Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
La mentalidad
Por Internet también llegan noticias de libros que el poder burdo (de la dominación y la explotación) no quiere que leas; entrevistas, incluso, sobre ese libro inquietante y lúcido de Douglas Rushkoff que dice que los ricos de Silicon Valley dan por hecho un apocalipsis próximo e inexorable; tanto es así, que esta gente, convencida del fin del mundo al que nos avecinan, ha empezado a construirse búnkeres de lujo y ciudades blindadas, al tiempo que persiste en la idea de subirse a un cohete y poner espacio estelar de por medio.
Según Rushkoff, la élite tecnológica que guía (o cree guiar) esta inmensa aeronave del mundo es incapaz de ver algo distinto al precipicio, al fin de la civilización; a esto lo llama ‘la mentalidad’. Y se ponen los pelos de punta, lógicamente.
Me subleva ‘la mentalidad’, ese fatalismo escapista, egoísta, derrotista. Y surgen preguntas. ¿Habita solo en ellos, esos ricos? ¿O su carcoma ha empezado a moldear el pensamiento contemporáneo? Tantas cosas terribles se asumen sin más ni más.
Por eso es hora de repetirnos que el mal uso de las tecnologías se puede prevenir y corregir, que la epidemia de Fentanilo se puede parar, que a cada sufrimiento personal y colectivo hay que buscarle sin descanso un remedio; que lo hay.
Su ‘mentalidad’ no puede ser la nuestra.
El otro día, el secretario general de Naciones Unidas dijo que “la humanidad ha abierto las puertas del infierno”. Recordando la frase, mi cabeza loca dibujó al hombrecillo de las viñetas del eterno Forges, respondiendo: “Pues vayámosla cerrando”.
Después, imaginé un futuro muy distinto del temido por esos multimillonarios de ‘la mentalidad’. Y era algo así: La rectora de una universidad africana donde el alumnado más brillante quiere estudiar ingeniería ambiental divisa un paisaje reforestado y gente en bicicleta mientras está retocándose el maquillaje en el espejo de un envase vintage de Paco Rabanne, toda una reliquia cosmética en 2066. ¡Uf! El mundo no se despeñó.
Puede que ‘la mentalidad’ sea una trampa de unos pocos y hay que desactivarla a tiempo. ¿Cómo? Empecemos leyendo ‘Grito hacia Roma’, el poema de Lorca elegido por el Instituto Cervantes para celebrar el Día Europeo de las Lenguas y que termina así: “… porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra/ que da sus frutos para todos”.
Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación
Sobre este blog
Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
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