La dieta mediterránea
El término “dieta mediterránea”dieta mediterránea fue utilizado por primera vez tras un estudio realizado por la Fundación Rockefeller en 1948 en la Isla de Creta, con el objetivo de investigar los parámetros que influían en la salud de los griegos. Posteriormente estos datos fueron analizados estadísticamente por L.G Allbaught en un informe titulado Crete: A Case Study of an Underdeveloped Area, donde se demostró que la alimentación cretense se basaba en aceitunas, cereales, legumbres, frutas, verduras y plantas silvestres y una muy limitada cantidad de carne lácteos de cabra y pescado. El término fue popularizado después por Ancel Keys, que realizó un estudio epidemiológico de 1958 a 1964 denominado “Coronary Disease in Seven Countries”, donde analizó siete países con el propósito de conocer sus estilos de vida y recopilar datos que terminaron dando nombre al patrón alimentario seguido en algunas poblaciones objeto del estudio situadas en la cuenca mediterránea. Finalmente en 2010 la dieta mediterránea fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad a propuesta de España, Grecia, Italia y Marruecos.
Entonces: ¿Seguimos correctamente la dieta mediterránea o en algunos casos en lo único que nos parecemos es que nuestro país se encuentra en la cuenca de tan precioso mar?
Como no podría ser de otra forma, la respuesta es NO, NO y ¡NO! Viviremos en el paraíso mediterráneo, pero no hacemos de tan preciada alimentación el pan nuestro de cada día.
Y… ¿en qué se basa realmente la dieta mediterránea?
- En un alto consumo de verduras, frutas frescas, frutos secos, legumbres, cereales integrales y pescado.
- En segundo lugar en un menor consumo de huevos y productos lácteos.
- Por último en un uso más bajo de carne, especialmente de cerdo, oveja y aves de corral.
Su principal característica es el uso del aceite de oliva y el consumo de vino tinto con moderación durante las comidas. Salvo por el vino (que no debería estar incluido en las pirámides alimenticias), y el bajo consumo de huevos (no nos suben el colesterol del malo), el seguir una alimentación mediterránea es de gran importancia para tener un estilo de vida saludable y prevenir enfermedades. Porque… más vale prevenir que curar, ¿no? ¿Y si en vez de tanta pastillita utilizáramos la alimentación para corregir desórdenes nutricionales?
Si le damos una pensadita y hacemos un ejercicio de retrospectiva e introspectiva, la dieta mediterránea actual difiere muchísimo de las costumbres de un pasado relativamente reciente, ya que se ha extendido el uso de azúcares y harinas refinadas, alimentos industriales y las grasas de mala calidad se han ido colando en nuestras casas aunque sigamos utilizando el aceite de oliva.
Por favor, no sucumbamos a la típica premisa “de algo hay que morirse” ya que será mejor “morirse de viejos que de enfermos”. No es normal que personas que no llegan a la cuarentena ya tengan patologías crónicas y tratamientos farmacológicos de por vida.
Si queremos retomar la auténtica dieta mediterránea deberíamos:
- Evitar consumir productos industriales y si comes croquetas algún día que sean caseras de verdad, de esas que hay que liarlas y prepararlas con cariño y que fríes con un buen aceite que conserva su color. Si de verdad fueran caseras o “como las de tu abuela” no habría paro en aquellas ciudades donde hay una fábrica de este tipo, pues no darían abasto contratando personal experto. Yo me paro a pensar en las croquetas de mi madre y se las está perdiendo el mundo. Supongo que en este sentido cada uno tenemos nuestro croquetero o croquetera de referencia y nos lo estamos imaginando ahora hecho un empresario.
- Consumir alimentos de temporada. No hay nada mejor que ir al mercado y ver esos puestos de fruta y verdura y llevarnos a nuestra casa lo que la naturaleza nos dé en ese momento. Lo mismo digo para el pescado de temporada y la carne que tu carnicero te prepara tan concienzudamente.
- Que sea baja en grasas saturadas, es decir, moderar el consumo de carne roja y productos derivados.
- Que no incluya grasas trans. Se encuentran en productos industriales, panificados, horneados, golosinas, fritos, margarina, algunas carnes y ciertos lácteos. Elevan el colesterol malo (LDL) en sangre, triglicéridos etc.
- Continuar con nuestra maravillosas grasas poliinsaturadas como aceite de oliva, frutos secos, semillas, aguacates etc.
- Dejar de un lado un poco la proteína animal y sustituirla por la vegetal.
- Aumentar el consumo de: fruta, verdura, frutos secos y legumbres. De esta forma estaremos nutriendo nuestro organismo con antioxidantes, fibra, vitaminas, minerales y nos sentiremos bastante mejor.
Como decía un profesor de matemáticas que tuve en el instituto. ¿Fácil, eh?
Si comes bien hoy, tu cuerpo te lo agradecerá mañana.
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