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Sobre este blog

Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

Las tres Córdobas de ahí abajo

Restos arqueológicos del antiguo convento de La Merced del sXIII

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Afortunadamente, en el siglo XXI la arqueología nos fascina. En Córdoba, hasta hace una década, era un engorro. Intentar hacer un edificio con dos plantas de aparcamientos bajo tierra era imposible. Siempre aparecía algo ahí abajo. Y siempre era más caro construir que en cualquier otra ciudad. Y es que a quién se le ocurre proyectar así en una ciudad que es un yacimiento arqueológico en sí misma.

La Córdoba que ven nuestros ojos es la de nuestros tiempos, pero bajo nuestros pies hay otras tres ciudades superpuestas. Muchas calles, como San Pablo o Alfonso XIII, siguen teniendo el mismo trazado exacto que siguió, supuestamente, Claudio Marcelo cuando diseñó la Corduba romana en el siglo III antes de Cristo. Ni los visigodos, ni los musulmanes, ni los cristianos modificaron la antigua Via Augusta, que cruzaba la ciudad de este a oeste. Por eso, cuando subimos la calle San Pablo al atardecer el sol nos deja ciegos. Estaban locos estos romanos.

Los arqueólogos saben, exactamente, a qué profundidad se van a encontrar con la Córdoba medieval. Cuánto tienen que excavar para que surjan restos califales. Y a cuántos metros está la Corduba romana. Por debajo ya no hay más ciudad. Pero qué tesoro. Hay pocos lugares en el mundo que lleven 2.300 años habitados, sin interrupción alguna y, encima, con momentos estelares para la civilización mundial.

El planeamiento urbanístico en Córdoba ha pecado de ignorancia con el pasado. Nunca entendió que Córdoba no podía ser una ciudad como las demás. Es decir, una ciudad cualquiera. Aquí, por suerte o por desgracia, no se puede proyectar un aparcamiento subterráneo. O no se debe. Y si se hace, contar con que ahí debajo están nuestros bisabuelos y tatarabuelos. Y un respeto. Tampoco se pueden diseñar carreteras subterráneas estilo M-30 como pretende la Ronda Norte. Por que sabemos que ahí abajo está esperando otra Córdoba.

Aún hoy nos echamos las manos a la cabeza con lo que ocurrió en Cercadilla. Tenía que llegar el AVE, y llegó. Y se arrasó con un conjunto único también en el mundo, un criptopórtico que hoy está enterrado en el quinto pino a la espera de que alguien se acuerde algún día de él y lo reconstruya. El AVE llegó, insisto, porque no se puede frenar el progreso. Pero el pasado se destrozó para siempre. Como ha ocurrido con los arrabales islámicos de la zona oeste. Enormes barrios residenciales del siglo X arrasados por la expansión urbana, donde Córdoba ya sí que se parece a cualquier ciudad. Cuando no es como cualquier otra ciudad.

Ahora, en el año 2023, se vuelven a prometer aparcamientos subterráneos. En el solar de la Diputación o en otras zonas de la ciudad. Se ¿demanda? una Ronda Norte también soterrada. Y volveremos a tener el debate de siempre, como Sísifo: ¿futuro o pasado?

Afortunadamente, Andalucía tiene una de las leyes de patrimonio más restrictivas de España. De lo contrario, el debate lo ganaría el futuro, a costa de un pasado que es único y que casi nadie tiene.

Esta semana hemos visto que en el solar de la Diputación se ha descubierto la entrada al antiguo convento de La Merced. Por esa puerta, probablemente, entró y salió Cristóbal Colón, nada más y nada menos que para rogarle a los Reyes Católicos que le dejase hacerse a la mar en busca de una nueva ruta comercial a Las Indias. Por el camino se topó con un continente. Vale, esa es otra historia. Pero la de la puerta de ahí abajo es nuestra, de los cordobeses que habitamos la ciudad y que tenemos derecho a recrearnos también en nuestro pasado.

O no. Mejor aparcamientos subterráneos.

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Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

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