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Botellón se escribe con b, como Bárcenas

Alfonso Alba

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¿Se acuerdan de Bitelchús (Beetlejuice, en inglés)? Los que éramos niños en los 80 hasta pasamos miedo con esta película odiada y amada de Tim Burton (al que desde aquí aprovecho para mostrar mi infinita admiración, haga lo que haga). Uno pronunciaba tres veces Bitelchús y aparecía el desagradable protagonista encarnado por Michael Keaton. Bitelchús, Bitelchús, Bitelchús. Caras de horror. Cuando era pequeño, insisto, en mi pueblo se puso de moda el temor a gritar un nombre tres veces en voz alta. Algo malo iba a pasar después. Para nosotros, ese nombre también empezaba por b: era Begoña. Recuerdo a un niño con los ojos inyectados en sangre (quizás no fuese así, pero ya saben cómo es la memoria de la infancia) gritándome al oído tres veces: Begoña, Begoña, Begoña. Salí corriendo y me encerré en casa.

Pues bien. Al PP parece que tampoco le gusta pronunciar en voz alta nombres (comunes o propios) que empiecen por b. De todos es sabido el terror que le tiene nuestro presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a decir aunque sólo sea una vez: Bárcenas. Imagino que será como el código PIN, que a la tercera tienes que buscar el código PUK del teléfono y liar un enorme follón.

En Córdoba parece que tampoco se atreven a pronunciar un sustantivo que empieza por b: Botellón. Ayer, le preguntamos varias veces a la concejal Amelia Caracuel por el macrobotellón de la Feria (esta palabra inventada por la prensa empieza por eme, gran fallo), y nos dijo que no sabía de qué estábamos hablando. Parece que si algún representante local del PP en Córdoba dice tres veces botellón, botellón, botellón alguna declaración fantasma del pasado se le volverá en contra y se lo tragará.

Pero volvamos al principio: este es un miedo tan infantil como el que a mí me produjo la película de Tim Burton (lo de Rajoy con Bárcenas, señores, es harina de otro costal). Reconocer la existencia del botellón en la Feria es una obviedad. Como decíamos aquí la semana pasada, no pasa absolutamente nada por asumir que existe y por hablar de él. Ahora, precisamente ahora, el botellón no es un problema. El miércoles, cuando por lo menos 10.000 jóvenes inundaron el Balcón del Guadalquivir, en la madre de todos los botellones no se produjo ningún incidente destacable. NINGUNO.

Por eso, el botellón (se seguirá llamando así per secula seculorum) ya ha dejado de ser un problema. Está perfectamente controlado en el Balcón del Guadalquivir. Apenas provoca problemas de orden. Ya no bloquea el carril de emergencia de la Feria. Y es hasta fácil de limpiar (salvo los salvajes que arrojan botellas y bolsas al río, que los sigue habiendo). Por tanto, no es difícil asumir que el botellón ya no es un problema, hablar de él no debería ser un tabú y subirse al carro de una iniciativa que se logró controlar en 2010, aunque lo hiciera el anterior y maléfico gobierno municipal, pues tampoco debería ser un problema.

Botellón, botellón, botellón.

¿Ven? No ha pasado nada.

http://youtu.be/MVX2NgoJwTY

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