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El pionero blanquiverde

Alfonso Alba

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https://youtu. be/-ZfdtxeTlJA

“¡Qué escándalo, qué escándalo! He descubierto que aquí se juega”. Es la respuesta del capitán Renault cuando Rick Blaine le pregunta por qué cierra su café en la mítica Casablanca.

Lo que ha pasado en los últimos años en la Sociedad Anónima Deportiva del Córdoba Club de Fútbol es tan antiguo como las propias sociedades anónimas deportivas. Solo que en Córdoba, como siempre, todo lo que se innova fuera acaba llegando a la ciudad con décadas de retraso y de manera bastante devaluada.

Lo que presuntamente ha hecho Jesús León para acabar detenido por la Guardia Civil es, en trazos gruesos, lo mismo que hicieron Jesús Gil y Enrique Cerezo para quedarse con el Atlético de Madrid a principios de los locos años noventa: comprar un club deportivo sin poner ni un euro. En el caso del Atlético de Madrid la solución que dictaron los jueces fue la misma que la que acaban de tomar en el caso del Córdoba Club de Fútbol: que una administración judicial gestionara la sociedad anónima deportiva, que se cesara el consejo y que posteriormente se determinara de quién era realmente la propiedad.

Comparar a Jesús León con Jesús Gil es cuando menos atrevido. El segundo fue un auténtico pionero, para mal, que vio lo que estaba por venir, que se adelantó a su tiempo a la hora de hacer (turbios) negocios, que no dudó en esquilmar al contribuyente, que fue aclamado por miles de votantes y socios, y que hasta tiene una serie de la HBO. Al primero lo han detenido cuando apenas llevaba un año y medio en el palco del Arcángel.

En principio, el caso León es bastante simple y hasta burdo: firmó la compra del club pidiendo dinero a terceros. Son los terceros los que le han denunciado. La Guardia Civil ha revisado la denuncia, le ha dado verosimilitud, han investigado un poco y han decidido detenerlo, no sin antes revisar toda la documentación posible. Ahora, el juez ha decidido nombrar a un administrador judicial que será el que evalúe si el club es viable o no, y cómo se puede enderezar su maltrecha economía. Mientras, se determinará de quién es el club. Entre tanto, y como en el caso del Atlético de Madrid, pueden pasar varias temporadas y años hasta que salgamos de dudas y sepamos si el dueño es Carlos González, Luis Oliver, Jesús León o simplemente desaparece.

Pero lo que ha ocurrido es un virus que está afectando al fútbol español desde que los clubes dejaron de ser de sus socios y pasaron a ser empresas: atraen a empresarios que lo que buscan no es amar a unos colores sino ganar dinero. Y muchos, pese al enorme foco mediático que proyecta el fútbol, lo hacen tomando atajos gilistas porque a la familia del exmandatario del Atlético y a Enrique Cerezo les funcionó. Pero creo que han sido los únicos.

La familia Gil Marín sigue al frente del Atlético básicamente porque el resto de accionistas o desistió de reclamar la titularidad o directamente el asunto prescribió después de tantos años. Dudo que ocurra lo mismo con el Córdoba. De hecho, dudo hasta que su futuro sea parecido. El Atlético, además de socios, siempre estuvo en el fútbol profesional. El administrador judicial además lidió con otras normas tributarias que no son las actuales, bastante menos flexibles. Y el Atlético era un club con patrimonio. Ahí está el demolido Vicente Calderón como prueba. Pero, ¿qué patrimonio o ingresos tiene el Córdoba Club de Fútbol? Hacen falta paletadas de billetes de 500 euros para salvar al equipo. Abróchense los cinturones, que el regreso a la atmósfera puede ser duro.

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