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Diario del Confinamiento | El año sin Mayo

Frankestein.

Juan José Fernández Palomo

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Me acosté conociendo el anuncio del burgomaestre de la ciudad y su equipo de que este año no habría Mayo en Córdoba. O al menos eso entendí yo.

En mi sueño he debido trasladarme al año 1816, “el año sin verano” que ocurrió tras un brusco cambio climático y la bestial erupción del volcán indonesio Tambora unos meses antes.

En aquel no-verano una pandilla de artistas pijos se reunió en una mansión junto al lago Lemán, cerca de Ginebra, en Suiza. Era Villa Deodati y allí estaban Lord Byron, Polidori, Percy Shelley y la que sería su esposa, Mary.

Como el inclemente clima los tenía casi confinados en la villa, decidieron jugar a quién escribía la historia más terrorífica. Jueguecitos de pijos románticos. Así, Mary Shelley inventó a Frankestein o el moderno Prometeo, una de las criaturas más terroríficas, fascinantes e icónicas de la cultura occidental.

Con qué perspectiva los cordobeses miraremos desde el futuro este “año sin mayo”. Qué criaturas terroríficas será capaz de diseñar nuestra mente ociosa y ligeramente febril. Con los restos de qué iconos festivos construiremos nuestro monstruo sobrenatural.

¿Acaso una criatura con el rostro deformado tras una reja, con zahones raídos y camisa de lunares? ¿Un venenciador con la cara llena de costurones que nos llena de sangre los catavinos a la entrada de un patio con las flores secas? ¿Jóvenes macilentos de ojos como bulbos que se inyectan los brazos en los escalones de un Bailío derruido…?

No sé. El sueño de la razón produce monstruos.

Creo recordar que la única palabra que pronuncia Boris Karloff en la peli Frankestein, de James Whale es “amigo”, que no está mal. Eso sí; cuando lo hace lleva el cadáver de una niña en sus brazos.

Pero, tranquilos, que es sólo cine, no poneos así.

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