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REPORTAJE
Vivir a más de 40ºC en infraviviendas de chapa y madera: “Esta no es vida”

Calor en infraviviendas de asentamientos en Córdoba.

María Berral

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El termómetro no ha bajado de los 40 grados durante cinco días de esta semana en Córdoba. Con estas temperaturas, vivir en un piso, incluso con un ventilador, a veces puede seguir resultando asfixiante y, sin embargo, hay a quien este electrodoméstico le cambiaría la vida en estos meses de verano. Porque en infraviviendas construidas con chapas, madera y techos con plásticos, no se pueden permitir este lujo y el calor hace especialmente difícil vivir en ellas.

A las afueras de Córdoba se encuentran asentamientos de personas procedentes el 99% de Rumanía, según datos facilitados por Cruz Roja a este periódico. Repartidos en veinte zonas de la capital, en los meses de verano son casi 200 las personas que viven en estas infraviviendas que, poco a poco, han ido construyendo con lo que han encontrado en la calle.

La mayoría cuenta con algún punto de acceso a agua como un pozo o una fuente, pero el acceso a la electricidad es aún más complicado. Algunos, detalla Eva Arévalo, responsable de Asentamientos en Cruz Roja, cuentan con algún generador “pero que no le da la potencia suficiente”. Desde la organización llevan a estas zonas de la ciudad donde la población rumana se ha ubicado, víveres no perecederos, agua embotellada y productos de higiene, Además, han repartido a estas personas recomendaciones básicas para sobrevivir a las altas temperaturas.

Vidas truncadas y casas sin electricidad

Hace 21 años que Lucía y su marido llegaron a España “engañados por la mafia”, cuentan. Después de trabajar en Huelva y Almería -él como temporero y ella cuidando a los hijos de una familia-, hace dos que viven en Córdoba debido a varios problemas de salud. Su marido, fue operado de un tumor cerebral del que ha sido intervenido cinco veces; ella ha pasado tres veces por quirófano a raíz de una hernia. Sin hijos y sin otra familia, viven en una pequeña estructura que encontraron a las afueras de la ciudad y que han ido remodelando con algún mueble que han encontrado.

Pero la situación en esta casa -si se le pudiera llamar así- “no es vida”, señala Lucía. El matrimonio no tiene acceso a la energía eléctrica, por lo que no pueden ni siquiera tener comida en un frigorífico recogido de la basura. “Todo lo que cocino lo tenemos que comer al momento, porque si no se pone malo”, aclara la mujer. Y mucho menos tienen acceso al agua potable, ya que tienen que traerla desde el barrio de Fátima -en la ciudad- “para poder ducharnos y lavar”. Dicen que ninguno de los dos puede trabajar debido a sus enfermedades, por lo que el único sustento aparte del que le ofrece Cruz Roja es el que puede conseguir su marido. “Él pasa el día pidiendo para que podamos comer”, confiesa.

Pero no toda su vida fue así, “antes trabajaba, pagaba mi alquiler y tenía otra vida pero ahora...es duro”, confiesa Lucía sin poder aguantar las lágrimas. Ahora, con los dos enfermos, todo se les ha complicado. Una situación similar es la que vive Juan y su mujer, ambos con más de 60 años y ella enferma de cáncer de mama. El matrimonio vive con su hija de 21 años y embarazada de seis meses en otro de los asentamientos, en otra infravivienda sin ni siquiera un ventilador, donde el calor en una tarde como las de esta semana se hace insoportable.

Techo de madera y una sombrilla

Con más de 40 grados, se cobijan como pueden debajo de un techo hecho con maderas y al que han colocado una sombrilla de la playa para que aminore la fuerza del sol. Bajo la poca sombra que da, el matrimonio se encontraba sentado esperando la ayuda de los voluntarios que este viernes han repartido lotes individuales con productos no perecederos y con largas fechas de caducidad como galletas, pasta, conservas o cacao.

Juan ni siquiera quiere oír hablar de las temperaturas: “No me preguntes por el calor”. Si acaso, pueden entrar a la casa del vecino -en la que sí hay un ventilador- para refrescarse en algún momento del día, el resto permanecen en sus casas. “Pasamos los días muy mal, no tenemos árboles, ni agua, somos muy pobres”, señala Juan. Además, en su casa tampoco entra dinero, “con 63 años, mi mujer enferma con cáncer que le han operado del pecho y mi hija embarazada, ¿cómo voy a trabajar?”, explica con un escaso nivel de español.

Golpe de calor

Mario llegó a España hace unos doce años junto a sus tres hermanos y lleva desde 2004 en Córdoba. Ahora ya tienen su familia aquí, sus hijos e incluso nietos. Mario explica a Cordópolis, con actitud positiva, que “llevamos bien el calor, estamos bien de salud, eso es bueno ¿no?”. Aunque hace una semana a él mismo le diese un golpe de calor. “Como no teníamos dinero, dije vamos a vender la chatarra que tenemos y compramos comida. Fui a cargarla al camión a las 14:00 y estuve la hora de más calor al sol”, explica.

En casa sobreviven a las altas temperaturas gracias a algún ventilador “que encontramos en la chatarra y así nos vamos apañando”, cuenta. Sin salir de sus casas en las horas de más calor pasan el día en familia, “salgo por la mañana y ya cuando es más de noche, porque antes no se puede”. Las temperaturas en Córdoba, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) no bajarán de los 40ºC tampoco durante la próxima semana. Datos que para cualquiera parecen insufribles, aunque haya para quienes siempre será peor.

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