“El macabro plan” de José Bretón, según el fiscal
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El relato de los hechos considera probado que el padre de Ruth y José quemó los cuerpos de sus dos hijos en la hoguera de las Quemadillas
El fiscal afirma que el móvil de José Bretón para matar a sus hijos Ruth y José, de seis y dos años, fue la venganza por la decisión de Ruth de divorciarse de él y pedir la custodia de los niños. Ya ha sido muy comentado el perfil psicológico de Bretón. Varios informes apuntan a su posible psicopatía, que en su caso se caracterizaba por una nula empatía y unas grandes dotes de manipulación. Según el fiscal, “los niños recibieron escasas muestras de cariño del padre durante su corto período de vida”. Y durante la convivencia matrimonial, el escrito señala que Bretón “ha sido una persona muy estricta y poco afectuosa con su esposa, intentando en todo momento controlar su vida a fin de que la señora satisficiera todas sus necesidades”.
Por todo ello, el escrito concluye que la convivencia de la pareja se fue deteriorando tras el nacimiento de José, el 10 de septiembre de 2009, “hasta que en agosto del año 2011, Ruth le manifestó a su marido que pensaba renovar su contrato de trabajo [en Huelva], y por tanto no se iría a Córdoba con él, como era el deseo del acusado”. Es ahí donde Bretón comienza a planear su venganza.
“A fin de elaborar su plan y de garantizar su perfecta ejecución, desde el 15 de septiembre hasta el 7 de octubre, permaneció durante un número indeterminado de noches en la casa de las Quemadas, haciendo acopio de leña de olivo e ideando el mejor modo de cometer su acción”. Además, el escrito de la Fiscalía sostiene que Bretón “adquirió combustible (...) los días 19 de septiembre, cuando se llevó 49,51 litros, el 23 de septiembre, adquiriendo 70,14 litros, el día 3 de octubre, comprando 76,02 litros y el 7 de octubre de 2.011, 75,44 litros, los cuales necesitaba para su plan”
Con la excusa de la separación, acudió el 27 de septiembre de 2011 a la consulta de un psiquiatra para conseguir que le recetara tranquilizantes “que le pudieran facilitar la muerte de los niños”. Por último, Bretón se empecinó en quedarse con los niños el fin de semana del 7 al 9 de octubre, en vez de cambiarlo a su favor -como le ofrecía su mujer- para acudir a varios encuentros familiares.
Una vez que lo tuvo todo preparado, Bretón quiso comprobar la reacción que podía tener un menor en el caso de perderse y por ello, aprovechando que en la mañana del día 5 de octubre “llevó a sus sobrinos al colegio, los dejó solos durante un breve periodo de tiempo pero los vigiló de cerca, con el fin de verificar la efectividad de la excusa que iba a utilizar tras la muerte de los pequeños escasos días después”, relata el escrito del fiscal.
El 7 de octubre, tras adquirir a primera hora de la mañana los últimos litros de gasoil “que tenía pensado utilizar para hacer desaparecer los cadáveres de sus hijos”, Bretón mantuvo una conversación con Ruth y le entregó un ramo de flores y una carta “en la que le exponía su intención de cambiar y le pedía una oportunidad, solicitándole asimismo que le respondiera en el acto”. Ruth no lo hizo. El acusado se marchó con sus hijos a Córdoba alrededor de las dos de la tarde de ese 7 de octubre y comenzó a ejecutar el plan que ya había concebido.
Al día siguiente, tras haber dormido en casa de su padres y haber pasado de nuevo por la parcela y la casa de su hermana, Bretón salió con sus hijos a toda velocidad hacia la finca. A sus padres les había dicho que había quedado a comer con unos amigos. Y a sus hermanos les conminaba a verse por la tarde en la Ciudad de los Niños. “Durante el trayecto, el acusado paró el turismo y le suministró a sus pequeños un número indeterminado de las pastillas (...) que tenía preparadas para facilitar la muerte de los menores”. Una vez que entró en la parcela a las 13, 46 y cerró la puerta, e “instantes antes de acabar con la vida de sus hijos”, el acusado telefoneó de nuevo a Ruth , “pero al no conseguir contactar con ella porque no quería hablar con él, continuó con sus designios criminales”.
En los momentos siguientes, el acusado, “como ya tenía previsto y muy meditado con anterioridad, prevaliéndose de la mayor fortaleza, confianza y autoridad que ejercía sobre sus retoños, acabó con la vida de sus dos hijos de un modo que no ha podido quedar acreditado debido a que, a continuación, prendió una hoguera que ya tenía preparada en un lugar nuevo de la finca, entre dos naranjos, y que no podía divisarse desde el exterior, avivándose rápidamente gracias al acopio de leña de olivo y de gasoil que estuvo realizando durante los días anteriores (...) Colocando allí los cuerpos de los pequeños Ruth y José, instaló una mesa metálica, apoyada con el tablero en posición vertical, tapando de esta forma un lateral de la hoguera de forma rectangular, protegiendo los dos cuerpos de los niños en toda su longitud y cubriendo la pira de modo que realizó un horno crematorio que alcanzó temperaturas de hasta 1.200 grados, con lo cual rápidamente desaparecieron las partes blandas de los menores y sólo han perdurado algunos huesos, dada su tierna edad”.
Hasta el momento en el que se marchó de la finca, sobre las 17,30, Bretón permaneció junto a la hoguera “arrojando combustible a ésta para conseguir que mantuviera la temperatura perfecta para hacer desaparecer los cuerpos de sus hijos”.
El escalofriante relato del fiscal continúa: “El acusado, una vez que se aseguró que los niños habían sido calcinados por el fuego, salió con su vehículo por la vía principal de acceso a la finca, arrojó en dos contenedores cercanos tres bolsas de basura con los pantalones de trabajo que llevaba puestos para realizar su macabro plan u otros efectos que le pudieran incriminar y dio la vuelta, haciendo una maniobra no habitual, para salir del coche por un camino transversal, con el propósito de despistar el seguimiento de su vehículo ante la presencia de cámaras de seguridad conocidas de antemano”.
Fue entonces cuando Bretón recorrió los 13 kilómetros que separan las Quemadillas del entorno de la Ciudad de los Niños. Allí llegó a las 18.01. Hasta las 18.08 estuvo conversando por teléfono su hermano Rafael. Cuando colgó llamó al fijo de casa de sus padres. Estuvo hablando “137 segundos”. “Una vez que consideró que había transcurrido el tiempo suficiente para hacer creíble la desaparición de unos menores”, a las 18.18 volvió a llamar a su hermano Rafael para decirle que había perdido a sus hijos. Entonces, Bretón volvió al teléfono y llamó a su familia. Hasta las 18.41 no llamó al 112.
Posteriormente, sobre las 20.43 se personó en la Comisaría de Policía Nacional para denunciar que había perdido a sus hijos cuando “conocía perfectamente que no había existido la pérdida de los pequeños porque él era la persona que previamente le había dado muerte a sus hijos”.
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