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Diario del Confinamiento | Otras Ferias

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Juan José Fernández Palomo

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Estoy pasando la Feria en mi casa gracias al recuerdo de las ferias del pasado. Y no es que yo sea muy feriante; pero, hay que reconocerlo, tengo muchas ferias.

La Feria de Córdoba tiene particularidades, supongo que como muchas otras. Por ejemplo, su ubicación: una planicie junto a un río con un suelo de capa freática complicada, delimitada por una autovía y junto a un estadio de fútbol en continua construcción que es, en sí mismo, una metáfora work in progress del quiero y no puedo o no sé cómo.

Luego está su calendario: coincide, indefectiblemente, con acontecimientos que pueden desviar la atención. Por ejemplo, anualmente, con la final de la Champions League y, cada cuatro años, con las elecciones municipales. Así, por ejemplo, este domingo podría ser una jornada electoral de recuento y emociones que acabaría en el Arenal de madrugada con gente feliz y otros menos, pero con un denominador común: feria=posible tajada.

Y el domingo que viene sería la final de la Champions que, muy posiblemente, jugaría al menos un equipo español (no uno con su sede social en esta ciudad, pero eso da igual) y, sea cual fuere el resultado, acabaría en el Arenal de madrugada con gente feliz y otros menos, pero con un denominador común: feria=posible tajada.

(Si la jugase el Real Madrid, el ayuntamiento instalaría una pantalla gigante en la zona de encuentro del recinto; si no, dirían que es un dispendio de dinero público y heriría otras sensibilidades.

Todo concejal o concejala de festejos es madridista, no me pregunten por qué).

Este año no hay feria ni fútbol ni elecciones; así que me invade la nostalgia de aquellas ferias del pasado en la que me pasaron tantas cosas hermosas como: hacerme un esguince de regreso a casa, ir al servicio de la caseta atestada, no ser paciente para guardar cola, mear junto al río, volver al que yo creía punto de partida y no volver a encontrarme con la muchacha con la que estaba roneando, olvidarme dónde aparqué el coche de mi padre (prestado o cogido sin permiso, no me acuerdo de ese detalle), entrevistar en directo para un programa de radio a la niña del Exorcista de la Casa del Terror, pagar siete pavos por un extraño “combinado de importación” que parecía líquido de frenos, perder una cazadora vaquera que me llevé por si refrescaba…

En fin. Muchas ferias y todas están de alguna manera en ésta, aunque no lo parezca.

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