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Paradigma

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José Carlos León

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Según la RAE, un paradigma es “una teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y el modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento”. Esto último no ha sido así siempre, porque grandes paradigmas de la historia como “la tierra es plana”, “la tierra es el centro del universo” o “España no pasará nunca de cuartos” no sirvieron para avanzar en nada, pero sí para saber que las cosas son así y así iban a ser siempre.

Porque un paradigma es, al fin y al cabo, un acuerdo social que establece reglas de comportamiento y marca unos límites a la acción y, por tanto, a los resultados. Los hay heredados, impuestos o aceptados de forma más o menos tácita. Algunos sirven para algo y otros, la mayoría, para absolutamente nada más allá de facilitarnos la vida en un viaje hacia la certidumbre, aunque esa certeza no quiere decir que sea útil ni mucho menos beneficiosa.

https://www.youtube.com/watch?v=ZW5lLboUeeA

Este fin de semana se han cumplido los 10 años del Mundial de Sudáfrica, de ese día en que fuimos felices, de ese momento que pensábamos que nunca iba a llegar. ¿Dónde estabas el día del gol de Iniesta? Yo estaba en casa de Ramón rodeado de amigos. Entre ellos estaba Christian, francés hijo de emigrantes almerienses al que conocemos desde hace décadas. Ese día se cogió un avión sólo para venir a Córdoba y ver el partido con nosotros, “porque en 1998 lo viví como francés y ahora tenía que vivirlo como español con mis amigos”. Sólo por detalles como ese fuimos campeones del mundo, rompiendo uno de esos techos imposibles con los que crecimos varias generaciones de españoles. En las celebraciones de Las Tendillas y en las copas del Góngora, los más jóvenes se acostumbraban al sabor de la gloria mientras que los treintañeros nos mirábamos felices y perplejos con nuestras camisetas de fracasos viejunos, de decepciones eternas que por fin cobraron sentido. La del codazo de Tasotti, la de los penaltis contra Inglaterra, la del Mundial de Corea…

Había quien decía que los jugadores españoles veían el calendario y sólo echaban en la maleta los calzoncillos necesarios para llegar a cuartos, porque ya no harían falta más. Y aunque ese día tocamos el cielo, todo empezó a cambiar dos años antes, cuando España derrotó a Italia camino del título en la Eurocopa de Austria. En cuartos, contra Italia y en los penaltis… La selección se enfrentó a todos sus demonios en una lucha contra lo imposible, en una batalla contra su Moby Dick particular que se zanjó cuando Cesc batió a Buffon abriendo las puertas de las semifinales.

https://www.youtube.com/watch?v=AbRzOD6ePg4

Siempre habíamos querido ser como los italianos, esos que ganaban hasta jugando mal, tan arrogantes, tan guapos, con sus barbitas de dos días y sus melenitas imperfectamente perfectas. Todo parecía abocado al desastre (a otro más), pero ese día cambió la historia y cayó un paradigma que, como tantos otros, era completamente mentira. Pero habíamos vivido demasiado tiempo bajo su yugo porque nos lo creímos.

En el mundo del deporte hay un caso aún más paradigmático. Se trata del primer hombre que bajó de los 4 minutos en la milla. Durante siglos se creyó que ése era un límite infranqueable para el ser humano, algo físicamente imposible, y que cualquier hombre que bajara de esa barrera colapsaría bajo la presión. Bajo esa premisa, la frontera de los cuatro minutos permaneció inalcanzable para cualquiera que lo intentó, y durante una década el récord del mundo estuvo en 4.01 pese a cientos de atletas aceptó el desafío.

Así fue hasta 1954, el británico Roger Bannister visualizó su objetivo durante meses, creando en su mente un escenario factible y entrenando su cuerpo para un imposible que, al menos en su sistema de creencias, comenzaba a tener visos de realidad. El 6 de mayo ni la pista ni las condiciones eran las mejores ni las deseadas por Bannister. Los astros no se alinearon ni todo estaba a favor. Esperar a que todo estuviera a su favor hubiera sido lo más sensato, pero quizás ese día en que todo fuera perfecto no iba a llegar nunca. El caso es que tras una carrera envuelta en un ambiente mágico, el inglés cruzó la meta con un tiempo de 3:59,40. Había hecho lo que muchos creían imposible. Había hecho historia.

Mucha gente sin embargo, no entendió que lo más grandioso es lo que Bannister hizo para los demás, rompiendo un paradigma invisible y generando una sensación de certidumbre para que cualquiera pudiera lograr lo que hasta entonces era imposible. Nadie había sido capaz de recorrer la milla en 4 minutos y sin embargo, sólo 46 días después de la carrera, el australiano Landy batió su récord. Un año después 37 atletas lo habían conseguido, y al segundo año, ya eran 300 corredores los que lo habían logrado, porque sencillamente sabían que podía hacerse.

Estamos rodeados de paradigmas en muchos ámbitos, y quizás ahora más que nunca, porque el coronavirus ha venido a zarandear nuestras vidas, pero también para cuestionarnos mucho de lo que hasta ahora dábamos por hecho. Piensa en cuál te afecta, cuál condiciona o han condicionado tu vida, qué reglas o límites han condicionado y coartado tus acciones y tus resultados o, lo que es peor, cuál saltó por los aires el día que alguien te demostró que eso que creías firmemente era una mera falacia. Detecta el tuyo y desafíalo, rétalo y plantéate que no tiene que ser verdad, pero puede que te esté jodiendo la vida y apartándote de esos resultados que tanto deseas.

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