La hora final
El Ayuntamiento había limitado los efectos de la crisis inmobiliaria al descenso de los ingresos por los conceptos de ICO, tasas urbanísticas diversas y otros derivados de la construcción. Pensaba que podría mantener su estructura organizativa y de personal al margen de la catástrofe que suponía que los crecimientos urbanísticos planificados en 2001 produjeran desiertos a precio de oro que se devaluaban de manera acelerada. Pero, como en La hora final La hora finalde Stanley Kramer, una catástrofe mundial, en este caso nuclear, avanzaría de forma continua y permanente, hasta alcanzar los últimos lugares donde se refugiara la especie humana. Personajes desesperados pero, a la vez, resignados, como los borrachines Ava Gadner y Fred Astaire, o los atormentados Anthony Perkins y Donna Anderson, solo esperan que el submarino que dirige Gregory Peck y que busca supervivientes, les sirva para protegerse hasta que pase los efectos de la “tercera guerra mundial”.
No sé si estarán ustedes de acuerdo que la crisis que vivimos ha actuado como reguladora del sistema capitalista como lo hicieron las anteriores dos guerras mundiales del siglo XX, pero sin víctimas directas, aunque sí impresionantes “efectos colaterales”. Tras la caída de los grandes promotores y constructores privados, los efectos de la ola destructiva serán públicos: Procórdoba, y de manera casi consecutiva, la Gerencia Municipal de Urbanismo. El gobierno municipal de la izquierda mantuvo, durante tres años, con trucos contables e interpretaciones legales muy cuestionables, la vida de la empresa Procórdoba a la espera de que la venta de su patrimonio en suelo y aprovechamientos urbanísticos le permitiera superar la crisis. A la Gerencia de Urbanismo, la hizo resistir a base de transferencias corrientes desde el Ayuntamiento, en suicida crecimiento anual, también a la espera de que alguien viniera a salvar la falta de ingresos municipales. Lo más paradójico es que tanto Procórdoba como la Gerencia estaban diseñadas para todo lo contrario, esto es, para generar ingresos al ayuntamiento o, al menos, para no provocarle problemas económicos.
Los “peperos” ganaron las elecciones con un programa que hablaba de reestructurar organizativamente el Ayuntamiento pero que no incluía cierre de empresas, privatizaciones o ventas, ni despidos de personal. No obstante, la realidad se impuso en el plan de ajuste que hubo que realizar para estabilizar la vida económica municipal y ya se apuntó la necesidad de resolver urgentemente la deuda de Procórdoba y reducir, de forma sustancial, los costes de funcionamiento (fundamentalmente, personal) de la Gerencia. Pues bien, ni fichando gerentes a precio de oro, ni con ayuda de despachos de abogados externos, se ha conseguido nada más que agravar la situación y ya se han visto abocados a la disolución de Procórdoba. La ola nuclear-inmobiliaria comienza así a alcanzar al sector público y amenaza con llegar, en breve, a la Gerencia, aunque Mr Chance Nieto haya apuntado recientemente que no apuesta por la desaparición del organismo. Tan solo se mantiene fuera del radio de acción de la ola destructora Vimcorsa, eso sí, a cambio de reducir su actividad prácticamente a la nada.
Mr Chance Nieto habla de la caída de Procórdoba como el fin de una época basada en los ingresos inmobiliarios y de la construcción, y de la mala gestión de la izquierda. Se le olvida intencionadamante que Procórdoba funcionó de forma eficiente en su época como Telfeco, y que, ya como Proyectos de Córdoba siglo XXI, también ayudó a acometer grandes proyectos de la ciudad como el Balcón del Guadalquivir, el CTIM o el parque joyero de San Eloy, por poner solo algunos ejemplos. Si algo hay que imputar a la izquierda, entiendo que es que no se dedicara a vender sus aprovechamientos urbanísticos cuando eso era posible, quizá pensando que seguirían subiendo constantemente de valor, y que acudiera a financiar la empresa al mercado bancario. Pero es algo que le pasó a la “eficaz” empresa privada y que nadie supo anticipar. Quizá el pecado que se cometió fue que, el totem que para la izquierda supone siempre cualquier reestructuración de la administración pública, provocó una huida hacia adelante, que empeoró las decisiones a adoptar . Los informes de la intervención de fondos y de los propios técnicos del área de Hacienda municipal sabían que la situación, tanto de Procórdoba como de la Gerencia, eran ya insostenibles y requerían de decisiones radicales.
Al menos, en Procórdoba se ha conseguido unanimidad política, que esperemos que dure, ante la imposibilidad de la empresa de superar sola su deuda y ante la falta de sentido de su continuidad como organismo específico. Solo tendría sentido mantener su estructura con decisiones artificiales, como adjudicarle la obra del centro de Convenciones, por ejemplo, pero la estructura municipal directa, la de la Gerencia, si se decide su continuidad, o la de Vimcorsa, en su caso ampliando su objeto social, son más que suficientes para asumir los objetivos de los que pudiera encargarse Procórdoba en los próximos diez o veinte años. La falta de uso de la Casa de Ana Jacinto, sede de Procórdoba, o los solares desérticos de carácter residencial o industrial recuerdan las imágenes de la Hora Final. Una desolada Australia o la soledad de San Francisco, en esa hora final de la humanidad provocaban preguntas: ¿Y ahora qué? ¿Quién fue el ganador de esta guerra? ¿Para que quiere ahora la victoria? ¿De qué le sirvió la guerra? En nuestro caso, quizá tengamos respuestas claras para esas preguntas.
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