Expectativas frente a realidad
Pues ya estamos de vuelta. La verdad es que he echado de menos el no escribir y tener comentarios sobre el post semanal. Así que lo reconozco, estoy enganchado a este blog.
Después de estos días de reflexión cofrades hay muchos temas que me han surgido, algunas ideas que no sé si las llevaré a cabo. Pero, desde luego, curiosas sí que han sido. Y como anécdota, un mensaje de apoyo de una antigua compañera del colegio, a punto de dar a luz a su sexto hijo (ahí lo dejo), que desde Panamá me cuenta que me lee todas las semanas. Vamos, que me vine arriba, la verdad.
Como muchos otros, esta semana he disfrutado de nuestras calles, de reencontrarme con gente y de escuchar opiniones de todo tipo y sobre todo. Si hay una cosa que la Semana Santa te da, independientemente de si te gusta o no, de si sabes del tema o tampoco, es que aquí todo el mundo opina. Todo el mundo habla sobre los pasos, las bandas, los costaleros, los capataces y, en resumen, de toda la cofradía. Emitiendo juicios positivos pero sobre todo negativos, que es lo que más le gusta al personal. La Hermandad puede trabajado enormemente y puesto todo su esfuerzo e ilusión en preparar su día grande lo mejor posible, para que la cofradía lo haga de manera digna y guste a todo aquel que vaya a verla. Porque hay muchos seguidores, mucha gente aficionada que está deseando ver la cofradía en la calle, disfrutar de sus estrenos, ver los pasos, las bandas y vivir el momento. Algunos ponen muchas expectativas en ver todo ello. Incluso, muchos de los turistas que vienen de fuera, lo hacen atraídos por esas expectativas que se les han creado con imágenes, vídeos, fotografías magníficas, ambiente excepcional y otros aspectos.
Qué importante es que luego no se decepcionen. Porque cuando nos creamos expectativas, nuestra ilusión vuela, y eso luego es muy difícil de controlar. Pero aún es más difícil de solventar cuando esas expectativas se defraudan. Siguiendo con el símil cofrade, aquellos que salen a las calles a ver a las cofradías están deseando que sus mayores expectativas sean cubiertas; incluso ansían que se les sorprenda, cada uno dentro de lo que más le gusta: música, capataces, guión procesional, etc. Aquí hago un paréntesis para hablar de aquellos que, aunque la cofradía vaya “de lujo” (argot cofrade), siempre se quejarán y dirán que no les gusta. Esos no tienen expectativas, directamente van a criticar. Así que no los tendremos en cuenta. Pero el resto va con su objetivo claro.
Escuchar al público cómo admiran lo que ven, contentos y emocionados, es maravilloso. Igual que en carnaval o feria, en definitiva, todo en esta vida tiene unas expectativas, que dependen por supuesto de cada uno.
En el mundo de la empresa pasa absolutamente igual. Con el añadido de que, encima, hay un aspecto económico de por medio. Cuando un cliente cuenta con nosotros para su empresa, independientemente de que él ya sabe que tiene un coste de por medio, está depositando unas expectativas en nosotros y no se le puede defraudar.
Siempre digo que es mejor dejar las cosas claras desde el inicio, no dejar rienda suelta a la posible imaginación y generación de expectativas, que luego puedan suponer un problema en la relación. Últimamente uso mucho la frase “no tengo una varita mágica”, y creedme, mejor poner sobre la mesa de primeras qué es lo que podemos hacer que dejar a la voluntad de la imaginación nuestras capacidades. Más aún, cuando el cliente recurre a nosotros por un problema, ahí sí que es crucial marcar los límites.
No lo olvides, la realidad puede ser mucho más dura, y si la expectativa era grande, será imposible reconducir la confianza. Por eso, sé sincero en tus capacidades y no dejes abierta a la imaginación nada que no seas capaz de cumplir. Así, nunca decepcionarás. Es mas útil sorprender positivamente, pero más fácil decepcionar frente a unas expectativas.
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