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Ocaña, 19: el patio de los pendientes de la reina

Patio de la calle Ocaña, 19 | ALVARO CARMONA

Alejandra Luque

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Un pilón romano y unas columnas de la época árabe recuerdan el paso de estas culturas por esta casa del barrio de Santa Marina

Antonia Lucena y su familia llegaron a esta casa del barrio de Santa Marina en 1984. Por aquel entonces, otras tres familias formaban parte de esta pequeña comunidad de vecinos. En su mayoría, mujeres viudas golpeadas por la Guerra Civil.

Aunque los orígenes de este patio no están claros, la galería de madera de la parte superior pertenece al siglo XVII y su estilo cervantino recuerda a las estructuras de la Posada del Potro. Cuando las familias abandonaron el edificio, Lucena y su marido emprendieron un conjunto de reformas, pero con el objetivo de mantener la esencia del patio cordobés.

Durante años, la pareja remodeló el inmueble, eliminó las zonas comunes propias de la casa de vecinos y la escalera exterior, que comunicaba con las viviendas, es hoy interior. Las columnas árabes siguen sosteniendo la estructura y el pilón romano vierte agua como si no hubiera pasado el tiempo.

En 1996 abrieron el patio al público. Y poco ha cambiado. Sigue siendo el mismo. “De él, no hemos tocado nada. Es la esencia de la casa y mi vida”, señala Lucena. La propietaria cuenta que “como está ahora, es como yo lo tengo durante todo el año. Le puedo poner algunas flores más, pero nada más”. Porque Lucena no quiere que su patio sea un museo. “¿Para qué quiero tener un patio de exposición si ésta es mi casa? Por él tengo que pasar para poder hacer vida en este edificio. Necesito que sea accesible por todos lados”, señala.

Desde sus comienzos, este patio popularizó los pendientes de la reina, de todos los tamaños y colores. Las pequeñas dimensiones del recinto obligan a que predominen las macetas y plantas colganderas plegadas de la flor de la plata, hortensias, buganvillas, gitanillas o geranios. A pesar del espacio reducido, Lucena explica que “varios años he llegado a tener más de 500 macetas. Ahora mismo, cabrían más, pero lo veo mejor así y no tan recargado. Por ello tampoco pongo macetones en el suelo”.

Un recorte de prensa situado en una de las paredes del patio permiten saber al visitante que Federico García Lorca estuvo allí. Fue en 1935, cuando el poeta granadino decidió pasar la Semana Santa en Córdoba. Y en su viaje, recaló en este pequeño lugar y en la taberna de las Beatillas, muy cercana a esta casa.

En sus 20 años de participación en el concurso, este patio ha recibido dos accésit en 2003 y 2009, dos menciones especiales en 2001 y 2012 y un premio singular en 2014. Lucena reconoce que “no es un patio muy premiado”, pero su valor no radica en eso. “Para mí, lo importante es la vida que se forma alrededor de él, la convivencia. Mi trabajo sobre él ya ha terminado. Ahora es cuando toca disfrutarlo”, apunta la propietaria.

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