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Una plaza en la Corredera

Alfonso Alba

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No había dejado de los arcos rinconadas sin puesto ni columna sin tenderete al pie. En el fondo de los proches aparecían los portales de las posadas, con sus patios clásicos y sus nombres castizos como la posada de la Puya del Toro...Las alpargaterías ostentaban como enseña sus ruedos de pleita: los establecimeintos de bebidas, sus anqueles llenos de botellas de colores; las tiendas de los talabarteros, sus jáquimas, cinchas y atahares; las triperías, las vejigas y cedazos hechos de piel de burro de Lucena. Aquí, un tejedor de caña iba construyendo cestas; allá, un baratillero poníen en montón unos cuentos libros grasientos, y cerca, una vieja entantigua sacaba del fondo de una sartén una rodaja de merluza y la ponía sobre una lámina de hoja de lata.Pío Baroja. Descripción de la plaza de la Corredera en la Feria de los discretos.

Córdoba siempre fue una ciudad de contradicciones, y tiene pinta de seguir siéndolo. Con el asunto del Mercado de la Corredera y su traslado parece ocurrir lo mismo. El PP es un partido conservador, amante de las tradiciones y del pasado de la ciudad. Su proyecto para trasladar el Mercado de Sánchez Peña fuera de donde siempre estuvo, a un recinto de nueva construcción, muy moderno y accesible, con pistas de pádel en la azotea incluidas, rompe absolutamente con este ideario y, desde luego, con la tradición. El Mercado Central de Córdoba siempre estuvo en la Corredera. Si se culmina el proyecto, el PP habrá acabado con una tradición centenaria. Inexplicable o contradictorio.

En el lado opuesto (no sé si oportunismo o por que de verdad están en contra del proyecto) se han puesto el resto de los partidos, pero también los vecinos (el alcalde siempre dice que Córdoba es una ciudad poco acostumbrada a los cambios) y los propios comerciantes. El argumento se escucha una y otra vez en el propio mercado, pero me quedo con el que la semana pasada nos dio el pescadero Rafael Madero: el Mercado de la Corredera actual es único, el nuevo será otra cosa que ya existe en muchos otros sitios.

Soy vecino de la Corredera y disfruto de su Mercado. También soy hijo de placero (carnicera en este caso) y algo conozco del funcionamiento de los mercados de abastos, complicados y complejos como ellos solos. En los años 80 vi con mis propios ojos la decadencia de este tipo de mercados con la llegada masiva de los grandes supermercados y los centros comerciales. La comodidad en el aparcamiento, precios más baratos y competitivos, y unos horarios interminables comenzaron a cargarse los mercados de abastos. Carnicerías, fruterías y pescaderías de toda la vida se iban a pique, y poco a poco los barrios vieron cómo sus mercados de abastos fueron agonizando y posteriormente muriendo.

La Corredera sobrevivió. A duras penas, pero sobrevivió. Y en los últimos años, por increíble que parezca, está volviendo a resucitar muy lentamente. El cliente, quizás, se ha vuelto más exigente y se ha dado cuenta de que en un mercado de abastos el trato con el comerciante es más familiar, más cercano, más amable, más comprensivo, y que sus productos son más frescos, más cuidados y mejores. El comerciante, también. Pero también influye, y mucho, el ambiente. No sé si lo saben, pero ir un sábado al mediodía al Mercado de la Corredera es un espectáculo. Hay días en que es imposible coger un sitio en la plaza de las Cañas. Muchos clientes jóvenes (sí, jóvenes, nada de señoras) acuden el sábado al mediodía al mercado, a comprar un género que te preparan allí mismo en un momento para que te lo tomes con una caña y con tus amigos en la plaza: un filete de ternera, una trucha o conchafina. Es otra forma de comprar.

La semana pasada, un comerciante me preguntaba en voz alta la pregunta que se estaban haciendo antes de decidir si irse o no de la Corredera: “¿Por qué viene la gente a mi puesto, por mi género o por el sitio?”. Yo, sinceramente, creo que por las dos cosas.

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