Montilla-Moriles ante el diván
El consejo regulador aprovecha la presentación en Córdoba del vino nuevo de este año para intentar acercarse a la cultura y descubrir en qué falla
“¿Con qué identificas el vino de Montilla-Moriles?”, preguntaba el moderador, el sociólogo Ángel Ramírez. “Con la cata, la feria, las cruces, el folclore, las sevillanas y la música alta”, respondía Esther Casado, de Zum Creativos. Anoche, el consejo regulador de la denominación de origen Montilla-Moriles se sentó en una especie de diván ante una parte del sector cultural y creativo de la ciudad de Córdoba en el Círculo de la Amistad. El objetivo era descubrir, quizás, en qué ha fallado el sector vitivinícola cordobés y, sobre todo, salvar el abismo que le separa del mundo de la cultura y la creación de la ciudad.
El acto, integrado dentro de la actividad Aleluya, se desarrolló tras una cata dirigida de vino en uno de los salones del Círculo de la Amistad. Tras la conclusión del debate, que quedó grabado, se redactará una especie de acta que se plasmará en un documento con el que trabajará el consejo regulador y los bodegueros (en la sala estaba presente el gerente de la denominación, Enrique Garrido). Este diálogo fue presentado por el nuevo presidente de la denominación, Javier Martín, de Bodegas Campos, que acaba de estrenar cargo pero que abandonó la sala junto al ex secretario de la entidad, Manuel López Alejandre.
La cita, denominada Ciudad Creativa y vino nuevo, contó con tres arquitectos. El urbanista Rafael Obrero habló sobre la relación con el vino que es como la de un padre con un hijo, con tres fases. Al principio inspira curiosidad, después llega la negación y por último el descubrimiento. Javier Burón de Colaborativa expuso la necesidad de que los bodegueros fueran honestos con su producto y Gaia Redaelli, que es directora general de Rehabilitación y Arquitectura de la Junta, profundizó en la experiencia de relacionar el vino con Córdoba, citando lo que ocurrió en Milán en los años 80.
El historiador y director de la Casa de Sefarad, Sebastián de la Obra, llegó a arrancar un aplauso en su intervención. Dejó en el debate un concepto con el que identifica al Montilla-Moriles, “un vino difícil”, citando a quien fue su introductor en el consumo de este producto, el periodista Aristóteles Moreno. La poeta Elena Medel habló sobre la relación del vino y la literatura, profundizó en las emociones y citó ejemplos de colaboración de otros marcos vitivinícolas en España con el mundo de la literatura. El pintor Miguel Gómez Losada sugirió la renovación de algunas fiestas del vino como la tradicional Cata, donde citó la contradicción entre un consumo reposado con la música alta y la falta de armonía artística, algo en lo que coincidió con Antonio Blázquez, de El Arsenal. Mientras, el comisario de arte Óscar Fernández, muy reflexivo, habló de una renovación en la que el vino no debería abandonar las tradiciones pero sí evolucionar por otros caminos sin renunciar a su origen y pasado.
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