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Sobre este blog

Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

Algo huele a podrido en el campo

Paso de un millar de ovejas por el entorno de la Calahorra

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La turra de la semana tiene que ver con una entrevista del ministro Alberto Garzón que ha abierto un extraño debate resuelto de manera pésima por quien solo ha visto una vaca desde la carretera. El campo, por desgracia, ha cambiado de una manera radical en apenas dos décadas. Sobre la agricultura y la ganadería española (la cordobesa desde luego) ha entrado por la puerta grande el neoliberalismo. Las mejores tierras se las rifan, no es broma, fondos de inversión. Esos mismos fondos suelen estar detrás, de una manera o de otra, de las famosas macrogranjas que en Córdoba son una anécdota.

El consumidor de carne o incluso el vegano más concienciado suele ir al supermercado sin pensar mucho o nada en cómo ha llegado lo que va a comprar a la estantería. Solo hay que pensar un poco para saber que si te apetece tomate en enero no ha sido producido en una huerta de Alcolea. O que si de repente el aguacate es buenísimo para tu flora intestinal no es que encuentres muchos cuando sales a hacer senderismo. Con la carne pasa tres cuartas de lo mismo. Salvo las amparadas por una denominación de origen es casi imposible saber si la vaca del filete que te vas a comer ha sido feliz o ha estado estabulada en un andén de dos metros cuadrados donde no podía darse la vuelta ni para rascarse el culo.

Todo esto no significa que la carne, la fruta o la verdura que se produce en España sea de mala calidad. De hecho, yo soy uno de los grandes defensores de los transgénicos, porque solo así podremos alimentar bien y rápido a mucha gente. Y creo que en eso se ha equivocado el ministro. Quizás solo en eso. No puede decir que aunque venga de una macrogranja la carne sea de mala calidad. De peor, sin duda.

Pero es que incluso si lo que nos estamos comiendo es un filetaco de una vaca (off topic, la ternera casi siempre es de machos) denominación de origen que tiene un sabor incomparable pero que se ha criado de una manera lamentable algo no está funcionando bien.

El campo ha entrado en una deriva productiva salvaje, víctima del neoliberalismo. Si en España proliferan las macrogranjas es porque China se ha quedado sin cerdos por una gripe porcina y hay que producir en cantidades industriales para saciar la voracidad de una gigantesca población. Da igual que esos cerdos, por mucho que se trabaje en lo contrario, genere unos residuos terribles. Solo hay que preguntarle a los vecinos que viven cerca de una macrogranja de cerdos a ver qué tal se llevan con plagas de moscas constantes (eso no hay tecnología que lo pare) o con que tengan que comprar agua embotellada porque la del grifo está contaminada probablemente para siempre.

Poco parece importar al consumidor que si los embalses se quedan tan rápido sin agua no es solo porque cada vez llueva menos, que también, sino por que para mantener llenos los estantes hace falta cada vez más regadío. Y el agua es finita. Muchas de esas tierras de regadío están pasando, poco a poco, a manos de unos fondos de inversión ya que actualmente pueden ofrecer buenas rentabilidades. No tengan duda de que el día que dejen de ser rentables esos fondos no arreglarán el problema. Ni recuperarán los acuíferos contaminados ni tampoco recuperarán los cultivos que de verdad son sostenibles.

Si toda la turra de las declaraciones del ministro han servido para abrir un debate clave en el mundo rural español, bienvenido sea. España se vacía por cosas como estas, por macrogranjas muy tecnificadas que necesitan cada vez menos mano de obra, y por explotaciones cada vez más salvajes que acaban por expulsar a los pequeños, a los ganaderos que siguen pastoreando la sierra (en Córdoba al mejor queda un transhumante, Felipe, un saludo y mucha fuerza), a los agricultores que tienen huertas con productos de temporada, al olivar de sierra que produce un aceite excelente pero que no se paga y al único modelo capaz de retener a la población en su entorno.

Una vez más, y creo que esta es una de las batallas del siglo XXI, se enfrenta a lo urbano con lo rural. Desde las ciudades se decide, o entiende, qué es o qué no es importante en el campo, sin pisarlo y sin conocerlo. No tengo duda de que muchos ganaderos, pequeños y medianos, están de acuerdo con gran parte de lo que ha dicho el ministro y ven con asombro toda la bola que se ha generado. Y que lo que de verdad le importa es que mañana temprano tendrán que salir, como cada día, a darle de comer a sus animales.

Sobre este blog

Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

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