Casas de 'usar y tirar': la vivienda turística en Córdoba
Noviembre no es el agosto del turismo cordobés. Agosto en Córdoba llega en mayo, y eso bien lo saben los hoteleros y los propietarios de viviendas turísticas, legales o ilegales. En un mes como mayo en Córdoba llueven los turistas y crecen las páginas de ofertas por internet. Airbnb es un vergel en mayo.
Noviembre, aunque soleado, es otra cosa en Córdoba. Los hoteles bajan sus precios y muchos de los propietarios o corredores que trabajan con viviendas turísticas aprovechan para retirar sus anuncios, acometer reformas o limpiezas, descansar, y, algunos como Pedro -nombre ficticio-, ponen en orden su situación con Hacienda después de que les hayan pegado “un toque” por los ingresos que les caen desde las plataformas de alquiler turístico.
Para los hoteles y apartamentos turísticos, sin embargo, no hay descanso. Ellos pagan, en su mayoría y con mayor o menor margen laboral, nóminas e impuestos. Noviembre es temporada baja para todos. Pero uno no puede hacer desaparecer su hotel sólo con retirar un anuncio de Internet.
Es un decir, claro. Las viviendas turísticas no sólo no van a desaparecer, sino que poco a poco acabaran siendo absorbidas por el sector hotelero o regularizadas por la administración pública. Pero, mientras eso ocurre, mueven jornales en b en la provincia con más paro de toda España y son una alternativa de usar y tirar para el turista low cost, para familias numerosas o viajeros con mucha ansia de movimiento y el dinero justo. Sean lo que sean, han llegado para quedarse a la ciudad de la Mezquita.
Y en una ciudad récord en materia turística, la irrupción de este modelo ha acabado poniendo patas arriba el sector y cambiando, para bien o para mal, el hábito y la cuota hotelera de la ciudad, el empleo turístico y hasta los propios barrios, en cuyos bares ahora se mencionan, todavía sin cierta preocupación, problemáticas como la gentrificación, el mal comportamiento del turista o el aumento de las quejas vecinales. Todo ello de manera muy subjetiva, claro.
De 9 a 2.075 anuncios, en apenas 6 años
Los datos objetivos son “una barbaridad”, según Manuel Fragero, presidente de la Asociación de Empresarios de Hospedaje de Córdoba (AEHCOR) -en la que, por cierto, están representadas algunas viviendas turísticas-. El pasado martes 7 de noviembre, mientras se hacía esta entrevista, Fragero había contabilizado 1.232 anuncios activos en plataformas como Airbnb o Niumba. De ellos, “837 son de viviendas de alquiler completo y 406 por habitaciones”, especifica el también dueño de Apartamentos Turísticos Alberca, que aclara que lo verdaderamente interesante está en el histórico.
“En Airbnb había en Córdoba en 2011 un total de 9 viviendas. En 2012, ya eran 59. En 2013, son 115. Y en 2014, llegan a 234. A partir de aquí, ya viene el crecimiento exponencial. En 2015 había 533; en 2016, apuntando hacia arriba, 1.273; y ahora se ha estabilizado en 2.075, que es una barbaridad”, expone Fragero, que cifra el precio medio de una apartamento de Airbnb en 71 euros -por los 97,5 euros de un hotel-, en unos 850 euros al mes el rendimiento que se le está sacando en Córdoba a la vivienda turística, que tiene, según AEHCOR, unos datos de ocupación del 43 por ciento -frente al 51% del sector hotelero-.
El presidente de los hoteleros insiste en que él no tiene absolutamente nada contra la vivienda turística, siempre que ésta esté regulada. El problema, a su juicio, viene porque “hasta que no llega la cartita de Hacienda, la gente no se relaja”. “El problema, es que hay propietarios que tienen a gente trabajando de estraperlo, y al final, esto afecta hasta en la creación de empleo. Hay corredores, gente que va entregando llaves, gente que limpia pisos fuera del convenio de hostelería, y eso es una falta de compañerismo”, remata sobre una “competencia desleal” que confronta en gran parte desde la ilegalidad a los hoteles y apartamentos turísticos, que han generado 914 empleos directos este año 2017.
Un nuevo yacimiento de empleo por regular en la provincia del desempleo
Dentro del sector de la vivienda turística también se denuncia esto. Elia, una joven cordobesa que trabaja como anfitriona de dos viviendas distintas desde 2014 lo tiene claro. “La legislación es para todos y el que está fuera de la ley lo sabe perfectamente porque no cumple con la regulación de la Policía Nacional, en primera instancia, ni con el fisco tampoco”, afirma. Curiosamente es Pedro, un “corredor” de pisos de Airbnb que no quiere dar su nombre real, el que hace las gestiones para que Ella participe en este reportaje.
Elia es una de las llamadas “retornadas”. Una joven que vuelve a Córdoba tras pasar una temporada buscándose la vida en Londres y que acaba encontrando un trabajo y una fuente de ingresos alquilando la vivienda familiar con fines turísticos. Todo ocurre, además, coincidiendo con la explosión de este tipo de alojamiento, así que Elia también ha visto cómo aumentaba la oferta exponencialmente. “Ahora tengo muchos más competidores, por lo que eso me obliga a ofrecer mejor calidad, mejor servicio, para seguir defendiendo el status con el que empecé y con el que seguimos”, apunta. Ella es una de las llamadas superhost o super anfitrionas, a las que los clientes puntúan por su simpatía o destreza personal.
A su juicio, al hablar sobre este tipo de alojamiento, hay que poner la lupa en los datos positivos. “La vivienda turística aporta la ciudad de Córdoba muchas más pernoctaciones, desde luego. También es positivo para el comercio de la zona, que se va a ver beneficiado, porque van a subir las ventas. Y en general en toda la ciudad, porque ya no sólo tienen tiempo para conocer la Mezquita y la Judería, sino que se quedan más tiempo y pueden conocerlo todo”, asegura Elia, quien reconoce haber tenido problemas con los vecinos de los pisos que alquila con fines turísticos.
“Se vieron afectados, en un primer momento, por una reacción de miedo contagiosa, además provocada por la desinformación y por no saber. Entonces, tuvimos reuniones y explicamos que nosotros llevamos un registro policial de viajeros como toda hospedería, y que además lo primordial para nosotros es que los vecinos no salgan perjudicados. De hecho es nuestra primera norma: que se cuide la casa como si fuera propia y se respete a los vecinos”, indica la joven.
Este fin de semana de noviembre, Elia ha tenido en las dos viviendas que alquila por Airbnb a una familia de Segovia que ha venido a una boda; a un médico y a su pareja, llegados desde Chile; y a un periodista húngaro que repetía con ella, puesto que ya había alquilado la misma vivienda con anterioridad. Todos han pernoctado, evidentemente.
Sin embargo, ni todos los anfitriones son como Elia, ni todos los visitantes repiten. A pie de calle, en pleno casco histórico hay división de opiniones, pero sólo una conclusión: a más poder adquisitivo, más querencia por la pulcra privacidad del hotel. Las pernoctaciones, independientemente de donde uno pare, siguen siendo un problema en Córdoba.
“Es que es una barbaridad que alguien diga que Airbnb ha conseguido mejorar las pernoctaciones. En volumen de camas, los hoteles y apartamentos, hostales y camping son aún mayor que el de viviendas turísticas. Somos todos un mismo barco, que es la marca Córdoba, y es por esta marca por lo que tenemos que morir”, zanja Manuel Fragero.
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