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La banda sonora de Steven Soderbergh

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Manuel J. Albert

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El compositor Cliff Martínez visita Córdoba para hablar de su trabajo en el cine

Cliff Martínez tenía una banda de rock. Pero no era una banda cualquiera. Eran los Red Hot Chili Peppers. Él tocaba la batería, acompañando a la formación en sus primeros pasos, a mediados de los años ochenta. Solo un par de lustros antes de que los californianos reventasen las listas de ventas de medio mundo. Martínez se bajó de aquel tren en marcha. Internet está lleno de las supuestas razones que le llevaron a aquello. Hoy en día, no le interesa casi nada hablar de esa etapa y prefiere centrarse en divulgar la labor que le mantiene ocupado desde 1989: componer bandas sonoras para la mayoría de las películas de Steven Soderberg. Eso mismo hizo la semana pasada, durante el Festival de Música de Cine Provincia de Córdoba, al que asistió como invitado.

A pesar de su apellido, Martínez no entiende una palabra de castellano. Cuenta que su abuelo era español y que llegó a Nueva York desde algún lugar de la península ibérica que nadie en la familia conoce. Cliff nació en Nueva York en 1954. Y en su juventud, al mismo tiempo que pasaba por distintos grupos y recalaba en los Red Hot, investigaba más y más en las posibilidades del sonido. “Todo empezó con mi fascinación por la música electrónica en los años ochenta”, comenta sentado en el sofá del hall del hotel donde se hospeda. “Estaba muy interesado por cómo se integraba la música y la tecnología, aquello me fascinaba”, prosigue. “Así fue como comencé un largo periodo de trabajo. Hacía extraños collages de sonido con samplers y cajas de ritmos. Y aquello, de alguna forma, llamó la atención de Steven Soderbergh”.

Pero no nos adelantemos. Antes de que la extraña maraña de ruidos llegase a los bisoños oídos del tímido y –por aquel entonces- completamente novato- director de Ocean’s eleven o Traffic, Martínez había comenzado a hacer sus pinitos en la televisión. “Mi primer trabajo real fue poner música a un episodio de la serie de televisión Pee-Wee Playhouse”. Pee-Wee es un personaje infantil prácticamente desconocido en España, pero todavía de culto entre ciertos treintañeros y cuarentones estadounidenses que eran niños en los ochenta.

“El director de aquel capítulo había dirigido antes un videoclip a los Red Hot Chili Peppers y ahí nos conocimos”.Fue durante aquel rodaje cuando Martínez le dio al play. “Le enseñé la música que hacía con los ordenadores y pensó que era perfecta para el episodio de Pee-Wee que iba a dirigir. Así fue como realmente empezó todo”.

No exactamente. Su primer trabajo real para el cine iba a ser todavía más extraño. Del mundo fantástico de Pee-Wee Herman pasó a poner música a alienígenas. “Yo tenía una cinta con mi música de collage circulando por ahí. Uno de mis amigos, que era editor de sonido, la oyó y me pidió que participase en una película que se llamó Alien Nación. En realidad la banda sonora la firmaba Jerry Goldsmith y lo que a mí me pidieron fue que compusiese una música muy específica: la que, en la película, escuchaban los extraterrestres”.

En ese momento entró en juego la casualidad, esta vez transmutada en el editor de sonido de la película Alien Nación. Aquel joven era compañero de piso de Steven Soderbergh. “A través del editor de sonido, Steven y yo nos conocimos, le enseñé lo que hacía, le encantó lo que escuchó y me pidió que compusiera la música para su primera película”. Su título iba a revolucionar el cine independiente de los años noventa: Sexo, mentiras y cintas de vídeo. “Yo tenía claro que el estilo que yo tenía no encajaba de ninguna manera en lo que quería Steven. Pero me dijo con total confianza: ‘No pasa nada, compón otra cosa”.

Aquello fue un flechazo. “Mis mejores trabajos los he hecho con Steven Soderbergh”, confiesa sin dudarlo. Juntos han hecho una decena de películas. Y la confianza entre ellos ya es total. “Steven es el único director que me contrata antes de rodar y me envía el guión antes de hacer la película. Nadie más lo hace”. El conocimiento que tienen el uno del otro es tal que, irónicamente, ya casi ni les hace falta hablar. “Para Contagio, la última película de Steven, bastó con enviarnos cuatro mensaje de texto por teléfono”.

“Creo que he olvidado prácticamente lo que aprendí durante mi infancia con los Red Hot Chilli Peppers. Ha habido cierta evolución como compositor desde que dejé de tocar la batería”, reflexiona para terminar. “Pero creo que en Drive, una de las últimas bandas sonoras que he hecho, existen muchas similitudes con Sexo, mentiras y cintas de vídeo. De hecho, me resulta sorprendente el éxito que ha tenido mi trabajo en Drive, porque es lo mismo que he estado haciendo desde los últimos 25 años”, reconoce entre risas.

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