¡Cerrad el pico!
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Ayer detuvieron a un joven de 19 años, víctima de la nueva Caza de Brujas que el Gobierno está llevando a cabo en las redes sociales, especialmente en Twitter. Parece que la jugada le ha salido redonda: causa-efecto. Un ajuste de cuentas acaba con la vida de Isabel Carrasco y el Gobierno aprovecha la situación para censurar las redes sociales. El cruel asesinato de la presidenta de la Diputación de Toledo ha servido para que el ministro del Interior dé rienda suelta a la Policía para que investigue a todo aquel que ose deshonrar la memoria de esta señora que, para más inri, tenía bastante más enemigos que amigos, ya no solo entre la ciudadanía, sino en su propio partido. Parece que el Gobierno se ha cansado de buscar a los verdaderos criminales para pasar a criminalizar a quienes opinen de manera diferente. Porque, por mucho que les duela, no están persiguiendo a criminales en potencia, sino a jóvenes enaltecidos. Pues sí, esos son los nuevos criminales peligrosos que parecen decididos a atacar a este Gobierno.
Los de los sueldos en B, los cientos de políticos que han estafado a este Estado ya no importan tanto. Y juez que intente sentarlos en un Tribunal, juez que será apartado y sancionado. Para el Gobierno y la Policía son mucho más peligrosos para la democracia quienes señalan con el dedo sus tropelías. Quienes se acuerdan de sus muertos cada vez que salta a la luz un nuevo caso de corrupción. Ya lo decía Confucio: “Cuando el sabio señala la luna, el necio mira al dedo”. Y eso es lo que parece hacer el Gobierno. Perseguir a quienes ya están hartos de esta situación insostenible. Además, este tipo de situaciones son caldo de cultivo para la derecha más rancia y retrógrada. El mismo día del asesinato, y antes de que se supiera nada, 'periodistas' como Isabel San Sebastián o Hermann Tertsch acusaron a los movimientos sociales del asesinato. “El asesinato de Isabel Carrasco NO ES una venganza personal, sino vinculada al cargo. Quienes defienden los escraches personales tomen nota!”, decía San Sebastián en Twitter. Pero para estos no hay censura, nunca la ha habido. Es más, ni siquiera se han dignado a pedir disculpas. Son inmunes y lo saben.
El segundo, el señor Tertsch, culpó indirectamente al Gran Wyoming del asesinato: “Wyoming no tiene culpa de la muerte de León. Wyoming tiene mucha culpa de la degradación colectiva”. Y reiteró: “Que nadie se engañe, los niñatos descerebrados odiadores que celebran muertes son producto del muy señorial Lara, vía Wyoming and Co.” Pues bien, para ellos no hay persecución. La Policía no va a sus casas, no los saca esposados al portal. Eso solo ocurre con los chavales contrarios al Gobierno, con todos aquellos que expresan algo diferente a lo que el ministro del Interior quiere escuchar.
En definitiva, el Partido Popular -y también el PSOE- quieren poner coto a la libertad de expresión en Twitter. Pero no a todas las expresiones, solo a aquellas que ataquen directamente contra el chiringuito que se han montado. Fernández Díaz, el ministro del Opus que condecoró a la Virgen del Amor de Málaga “por sus méritos policiales”, se suma a Gallardón en su particular lucha inquisitoria. Todo gracias al apoyo incondicional de la caverna mediática que, ya no es que censuren sus comentarios que incitan al odio, sino que los defienden y apoyan. Aun así, lo que más me sorprende, es que muchos de los votantes, simpatizantes y hasta dirigentes del Partido Popular no son tan sectarios ni tan radicales como algunos miembros de su gobierno, más escorados hacia el nacionalcatolicismo que hacia el liberalismo que supuestamente defienden. Y desde aquí les pregunto: ¿Por qué calláis? ¿Por qué no decís nada? ¿De verdad os entusiasma el giro radical que está tomando este Gobierno? ¿Os gusta ver cómo la Policía persigue a todo aquel que protesta, que se queja o que expresa su opinión libremente? El Estado mete el miedo a la ciudadanía que osa abrir la boca y les está cerrando el pico -como al pajarillo de Twitter- a base de multas, represión y alguna que otra noche en el calabozo -o con varios meses en prisión sin condena- como ocurre con Isma y Miguel, que siguen encerrados desde el 22M. No hay derecho. Este país está corrompido y parece que quienes no aplaudamos tal nivel de corrupción estamos condenados a ser perseguidos y vilipendiados.
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