54 microgramos por litro; a diferencia de los 3,16 registrados en la muestra del mes de julio. La cantidad permitida por el Real Decreto 140/2003 es de tan solo 0,50.

De estos plaguicidas entre los que se encuentran el aldrín, fluroxipir o la pendimetalina, los dos que han superados los límites establecidos son el glifosato y el AMPA -ácido aminometilfosfónico-. El primero en el mes de julio superaba por cuatro veces los 0,10 microgramos por litro, mientras que el AMPA multiplicaba por 26 su presencia pasando los 0,10 permitidos hasta los 2,66. En cuanto a los parámetros microbiológicos analizados, escherichia coli; enterococo y clostridium perfringens, se han encontrado un número superior del recomendado de enterococos. Estos restos proceden especialmente de los purines vertidos, y no depurados, por las ganaderías al río Guadarramilla, del que se alimenta el embalse de La Colada.

El Gobierno, en su respuesta parlamentaria al diputado de Vox, señala que “respecto al control de las emisiones difusas, se señala que corresponde a la Junta de Andalucía redactar y hacer cumplir el Programa de Actuación aplicable en zonas vulnerables a la contaminación por nitratos, como es el caso de la cuenca de aportación del embalse de La Colada”, y que no se trata de una competencia estatal.

Carbono orgánico total

Una de las maneras de comprobar el nivel de calidad de las aguas se basa en un cálculo: la presencia de carbono orgánico total. El carbono orgánico indica la presencia en el agua de elementos contaminantes, como residuos en descomposición o determinados compuestos químicos. El máximo permitido es de siete miligramos por litro, según el último Real Decreto del Gobierno. En los últimos análisis en el agua que se trataba en Sierra Boyera se habían medido mínimos de nueve miligramos y máximos que se iban por encima de las dos cifras, tal y como han reconocido a este periódico fuentes del gobierno andaluz.

El agua, aún contaminada, sigue siendo agua y se puede depurar y tratar. Pero hacerlo cuando las concentraciones contaminantes son altas es algo muy caro. Hay varias soluciones, y la empresa provincial Emproacsa trabaja en dos, que no darán resultado a corto plazo: aportar ozono o realizar una osmosis inversa.

Lo único que puede dar resultados a corto plazo es algo tan simple como que llueva de manera abundante. Solo un diluvio sobre la cuenca, esta vez del río Guadiato, puede hacer que Sierra Boyera vuelva a tener agua y que se pueda potabilizar y llevar a todos los rincones de dos de las comarcas más extensas de la provincia de Córdoba.

Recuerdos de Iznájar

En el verano de 2005, un descenso repentino en el nivel del agua del embalse de Iznájar dejó sin agua potable a 200.000 cordobeses. Todos los pueblos, salvo los pocos que tienen acuíferos propios, al sur de Córdoba capital vieron cómo se interrumpía el suministro. Fue la conocida como crisis de la terbutilazina, un fertilizante muy usado en el olivar. Iznájar es un embalse al que llegan escorrentías de la enorme cuenca del Genil y en sus fondos, diluidos, también están los fertilizantes usados en la agricultura. Una caída drástica de los niveles del pantano provocó que la planta potabilizadora no diera abasto y que el agua que salía por el grifo no fuese apta para el consumo humano.

De momento, los análisis realizados en la ETAP de Iznájar son positivos. En el embalse sigue habiendo mucha agua. Aunque esté al 19% de su capacidad, este pantano es tan grande que dentro sigue reteniendo 178 hectómetros cúbicos de agua. El riego extraordinario previsto para ya con el que se pretende salvar a los cultivos leñosos de la cuenca del río Genial hará que descienda mucho hasta final de verano. Pero no se teme que alcance el histórico 5% que marcó en 1995. Ese es el escenario que más preocupa a los gestores provinciales del agua.

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