El bueno, el feo y el malo
La noticia de que Marin-Hilinger entra en concurso de acreedores significa el fin de un modelo de poder que dominó la ciudad durante la primera década de este siglo. El triunvirato formado por Romero, Gómez y Marín fue la base que usó Cleopatra Aguilar para sostener el Córdoba CF a cambio de favores urbanísticos. Los tres pasaron por la presidencia del club en la misma época en que, en otras ciudades, otros magnates del ladrillo también usaban la proyección del fútbol para ganar aprecio popular. En el caso de Gómez, era su segunda oportunidad, tras su primera época a mediados de los noventa, justo cuando Hoover Martín iniciaba la revisión del PGOU.
Con el PGOU en elaboración, el interés por sacar a relucir las plusvalías generadas por las recalificaciones era la base de toda negociación. Cantiflas Aznar había preparado el terreno con la ley que convertía todo el suelo en urbanizable, excepto aquel que fuera declarado expresamente protegido, dando el pistoletazo al “boom” del ladrillo. Campos de trigales o de girasoles se compraban al doble o al triple de su precio como suelo agrícola, con dinero negro y con testaferros, a la espera de convertirse en suelos urbanizables, generando unos beneficios espectaculares.
Los peperos del alcalde Alfie Merino aprobaron inicialmente el plan, dejando los pelotazos más llamativos para después de las elecciones de 1999. Tras los resultados electorales, se formó el cogobierno de la izquierda y se renegociaron los trabajos desarrollados por el equipo del arquitecto Pepe Seguí. Aquí es donde hacen su aparición El bueno, Pepe Romero, el feo, Angel Marín y el malo, Rafael Gómez, que aceptan hacerse cargo de la transformación del Córdoba como SAD, con algún truco contable por parte del ayuntamiento, a cambio de que el PGOU recogiera sus intereses. Valga solo un dato, las viviendas previstas superaban las 42.000, cuando las necesidades de la ciudad rondaba las 20.000.
Si el film de Sergio Leone contaba la unión de tres cazadores de recompensas en busca de un tesoro que ninguno puede encontrar sin ayuda de los otros dos, aquí los tres promotores se alíaron para sacar rendimiento a sus inversiones de suelo. Así que los tres colaboraron entre sí, al menos en apariencia. El Rubio (Clint Eastwood), Sentencia (Lee Van Cleef) y Tuco (Eli Wallach) se acaban enfrentando en un duelo a tres en una escena ya mítica en el cine del oeste, remarcada por la música de Enio Morricone, con el tema “El trío”. Nuestros convecinos también acabaron enfrentándose en la gestión del Córdoba CF, donde se fueron turnando en la presidencia, hasta que apareció el tiburón González, con el himno de Queco sonando al fondo.
El malo, Gómez, consiguió una parte del botín, representado sobre todo por el Cortijo del Cura (Plan Parcial O.-4), y, sobre todo, con la Carrera del Caballo, donde no hubo problema en acabar con un espléndido encinar. La gestión del mismo ha acumulado la mayor cantidad de multas coercitivas y urbanísticas de la historia reciente de la ciudad, porque se ejecutó antes de tener preparados las licencias necesarias. La mayor vergüenza fue que, luego,se amoldó el trámite urbanístico a la política de hechos consumados a la que tan aficionado es Lee Van Gómez. Solo hay que recordar que se le “olvidó” construir las viviendas de VPO a la que estaba obligado, que, luego, se tuvieron que construir apiñadas en un sector del plan parcial, tras no cuajar el intento de llevarlas a Villarrubia.
El feo, Marín, se llevó piezas importantes como el Plan Parcial SS-11 a la entrada del Puente de San Rafael, ya edificadas y donde se le “regalaron” los aprovechamientos públicos; o la reforma interior prevista a la espalda del Hospital Militar, que topó con la aparición de restos arqueológicos. Pero, sin duda, la zona más productiva fue el Plan parcial N-1 de Mirabueno, donde no tuvo problema en asumir la obligación de construir parte de la Ronda Norte. La aparición de la crisis inmobiliaria ha dejado la urbanización de la zona a medio hacer, y el trozo de Ronda pendiente de decisiones judiciales.
En cuanto al bueno, Romero, se iba a beneficiar fundamentalmente de la denominada Ciudad Jardín de Levante, que debía ir desde la Ronda de Levante hasta Rabanales. Se retrasó su puesta en valor por el encargo al arquitecto Fustegueras de una planificación de la ordenación urbanística de todas las piezas que preveía el PGOU en aquel lugar. Entre otras “mejoras”, se decidió saltar la vía del tren, que, en primera instancia, debía suponer el límite norte de lo edificable. Tan sustanciosa era la operación proyectada, que se le cargaron los costes de gran parte del Parque de Levante. Pero como la crisis hizo que el proyecto no se ejecutara, el Parque de Levante quedó sin financiación. También era muy llamativa la operación a realizar en la zona de la Albaida, donde se ideó un Hospital de alta tecnología (con su hotel adosado), que luego se trasladó al Parque de Rabanales, o un cámping, pero ninguno fructificó.
El Bueno, el feo y el malo acababa con el Rubio llevándose parte del botín; Tuco, sufriendo, pero llevándose también una parte algo más reducida; y, Sentencia, caído en un ataud. Aquí, El Bueno, se ha desprendido del Córdoba, aunque está cuestionada su gestión por los administradores concursales, y mantiene proyectos como el del Hospital; El Feo, acaba de entrar en la fase concursal y tiene pendiente resolver la urbanización de Mirabueno; y, sobre El Malo, pesa la mayor multa de la historia urbanística de la ciudad y la sentencia del caso Malaya. No parece que, por ahora, la película vaya a acabar igual que la de Leone.
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