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Diario del Confinamiento. Islas Feroe

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Juan José Fernández Palomo

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De manera algo paradójica estoy viajando mucho durante este tiempo de confinamiento y pandemia. Lo hago sin salir del barrio, obviamente, y sin consumir sustancias sicotrópicas por si eso ayudase a los viajes, que no lo tengo claro. Entre otras cosas porque a pesar de ser un hombre de mi tiempo, mi relación con las drogas no es muy fluida que digamos.

Viajo porque algún estímulo comunicativo me dispara la excursión. Hoy ha sido ver en un noticiero que se han vuelto a jugar partidos de fútbol con público en las gradas en la Liga de las Islas Feroe.

El archipiélago de las Feroe es un sitio muy raro. Está en el Atlántico Norte y es un estado independiente pero no muy independiente porque pertenecen al Reino de Dinamarca. No sé, yo me lo imagino como si Encinarejo o La Cardenchosa estuvieran en mitad del océano. Un status parecido.

La primera vez que descubrí las Islas Feroe fue en el escaparate de un colmado que hay en la calle de La Espartería. Sobre una fuente de tacos de pescado en salazón había un cartel que rezaba “Bacalao de las Islas Feroe” y una cifra en pesetas/kilo. Una cifra propia de la parte más alejada de mi estratosfera económica.

La selección de fútbol de las Islas Feroe se ha cruzado varias veces con la española en fases de clasificación para las Eurocopas. Siempre le hemos ganado, lo que aumentaba en mi imaginario que el equipo feroés era una autentica “bacalada”.

Aunque viajemos sin movernos no dejamos de ser localistas. Una vez escuché a un vicepresidente de diputación inaugurar la feria de Castro del Río. Se dirigió a la concurrencia diciendo que era “un honor estar en la población castreña, cuna del mejor bacalao y el mejor marisco de España”. Y se quedó tan pancho.

Tengo que decir que yo he comido bacalao secado en Castro del Río, pero no tengo constancia de que hubiera sido capturado o pescado o extraído o cómo se diga de un caladero de las Feroe.

Hubiera dejado una “huella de carbono” muy larga y profunda en su transporte. Pero, vamos, que tampoco creo yo que el bacalao del secadero de Castro lo hayan pescado en la Subbética.

Mi primera novia es hija de guardia civil y nació en la Casa Cuartel de Castro del Río. Pero esa es otra historia.

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