¿Nos marcamos un 'moonshot'?

En 1957 el exitoso lanzamiento al espacio del primer satélite artificial (el “Sputnik-1”) por parte de la Unión Soviética significó un revulsivo para la investigación espacial en todo el mundo. 

Tanto la Unión Soviética como Estados Unidos tienen vastos territorios y muchísimos problemas y pobreza por resolver antes de lanzarse a la conquista del espacio. Ambos fueron los máximos exponentes de la carrera espacial gastando dramáticas cantidades de dinero público muy difíciles de justificar. Como telón de fondo estaba la guerra fría entre ambas potencias que en realidad competían por liderar el mundo, cada uno imponiendo su visión. Esta carrera tuvo un hito importante el 20 de julio de 1969 cuando Estados Unidos logró poner a un astronauta en la luna y traerlo de vuelta con cohetes de latón y haciendo cálculos interestelares con una potencia de computación inferior a la que hoy tiene tu teléfono móvil. 

La conquista del espacio en realidad daba igual. Sabían que allí no había nada. O sí. Tal vez sólo una historia inspiradora que contar. Algo que elevase la moral de la tropa, y demostrase lo que podíamos llegar a hacer si nos lo proponemos. 

Desde la fecha, los americanos acuñaron el término “moonshot” para referirse a cualquier proyecto con unas altísimas probabilidades de fracaso pero conseguible a fin de cuentas con muchísimo trabajo, colaboración y paciencia. Una especie de proyectos “gimnasio” donde el principal objetivo no es tanto el resultado, como el aprendizaje, músculos y el callo que echas en el intento. 

Ese es el éxito.