La Palma, 3: el palacete donde habitan las musas
En el barrio de San Pedro se levanta una casa señorial del siglo XVIII cuyo patio, antigua salida de carruajes, aúna el color de las flores, la historia de algunos elementos y el arte de su propietario
Se levanta de manera imponente. Es difícil apartar la mirada cuando uno camina por la calle en la que se encuentra. Un gran vano, cuya puerta doble está abierta de par en par, descubre un recinto idílico. El color asoma desde el interior, al igual que cuelga desde el balcón principal del inmueble. Sobre éste, un blasón indica que no se trata de un lugar cualquiera. Tras el zaguán, todo se conjunta de manera cuidada y perfecta. Las flores con el agua. El agua con el arte. El arte con las sensaciones. Sensaciones agradables para todo aquel que guía sus pasos por el patio del número 3 de la calle de la Palma, en San Pedro, muy cerca de la Basílica Menor que da nombre al barrio y nexo de Isabel II y Alfonso XII. Resulta curioso que esas dos vías, que aproximan Regina y Santiago a este punto de la ciudad, tengan nombre de monarcas, pues entre ambas se halla la conocida como casa Trillo Figueroa, que fuera señorial en su origen. Ahí es donde habitan las musas.
La inspiración surge con mayor frescura y facilidad en un espacio como lo es éste, un palacete barroco del siglo XVIII. En concreto, la construcción del mismo data de 1782, si bien los datos sobre su dueño originario son escasos. “La historia de quién hizo la casa no la sé. Mi hermana leyó algo y cree que fue un capitán de los Tercios”, apunta su actual propietario. Manuel Cachinero habla sentado en una estancia adecuada a los tiempos actuales pero que deja al descubierto su uso antiguo. “Esto eran las cuadras. En el poyete era donde tenían para poner la comida a los animales y en la paredes están las argollas para atarlos”, comenta entre materiales de trabajo y alguna que otra escultura. Porque Cachinero es artista y lo muestra cada mes de mayo y durante el año en el patio, que fuera en el albor de la vivienda el lugar de resguardo y de salida de carruajes. Hoy en día es muy diferente.
A lo largo del recinto queda expuesta, en modo alguno, la historia. Un capitel visigodo, otros del siglo XVIII y algunos restos romanos están plenamente integrados en el gran conjunto. “El abrevadero lo he convertido en fuente y también cae el agua. Parece, por la forma que tiene, un sarcófago romano”, señala Cachinero sobre otro elemento de gran valor del patio, presente al fondo, junto a un muro, desde la entrada. El recinto posee además una fuente central, en la que el propietario de esta vieja casa señorial siempre expone una de sus obras. “Este año he colocado una que es una bailarina de cintas, que tiene mucho movimiento”, indica. Tras el zaguán, a la derecha, una figura de San Rafael muy diferente del resto, porque Manuel Cachinero trabaja con acero, cobre o latón, elementos a los que da forma de manera delicada. Cada pieza conjuga a la perfección con un entorno que es también arte.
Para su propietario, “este patio es especial porque está abierto todo el año, se puede ver en verano o en invierno porque está cuidado y bonito”. “Me gustan la plantas y siempre está así (como en mayo)”, agrega Cachinero, quien además argumenta que “es un patio muy distinto al de las casas populares”. Entre otras cuestiones, porque “no hay tantas macetas colgadas”. Ese hecho no resta valor a la belleza y colorido del recinto. “Tiene un limonero, que en todos los patios no lo hay, un mandarino, una buganvilla que está que ‘se rompe’, y este año la celinda le ha cogido en el momento clave y está preciosa”, guía de forma resumida el dueño del número 3 de la calle de la Palma, que también participa en el Concurso de Rejas y Balcones. Manuel Cachinero adquirió el imponente inmueble hace casi cuatro décadas porque siempre soñó con “tener una casa con columnas”. Lo consiguió y le dio color y vida, lo cual agradecen los visitantes. “Disfruto viendo la cara de sorpresa y de alegría que pone la gente. Eso es indescriptible”, confiesa.
Al fin y al cabo no existe mayor reconocimiento que el gozo de quien acude a este rincón del barrio de San Pedro, al que no le faltan los premios. Sobre todo por el uso artístico del agua, hoy extinto. La casa patio participa en el Festival desde hace más de 20 años, después de que su propietario recibiera la recomendación por parte de miembros de la Asociación Amigos de los Patios Cordobeses, a la cual pertenece, al igual que a la de Claveles y Gitanillas. Al observar el recinto, es fácil comprender que Manuel Cachinero desarrolle su trabajo artístico. “El entorno hace mucho. Dicen mucho lo de las musas, y es verdad que las esperamos, pero si estás rodeado de cosas agradables te inspiras más y cuando vas pensando te surgen muchas más cosas”, asegura el propietario de este palacete barroco. En realidad no debe aguardar su llegada, porque las musas habitan junto a él.
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