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Buffet libre incluido

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Vanesa Cortés

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Y llegan las vacaciones… y nos vamos a pasar unos días en un hotel con buffet libre junto con nuestra pulserita del “todo incluido” y pensamos: “Me voy a poner las botas”, actuando como si no hubiera un mañana. Lo malo es que sí hay un mañana… y llega antes de lo que pensamos.

Es común que cuando sucumbimos a este tipo de oferta, volvamos de nuestras deseadas y merecidas vacaciones con algún kilo de más y el estómago destrozado. En este momento echamos una miradita hacia atrás y pensamos que tal vez deberíamos haberlo hecho mejor, que no nos han merecido la pena estos atracones y que llega el momento de empezar a cuidarse un poquito. Y digo yo: ¿y si nos cuidamos todo el año? 

Para que disfrutemos sanamente de nuestras deseadas vacaciones, voy a dar una serie de recomendaciones muy fáciles de poner en práctica.

Una vez en el restaurante del hotel, daremos un paseíto por todas las mesas para ordenarnos un poco la mente y así poder elegir de antemano.

La primera comida del día: el desayuno. Cuando aterricemos en el lugar en cuestión, nos encontraremos con varias mesas llenas de bollería, pan, embutido, fruta, cereales, huevos, salchichas, bacon, verduras salteadas… Mi consejo es que nos decantemos por un primer plato de fruta, que suele estar cortadita y con muy buena pinta, seguida de unos huevos revueltos o tortilla con alguna verdura y nuestro café o infusión. Si incluimos la bollería estaremos incrementando el contenido calórico muchísimo además de sumar ingentes cantidades de azúcar que son innecesarias para nuestro organismo.

Debemos tener en cuenta lo que nos decían nuestras abuelas y madres: “Comes más con la vista que con el estómago”. Eso es una verdad como un templo (las madres y abuelas siempre llevan razón) y, señores, no es lo mismo el hambre para mantener el equilibrio del organismo que el hambre hedónica, y esta última es la que nos domina en esas situaciones. Utilizar un tamaño de la vajilla mediano o pequeño nos sirve de mucha ayuda para controlar el hambre caprichosa. Tened en cuenta que la comida de los buffets es altamente palatable, y claro, su alto contenido en grasas, azúcares y sal, hace que aumente el deseo por este tipo de comida produciéndose un incremento en la ingesta.

Llegados al medio día, otra vez el mismo cantar. Mesa de ensaladas, carnes en salsa, fritangas, pastas y arroces. Algunos hoteles tienen a disposición de los clientes una plancha en estos buffets, en la que por pereza no nos paramos. Mi recomendación es que elijamos un primer plato compuesto por verduras, o una ensalada variada, un poco de arroz y un segundo plancha. ¿Habrá algo más rico que un pescado a la plancha hecho en el momento?

Estoy segura que llegados a este punto estamos totalmente saciados. Así que… ¿y si dejamos de comer antes de estar llenos del todo? Como dicen los Okinawa: “Hara hachi bu”, es el mantra de la población más longeva de la tierra, que quiere decir: “Dejar de comer cuando estemos en un 80% llenos”. El problema llega cuando el segundo estómago reservado para el postre hace su aparición, y claro… ¿Cómo nos vamos a resistir a dulces, tartas, helados que tienen tan buena pinta? Yo animo a terminar la comida con un plato de piña, un yogur, un sorbete o una infusión. De esta forma tendremos una tarde maravillosa sin estar pesados y sentirnos mal.

En las cenas pasa exactamente lo mismo, de hecho vemos que muchos platos que estaban a medio día vuelven a aparecer en su versión tuneada o recalentada a la hora de cenar. Mejor calidad que mucha cantidad, y en ocasiones, calidad, lo que se dice calidad en estos lugares hay poca. Un revuelto, ensalada, verduras, algo plancha es suficiente.

“Comer es una necesidad, pero comer de forma inteligente es un arte”. La Rochefoucauld.

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