El primer agricultor del Sur de la Península vivió en la Subbética hace 7.245 años
En un estudio multidisciplinar publicado este martes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, un equipo internacional de científicos entre los que participan investigadores andaluces de las Universidades de Huelva y Granada, ha combinado datos arqueológicos, paleo-genéticos (ADN antiguo o aDNA) y análisis de isótopos estables para condensar unos 4.000 años de prehistoria biomolecular ibérica que abarcan desde los inicios del neolítico hasta la Edad del Bronce (5.500 a 1.500 antes de Cristo).
El equipo ha analizado restos humanos prehistóricos del norte y sur de España, destacando los procedentes del yacimiento arqueológico de El Portalón (Atapuerca, Burgos) y el de la Cueva de los Murciélagos de Zuheros (Córdoba), de la que se ha secuenciado el genoma de un agricultor neolítico de 7.245 años de antigüedad, convirtiéndolo así en el genoma secuenciado más antiguo del sur de la Península Ibérica, representante de la Cultura Neolítica de la cerámica a la Almagra, característica de los primeros agricultores de Andalucía.
De los seis yacimientos arqueológicos cuyas secuencias genómicas se presentan en primicia, la mitad son andaluces y más concretamente, cordobeses. Además de la Cueva de los Murciélagos de Zuheros (Neolítico Antiguo), se presentan genomas de la Cueva de los Cuarenta (Neolítico Final) con 5.700 años de antigüedad, cueva que fue descubierta en 2001 por el grupo espeleológico G-40, y del Abrigo rocoso de El Pirulejo, de aproximadamente 4.000 años (Bronce Antiguo), ambos situados en Priego de Córdoba.
Los análisis genómicos se han llevado a cabo mediante ultrasecuenciación de última generación.
Antecedentes
Las migraciones prehistóricas desempeñaron un papel muy importante en la conformación genética de las poblaciones europeas. Hasta la finalización del último periodo glacial, hace aproximadamente unos 11.000 años, toda Europa estuvo habitada exclusivamente por grupos de cazadores-recolectores, pero dos migraciones principales durante los últimos 10.000 años tuvieron impactos masivos en el estilo de vida y el acervo genético de las poblaciones europeas.
En primer lugar, grupos originarios de Oriente Medio y Anatolia fueron introduciendo prácticas agrícolas y ganaderas durante los inicios del Neolítico, cuya cronología inicial se fue escalonando a lo largo de la geografía europea hasta alcanzar la Península Ibérica hace unos 7.550 años. Posteriormente, hace algo menos de 5.000 años, grupos de pastores de las Estepas Pónticas, la llanura que se extiende al norte del Cáucaso entre el Mar Negro y el Caspio, se diseminaron paulatinamente hacia el oeste por el continente europeo.
Puesto que ambos movimientos se originaron en el este, las partes más occidentales del continente fueron las últimas en ser alcanzadas por estas migraciones. Si bien algunos estudios recientes han demostrado que ambas migraciones sustituyeron más de la mitad del patrimonio genético de Europa central y septentrional, “hasta ahora se sabía mucho menos sobre la influencia de estos sucesos en las poblaciones ibéricas, especialmente en las zonas más meridionales como Andalucía, que este trabajo a venido a subsanar presentando las tres primeras secuencias de ADN nuclear de la prehistoria andaluza”, destaca Juan Carlos Vera Rodríguez, Profesor de Prehistoria del Departamento de Historia, Geografía y Antropología, y miembro del Centro de Investigación en Patrimonio Histórico, Cultural y Natural de la Universidad de Huelva.
Durante la Revolución Neolítica, dos migraciones neolíticas independientes extendieron las prácticas agrícolas por toda Europa.
Los primeros agricultores llegaron principalmente a Iberia siguiendo una ruta costera por el norte del Mar Mediterráneo, alcanzando rápidamente Andalucía y el norte de Marruecos. Este estudio demuestra que los neolíticos de la Península Ibérica presentan diferencias genéticas con los agricultores migrantes que se fueron asentando en el centro y norte de Europa. “Ello sugiere que todos los primeros agricultores de Iberia remontan la mayor parte de sus antepasados a los primeros pueblos neolíticos que emigraron a la Península y que las aportaciones posteriores de sus homólogos centroeuropeos fueron menores”, dice la arqueo-genetista Cristina Valdiosera de La Trobe University (Australia), una de la autoras principales y primera firmante del estudio.
Los migrantes neolíticos por la ruta mediterránea muestran una fuerte conexión genética con los habitantes modernos de la isla mediterránea de Cerdeña, por lo que “probablemente podemos considerar a los sardos modernos como descendientes relativamente directos de la gente que difundió las prácticas agrícolas por toda la región mediterránea hace unos 8.000 años”, añade Mattias Jakobsson, genetista de poblaciones en la Universidad de Uppsala (Suecia), otro de los responsables principales del estudio genético.
La llegada de los primeros agricultores neolíticos a Iberia implicó probablemente un pequeño número de individuos.
A pesar de que distintos autores sugirieron otras entradas potenciales de población en Iberia, procedentes de regiones como el norte de África o Europa continental, los investigadores no han encontrado diferencias regionales sustanciales dentro de la Península Ibérica. Torsten Günther, genetista poblacional de la Universidad de Uppsala, también autor destacado del trabajo, dice: “Aunque las diferencias geográficas parecen menores, vemos algunas diferencias con el tiempo debido a la interacción y al intercambio genético entre grupos”.
El estudio indica que los primeros agricultores ibéricos muestran niveles notablemente bajos de diversidad genética, como es el caso del individuo inhumado en la Cueva de los Murciélagos de Zuheros, de manera que la primera oleada de migración oriental que se estableció en la Península a comienzos del neolítico debió ser relativamente pequeña. Tras un período inicial de baja diversidad, las poblaciones recién llegadas crecieron en tamaño y acabaron mezclándose con los cazadores-recolectores locales, aumentando rápidamente la diversidad genética en períodos posteriores, como evidencia el ADN obtenido de las inhumaciones colectivas de la Cueva de los Cuarenta.
El profesor Vera, coautor y responsable de las intervenciones en las Cuevas de los Murciélagos y de Los Cuarenta, destaca que “significativamente, el genoma secuenciado más antiguo de un agricultor neolítico de Andalucía, un individuo masculino de la Cueva de los Murciélagos perteneciente a la Cultura de la Cerámica a la Almagra, coincide a grandes rasgos con otros genomas secuenciados recientemente, procedentes de regiones como Cataluña pero asociados a la denominada Cultura Cardial”.
“El hecho de que los representantes del Neolítico Antiguo andaluz correspondan al mismo flujo poblacional de los individuos asociados a la cultura Cardial, tiene importantes implicaciones, descartando por el momento la vía africana en la llegada del Neolítico a las costas andaluzas. El desarrollo de una cultura material de gran personalidad, diferenciada de las cerámicas impresas propias del mundo cardial de Sur de Francia, Cataluña y País Valenciano, como es la de la cerámica a la Almagra, debió generarse en escasas generaciones. Ello se viene a sumar a las evidencias despejadas recientemente, en estudios en los que también han participado algunos investigadores responsables de este trabajo, en los que se demuestra la influencia directa de los primeros agricultores ibéricos en la difusión del Neolítico, de la agricultura y la ganadería, en el Norte de África, en lugar de la tesis inversa”, afirma Rafael M. Martínez, investigador postdoctoral de la Universidad de Granada participante en el trabajo.
Si bien estudios recientes han demostrado que la migración masiva de los pastores de las Estepas Pónticas durante la transición entre finales del Neolítico y la Edad del Bronce es responsable de una importante renovación poblacional en Europa central, septentrional y en las islas británicas, los autores concluyen en este estudio que la influencia genética de esta migración en los europeos contemporáneos del sudoeste, es decir, los ibéricos prehistóricos, fue mucho menor, como ejemplifican en el caso de Andalucía los resultados del análisis de un individuo enterrado en el yacimiento de El Pirulejo durante los inicios de la Edad del Bronce.
Todos estos datos confirman que la prehistoria genética de Iberia es única, ya que fue influenciada en su mayor parte por la principal migración prehistórica asociada a la introducción de las prácticas agrícolas, la denominada “Revolución Neolítica”.
Una dieta homogénea en los agricultores ibéricos
Los autores también han investigado la dieta de estos agricultores neolíticos a lo largo de casi 4000 años, corroborando que a pesar de la significativa interacción biológica entre grupos culturales diferentes, la cultura agrícola predominó desde el principio y continuó a lo largo del tiempo. El arqueólogo molecular Colin Smith de La Trobe University, autor responsable de los análisis isotópicos de paleodieta, explica: “Curiosamente, aunque vemos una afluencia genética sustancial de ancestros cazadores-recolectores en los agricultores con el paso del tiempo, la dieta de estos primeros agricultores no cambia. Su dieta terrestre es característica de las culturas campesinas y persiste temporal y geográficamente a lo largo de milenios”.
Este estudio ilustra el poder de la investigación interdisciplinar para comprender toda la complejidad de la prehistoria europea. “En general, los resultados del trabajo enfatizan las diferencias existentes entre las poblaciones más occidentales y sus equivalentes centroeuropeas, subrayando la necesidad de estudios regionales detallados que revelen toda la complejidad de las migraciones prehistóricas”, concluye la doctora Valdiosera.
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