Cada Navidad debería ser de obligado cumplimiento ver Plácido, una obra maestra de Luis García Berlanga de 1961, producida en pleno franquismo. Berlanga hace un retrato extraordinario de la España de posguerra, en una película que aún sigo sin entender cómo convenció a la censura.
“Siente a un pobre a su mesa” sigue siendo un lema con tanta vigencia en 1961 como en 2022, donde se multiplican las campañas solidarias en fiestas, un día al año, para que los que disfrutan de una vida holgada puedan tener la conciencia tranquila de que al menos en días tan señalados han obrado estupendamente. Y además, tiene que ser algo que se diga, que todo el mundo lo sepa, no vaya a ser que no se enteren de lo solidario que es uno.
La solidaridad está muy bien. En estas fechas y en febrero o julio. Pero la solidaridad propagandística es algo que siempre me chirrió y sé que está fatal visto este discurso hacia alguien que con todo su buen corazón está haciendo algo por los demás. Por que en muchos casos es sincero. Y entiendo que en la mayoría es cultural. Por eso me gusta tanto la película de Berlanga.
Placido es una obra de arte se mire por donde se mire. Y fue un instrumento político de primer orden, me atrevo a decir que mucho más que el neorrealismo italiano, quizás más sobrio y puede que más alejado de la cultura de masas. Es probable que a la censura le pareciese una película divertida y poco más, pero lleva un mar de fondo profundísimo, que habría que recordar todas las navidades.
Sobre este blog
Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
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