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No se nace Mu´ Mala Madre, se llega a serlo

Juana Guerrero

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Siempre se ha dicho que “hay madres, y madres…”, y efectivamente, grosso modo, las hay:

“No Madres”, “ Sufridoras”, “ Malas Madres” y “ Mu´ Malas Madres”.

Las “No Madres”, son las mujeres que no quieren ser madres. Son las raras, las incomprendidas, ya que se supone que la naturaleza femenina va inexorablemente vinculada a la labor reproductiva. Y las “no madres”, salvo las monjas, son consideradas o unas egoístas liberadas, o unas lesbianas (ignorando la opción de la reproducción asistida y dando por hecho que la orientación sexual interfiere en el tema) o mucho peor: FEMINISTAS. O unas lesbianas feministas, que este tándem es muy recurrente en el imaginario colectivo. Sea como sea, son envidiadas o criticadas por las mujeres reproducidas, básicamente porque hacen lo que les place cuando les place (salvo las monjas, se entiende).

Las “Sufridoras”, son las mujeres que desean libremente ser madres. Obedecen al estereotipo clásico de mujeres con un exagerado “instinto maternal”. Estas mujeres, viven por y para satisfacer las necesidades o deseos absurdos de sus numerosos retoños. Por supuesto, se inclinan por el parto natural, sin epidural (que luego hay que contar mil veces la experiencia y cuanto más dolor más “sufridora”). La lactancia, por supuesto materna. La criatura, estará mamando, incluso cuando ya pueda masticar turrón del duro. Por otra parte, cual marsupiales, llevan colgadas a sus criaturas. (Es comodísimo…, mucho más que empujar un carrito o que el pequeño bípedo haga uso de sus piernecitas para caminar; y la espalda no sufre nada, aunque lleven uno a la espalda y otro en el pecho). Ir tan cargadita, las muestra tan sacrificadas…En cuanto a la crianza, se dedican a ella en exclusividad, si la economía lo permite. Se las reconoce, cuando van en grupo, porque sólo hablan de aspectos relacionados con los/as niños/as, y aprovechan cualquier ocasión, para mostrarte las fotos de los churumbeles, que llevan en el fondo de pantalla del móvil.

Las “Malas madres”, se han dado cuenta de la estafa que supone la maternidad y son conscientes de que ésta, es una herramienta de control más sobre las mujeres. Se niegan a ser madres esclavas y tratan de mantener su independencia respecto de sus vástagos, pero no pueden desprenderse de la culpabilidad. Ellas, son las que piden la epidural, pero tras dos horas de dolores, y llorando por los posibles efectos adversos que pueden acarrearle a la criatura. Puede que recurra a la lactancia materna, pero sólo porque se ahorra un dinerillo. Tras las primeras grietas en los pezones, rezan para que la naturaleza le retire la leche. Están deseando que acabe la baja maternal, no obstante tratarán de reducirse la jornada laboral para evitar comentarios sobre el abandono que ejercen sobre su criatura. Acabarán defraudándose a sí mismas, una vez más, cuando vayan a por la parejita.

Las “Mu´ Malas Madres” son similares a las anteriores pero sin sentimiento de culpa. Parecen despiadadas, insensibles, y tan feministas como las “no madres”. Las Mu´ Malas Madres se quieren a sí mismas, sin que ello suponga una merma en el afecto por su descendencia. Son tan irresponsables que equiparan su bienestar al de su criatura. Pide la epidural y una botella de ron desde que ingresa en maternidad hasta que pasa la cuarentena. Y ni siquiera la ilusión por tener los pechos grandes la hará caer en los milagrosos beneficios de la leche materna. (Este es mi cuerpo no tu despensa). Tienen claro que, ni un solo espermatozoide más, alcanzará un óvulo suyo. Además son un desastre en todo lo relacionado con la crianza.

Como una Mu´ Mala Madre no nace, sino que se hace, he de reconocer que, a lo largo de mi proceso maternal, he pasado por todos estos grupos de madres. Durante años, me negué a perder cuotas de libertad, pero cierto día, creyéndome libre, decidí doblegarme y ceder ante esa presión social que te empuja al paritorio como en tiempos atrás condujera a las brujas a la hoguera. Y como una es muy perfeccionista, quise ser la mejor madre del mundo. Sabía que no sería fácil (tampoco que fuera tan difícil), porque el mundo infantil no me atrajo ni cuando era niña, y además, no sabía nada (absolutamente nada) sobre cómo funcionaba un bebé y los cuidados que este requería. Pero confiaba en el comodín: el instinto maternal. Este nunca llegó. Y tras dejar de dormir, y de esperar que mi retoño, se convirtiera en uno de esos bebés de los anuncios que sólo come y duerme plácidamente, degeneré en una mala madre. Sólo quería: unas horitas de sueño, comer sin interrupciones, ducharme de vez en cuando, beber vino (mucho vino), quitarme el chándal, leer algo de prensa y salir a comprobar que el mundo, el que fuera mi mundo (sin pañales, biberones, llantinas y mocos), estaba ahí para darme otra oportunidad y acogerme cual hija pródiga. Entonces, como por arte de magia, una vez que me coloqué el zapato de calle y entré en el bar de siempre, reaccioné, como quien despierta de un coma, y por rebeldía, ante la falta de comprensión recibida, fundamentalmente por las sufridas madres, me acepté como Mu´ Mala Madre. Y me desprendí de la culpa, sintiendo la misma liberación y satisfacción que cuando saqué a Dios de mi vida.

Y créanme, su corresponsable padre y yo, para perplejidad de muchos/as, hemos conseguido mantener con buena salud a la Criatura más de un año, y parece feliz, muy feliz. Por lo tanto, esto de ser Mu´ Mala Madre, quizá no sea tan pernicioso. A lo mejor, es que no interesa que las mujeres vayamos soltando lastres…¿no?.

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