García Bernier
Leo el diario de Juan Bernier (Pre-Textos 2011), y aunque es poco lo que llevo leído me asombra esa generosidad del poeta para, al final de su vida, desnudarse de esa manera tan sincera. Como el ejemplar que manejo es prestado (hace tiempo de ello, prometo devolverlo) me resisto a subrayar o a doblar las esquinas a modo de pista para una relectura. Así es como yo marco los libros, tras años sin hacerlo, como si hubiera heredado el mandato infantil del cuidado de los de la escuela. Doblar una página me sirve para hacerme ver que allí ocurrió algo. No subrayarlo me permite respetar cierta virginidad del ejemplar y jugar, en una segunda lectura, a comprobar si la misma palabra, la misma frase, vuelve a captar mi atención. Como el ejemplar es prestado, realizo una foto con el teléfono móvil a las páginas cuyas esquinas hubiera marcado y aprovecho ahora para recordar una frase: “Yo, y todo, nacía”. Así explicaba Bernier sus sensaciones juveniles al despertar en el pueblo, al tiempo que abandonaba la cama, en una aurora que “estaba llena de gallos, relinchos, pasos de caballería, esquileo de ganado menor. Era como nacer de la nada. Yo, y todo, nacía”.
Sé que me quedan muchas páginas por fotografiar, pero sé que esta me empuja a sensaciones parecidas de una primavera que para mí ha comenzado en el pueblo, disfrutando de cómo Alicia descubre los caballos, las vacas, las gallinas, las ovejas, la fuente, los escarabajos y el sol, más allá de los dibujos animados de la tableta o las fichas de la guardería. Esto del descubrimiento de lo real es un lugar común, tan común y tan real como el apellido García.
Este lunes próximo tendrá lugar una de esas citas urbanas que reconcilian con la ciudad. Pablo García Casado presentará en Córdoba “García” (Visor, 2015), un poemario que ya tengo por duplicado, pues es lo mejor que uno puede hacer con los libros de Pablo, ya que tienden al préstamo sin devolución, si no en ocasiones al robo, que es lo mismo.
En él encuentro los miedos identitarios. La amenaza de la vejez, “de no saber qué número marcar”, los vértices del miedo en una paternidad que ahora empiezo a saborear. García, “Un hombre normal, un hombre que conduce un kia rio”, menos cercano al dinero, a medio camino entre las afueras y un punto político que me parece un exceso de presente aunque Pablo escriba “Y el tiempo es ahora, y es aquí”. Y será porque mi materia prima es el presente y yo lo rechazo, aunque creo que él también en cierta medida, tanto es así que en el último poema Pablo vuelve a sí mismo a través de su hijo Cernuda.
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